Volver a los orígenes para la reconstrucción de la Iglesia Teología para una Iglesia en salida: símbolos del despojarse
Apoyo a las reformas del Papa Francisco desde Costa Rica
| Hanzel J. Zúñiga Valerio
La elección del papa Francisco el 13 de marzo de 2013 fue un acontecimiento que me dejó, inicialmente, confundido. En plena clase, luego de recibir una notificación en mi móvil, salí corriendo para traer un televisor viejo y poder seguir en vivo lo que sucedía. Entre alegría y desconfianza traté de explicar a mis estudiantes y colegas lo que estaba sucediendo al tiempo que trataba de traducir lo que escuchaba. Confieso que, para alguien como yo, un joven teólogo formado en la era postconciliar e influenciado directamente por la exégesis crítica y sociológica, cualquier figura que se asomase al balcón de San Pedro me iba a parecer poco esperanzadora. Después de décadas de "invierno" eclesial, así calificado por K. Rahner (1989), no me esperaba que los símbolos del despojarse que vi aquella tarde lograrían cambiar mi opinión.
¿Símbolos del despojarse? Sí, la elección de un jesuita, latinoamericano, proveniente de las periferias, fue la primera señal de algo más profundo y confuso para mí. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, se presentó aquella noche romana saludando de forma afable, sin fórmulas elaboradas, con su italiano herrumbrado, sin mucho protocolo y con la simple sotana blanca despojada de la muceta roja y de la estola enarbolada en oro que identificaba a sus antecesores. No otorgó su bendición sin que antes pidiera la de su pueblo. Se trataba de un obispo que pedía el aval de su diócesis porque la imposición no puede estar nunca en el programa de un pastor: "Donde me aterra lo que soy para ustedes, allí me consuela lo que soy con ustedes. Para ustedes soy Obispo. Con ustedes soy cristiano" (San Agustín, Sermón 340).
Otro símbolo del despojarse fue su nuevo nombre. Representaba la sencillez de quien se hace pequeño para servir a los pequeños: Francisco. "No te olvides de los pobres", le dijo el cardenal brasileño Cláudio Hummes al recién electo obispo de Roma. Y esa frase, en palabras de propio papa, "entró aquí" (señalando su cabeza) y le hizo pensar de inmediato en il poverello, Francisco de Asís, "[...] el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación". Autodenominarse "Francisco" conllevaba todo un proyecto teológico, social e ideológico: "¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!" (16 de marzo, 2013).
Son símbolos del despojarse o, más precisamente, símbolos del despojo del poder clerical que, paso a paso, recuperan la contraculturalidad presente en los orígenes del cristianismo, en las primeras comunidades de seguidores de Jesús que, conscientemente, rechazaron la fuerza del poder imperial. No podría continuar enumerando cada una de las imágenes empleadas por Francisco y que dibujan su concepción eclesial, pero sí quisiera recordar que la simbología no es gratuita, sino que el verdadero símbolo (del griego syn-ballo) es aquel que une realidades, que no se queda en la expresión vacía ni en la simple caricatura, sino que porta consigo la fuerza de lo que representa.
Desde Centroamérica, concretamente desde Costa Rica, muchos/as teólogos/as recobramos el sentir esperanzado desde estos símbolos y desde las acciones concretas que se ven en la administración de la Curia Romana, del IOR, del nombramiento de obispos y cardenales al "estilo" de Francisco. Pero sobre todo al constatar que la "vuelta a Jesús" y a los "orígenes" se transparenta en cada una de las acciones del reciente pontificado. Muchos quisiéramos, lo confieso, menos ambigüedades en ciertos temas referentes a la teología crítica que ha sido sancionada otrora, a las declaraciones referentes al género y la familia, a ese "tira y encoje" que va adelante con ciertos temas y atrás con otros. Pero también confieso que las cosas, en una institución avejentada y estructurada, no pueden cambiar de la noche a la mañana y la sensibilidad de quienes le llevan la contra a Francisco está tan a flor de piel que los mínimos movimientos provocarían más conflictos. No obstante, creo también que no podemos ser "medias tintas" y el volver al Evangelio nos exige cambios fuertes y constantes. Por eso es que, si el papa Francisco, por la posición que ocupa, se ve limitado en explicitar su programa, los/as teólogos/as sí podemos lanzarnos más al adelante y preparar caminos que sensibilicen este regreso a los "orígenes" del movimiento galileo de Jesús.
Recuperar la pluralidad en la Iglesia, reconocer que el estilo de vida siempre estuvo antes que la formulación de la doctrina (y no al revés) y que el cristianismo tiene en su ADN la diversidad cultural, es un programa que debemos subrayar con fuerza en nuestros escritos, discursos y clases. La Iglesia que se funda en el recuerdo de Jesús no debe ser timorata para dialogar con la realidad contemporánea pero tampoco debe serlo para reconocer sus fallos y límites. No somos una "sociedad perfecta", sino una sociedad servidora del mundo, una comunidad de fe que busca la realización de la utopía de "projimidad" que el galileo denominó "Reino de Dios". Desde esta nueva plataforma de Religión Digital "Teología para una Iglesia en salida", un gran grupo de teólogos/as queremos visibilizar e impulsar esa nueva Iglesia del servicio desde nuestro ámbito: la academia, la universidad y, para quienes tienen ligamen eclesial, la praxis pastoral.
He sido bloguero de este medio religioso durante años, desde que fui profesor en la Universidad Católica de Costa Rica y hasta la fecha, ahora como director de la Escuela de Ciencias Bíblicas de la Universidad Bíblica Latinoamericana. Durante todos estos años he visto como la iglesia católica costarricense participa en el debate público, casi exclusivamente, en temáticas de moral sexual y familiar. Durante las campañas electorales la voz de los obispos se esfuma en medio de marchas que pierden legitimidad social día con día y el profetismo socio-económico de otros tiempos parece perdido en un país cada vez más desigual. Sigo pensando que las reformas de Francisco son asumidas con recelo en no pocos estamentos de la iglesia tica, pero eso no significa que debamos decaer. Tampoco puedo decir que no existan excepciones y que, a pesar de los embates de quienes creen en una iglesia cerrada y monolítica, muchos clérigos y laicos/as costarricenses apuestan abiertamente por una Iglesia de acogida.
Los/as teólogos/as que aún estamos "en la diáspora", unos más que otros, queremos caminar hacia la construcción de una Iglesia que salga de sus comodidades, que abandone los palacios arzobispales y se instale en plena calle, que evidencie a aquellos que utilizan la institucionalidad como pequeño feudo, tal como lo hace explícitamente el papa Francisco. Esta "Iglesia en salida" debe materializarse en una Iglesia despojada la cual proclame que su auténtica fuerza está en la debilidad (cf. 2 Co 12,7-10).
Bibliografía citada
Imhof, P. - Biallowons, H., La fe en tiempos de invierno: diálogos con Karl Rahner en los últimos días de su vida, Desclée de Brouwer: Bilbao, 1989.
San Agustín, Sermón 340: Sermones (6.°) 339-396, Biblioteca de Autores Cristianos: Madrid, 1985.
L'Osservatore Romano, Audiencia con prensa del 16 de marzo de 2013: http://www.osservatoreromano.va/es/news/una-iglesia-pobre-y-para-los-pobres