Croniques - La Maison-Dieu 229 (2002/1) ¿"El espíritu de la liturgia" del Cardenal Ratzinger es fiel al Concilio o es una reacción en contra?
Recensión de la obra "El espíritu de la Liturgia" del entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, por parte de Pierre-Marie Gy, miembro del Consilium para la aplicación de la reforma litúrgica del Vaticano II y profesor del Institut Catholique de Paris.
| Pierre-Marie Gy (autor) - Hanzel Zúñiga (traductor)
"¡El Cardenal Ratzinger desea una reforma de la liturgia!". Con este título La Croix del 28 de diciembre de 2001 publicó una entrevista al cardenal junto con una presentación de su libro El espíritu de la liturgia [1].
Este libro no habla de una nueva "reforma de la liturgia" o de una "reforma de la reforma". Ciertamente, todas las citas del Vaticano II que contiene -una decena- son referidas a la liturgia. Sin embargo, ninguna de ellas menciona aspectos importantes de la constitución Sacrosactum Concilium, sobre la liturgia, con la única excepción de la "participación activa", que el cardenal estima peligrosa porque le parece que comporta "un riesgo de auto-celebración de la Iglesia" al no decir nada a propósito de la importancia que la constitución Lumen Gentium, sobre la Iglesia, le atribuye a la Eucaristía. En ningún caso las menciones del libro critican las prácticas litúrgicas posteriores al concilio, sino que, en general, abogan por la misa privada y no aluden que exista algún problema con la piedad de los fieles profundizada por la participación activa, ni con los valores espirituales, explícitos en el concilio, sobre el papel de los fieles en el sacrificio eucarístico o con la comunión bajo las dos especies.
Esta obra, que quiere ser un libro de teología espiritual, no evoca el artículo 48 de la constitución sobre la liturgia, el artículo inicial del programa de la reforma del misal: "[...] la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada [...] den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él" [2]. ¡Ver en este artículo de la constitución sobre la liturgia un riesgo de auto-celebración sería, seguramente, un error que debe ser reformado!
Así las cosas:
- Es obvio que el libro del cardenal tiene un carácter privado y no magisterial. No entraremos aquí a cuestionar si este escrito privado tiene el riesgo de ser visto con un carácter cuasi-magisterial o si sus eventuales defectos podrían dañar la función para la cual fue concebido y confiado.
- Las presentes observaciones no son, de ninguna manera, un ataque contra la persona del autor, seguramente, uno de los grandes teólogos de nuestro tiempo.
- El libro ha encontrado críticos serios tanto en Alemania [3] como en Italia [4].
Independientemente de las críticas necesarias hacia el libro del cardenal Ratzinger, debemos, sin duda alguna, atribuir junto con él una relevancia plena a la indispensable fidelidad a las reglas y a las doctrinas que conciernen a la liturgia y los sacramentos (en particular la presencia real y el sacrificio eucarístico).
En lo que respecta a la fidelidad de las reglas litúrgicas, una inadvertencia es aquí corregir lo que concierne a la pronunciación en voz alta de la plegaria eucarística: esta era permitida entre 1967 [5] y 1970, además, ahora es obligatoria desde 1970.
Siendo más precisos, debemos reconocer que, en este ámbito, lo que dice la obra sobre la autoridad papal en la liturgia -para la Iglesia latina y más allá de ella- no es suficiente y el teólogo Ratzinger debió tener más cuidado para no ser reprochado de una suerte de egocentrismo en relación con las reglas de la Iglesia. ¿Acaso no era conveniente mencionar la reserva del derecho litúrgico del Papa, dada por el concilio de Trento, y la reafirmación de este rol papal presente tanto en la constitución del Vaticano II sobre la liturgia como en el derecho canónico vigente?
Además, no se entiende el silencio que guarda la obra sobre la manera en la cual Pablo IV ha controlado constantemente el trabajo del "Consejo para la aplicación de la constitución sobre la liturgia" (Consilium ad exsequendam constitutionem de S. Liturgia), de lo cual ha sido testigo no solamente Mons. A. Bugnini, secretario de trabajo de la reforma litúrgica [7], sino también los principales miembros de ella. Este control fue tan detallado que parece merecer la calificación, conocida por el cardenal Ratzinger como por los canonistas romanos de ayer y hoy, de aprobación papal "en forma específica", es decir, válida hasta en los detalles.
El capítulo de la celebración en dirección a Oriente, el cual es especialmente subrayado por los lectores, es insatisfactorio de manera doble: desde el punto de vista de la historia y de la atención que recibe el tema de la participación activa. Desde el punto de vista histórico, el autor se apoya explícitamente en la obra de L. Bouyer, Architecture et liturgie, 1991 [8], en la cual, esta gran voz del movimiento litúrgico que, con todo, no es un gran historiador, ha creído aplicar al Occidente entero la "orientación" eucarística propia de la liturgia de los países del este del Mediterráneo (que rezando hacia el Oriente -a la espera del regreso de Cristo- se oponen a la plegaria de los judíos vueltos hacia Jerusalén), mientras que en las iglesias del Mediterráneo occidental la celebración de cara al pueblo está claramente atestiguada, por ejemplo en Roma y África. Ni lo uno ni lo otro han tenido en cuenta la obra fundamental del liturgista de Bonn, Otto Nussbaum, sobre La place du célébrant à l'autel [El lugar del celebrante en el altar], aparecida en 1965, mientras que J. Ratzinger comenzaba su carrera universitaria como profesor en Bonn. La obra de Nussbaum, desde entonces, ha sido precisada y completada para África del Norte por los universitarios franceses Yvette Duval y Noël Duval. Este último presentó el estado la cuestión en La Maison-Dieu [9].
En Roma e Italia es claro que, contrario a lo escrito por Bouyer y por Ratzinger después, la celebración versus Orientem no fue introducida en la liturgia papal hasta Avignon y que S. Carlos Borromeo, arzobispo de Milán y sobrino del papa Pío IV, veló por el respeto a la tradición en las basílicas romanas. Es por un error que ciertos historiadores de nuestro tiempo han considerado la celebración de cara al pueblo como producto de una negación protestante del sacrificio eucarístico.
Esta discusión particular sobre la celebración hacia Oriente es típica de la probada dificultad de muchos teólogos, incluso de los más grandes, de tener en cuenta la competencia teológica y la atención a la historia a la vez, mientras que, inversamente, la síntesis entre los dos ha caracterizado el sentido de la Tradición en los documentos conciliares del Vaticano II y de la reforma litúrgica conciliar.
En lo que respecta a la celebración de cara al pueblo en la reforma litúrgica del Vaticano II, ella ha sido la consecuencia inmediata y espontánea de la misa dialogada en lengua vernácula, reconocida y legitimada por la autoridad romana menos de un año después de la constitución sobre la liturgia y mientras que este se desarrollaba todavía (Instrucción Inter Oecumenici [11]). Esta constatación invita a los historiadores a preguntarse si, en los países germánicos, el desconocimiento del latín tuvo un rol tanto en el abandono de los diálogos [litúrgicos] como en el desarrollo de la celebración versus Orientem.
Como lo ha dicho el mismo cardenal: "el objeto del libro no es la celebración, sino el espíritu de la liturgia" [12]. Antes de interrogarnos sobre la manera en la cual él concibe y practica esta distinción, es conveniente señalar algunos puntos en los cuales no parece haber desacuerdos de ningún tipo: no lo hay en el lugar dado actualmente a la lengua vernácula en la liturgia, incluso, atreviéndonos a hablar sobre la renovación de las lecturas bíblicas en la misa, ni tampoco en la importancia que tienen los Padres de la Iglesia, la cual, imagino, es muy apreciada en razón del lugar renovado que tiene ahora en la Liturgia de las horas. Siendo así, la cercanía espiritual del libro de Ratzinger con el de Romano Guardini, publicado en 1918, plantea una pregunta esencial y delicada: ¿Guardini -y la participación activa para S. Pío X- no conducen acaso a una espiritualidad integrada a la vida litúrgica y, en consecuencia, querer distinguir una nueva espiritualidad y celebración no sería acaso volver a buscar, inconscientemente, un refugio para no entrar espiritualmente en la liturgia del Vaticano II?
El espíritu de la liturgia nos obliga a preguntarnos sobre la coherencia del cardenal Ratzinger con respecto a la constitución conciliar sobre la liturgia. Espiritualmente, el autor es anterior al Vaticano II, fiel a la piedad de su infancia cristiana y de su ordenación sacerdotal [13], pero insuficientemente atento, por una parte, a las reglas litúrgicas actualmente vigentes -¿no debería, cuando escribe sobre este tema, dar ejemplo de atención y fidelidad a ellas?- y, por otra parte, a los valores litúrgicos afirmados por el Concilio.
Su piedad es marcada, a la vez, por su cercanía a las plegarias sacerdotales dichas en voz baja, que los fieles de su país eran invitados a seguir en un misal a comienzos del s. XX, si es que no recitaban el rosario durante la misa. Parece ignorar la distinción, constante en la Tradición, entre las oraciones privadas del sacerdote y las oraciones dichas por él como celebrante [14] y se sitúa de facto en el eje no tradicional, inaugurado en Trento, de la misa privada como forma fundamental de la misa, lo que permitió, seguidamente, recubrir el canon de la misa dicho en voz baja con música, práctica que el misal de 1970 desaprueba. No sabemos, a ciencia cierta, si esto es un poco lamentado por el cardenal y por los músicos eclesiásticos de su país. En todo caso, el espíritu de la liturgia según el Vaticano II insiste sobre la forma litúrgica fundamental de la Eucaristía, la cual es la Eucaristía dominical con la participación activa de la comunidad en conjunto.
Ya se ha planteado la pregunta sobre la participación activa, enunciada por primera vez por S. Pío X. Es importante, entonces, detallar los aspectos de la celebración eucarística que la constitución invita a valorar por la concurrencia más directa posible en la dimensión de la lex orandi y la atención a la Tradición, aun cuando una y otra parecen casi asustar al Espíritu de la liturgia del Dr. Ratzinger [16].
A final de cuentas, debemos reconocer que el cardenal Ratzinger, gran teólogo, no se ubica al mismo nivel en lo que respecta al conocimiento litúrgico y la tradición litúrgica, cualidad que sí caracterizó las obras y las decisiones de la reforma litúrgica conciliar. En los mismos inicios del concilio, el debate sobre la liturgia fue inaugurado con una intervención del cardenal Frings de Colonia, casi ciego entonces, así que el texto fue leído en la Basílica de S. Pedro por el joven Dr. Ratzinger. En él se decía que la constitución sobre la liturgia era el feliz resultado de lo que Pío XII había querido hacer para reformar la liturgia.
¿Puedo agregar, consciente de ser varios años mayor que el Dr. Ratzinger, ahora cardenal, que en los años en que envejecemos, corremos el riesgo de hacer, en sentido inverso, el camino intelectual que recorrimos al inicio de nuestra madurez? Algunos de los grandes teólogos del Vaticano II no han escapado a este peligro. En cualquier caso, todos nosotros debemos, tanto liturgistas como teólogos, preguntarnos si la espiritualidad litúrgica de cada uno tiene todavía necesidad de reformarse para volverse verdaderamente fiel al Concilio Vaticano II. De esta fidelidad tenemos un gran ejemplo con una exhortación adecuada a la participación activa de verdadera profundidad espiritual en la carta apostólica Dies Domini [17], publicada un año antes que el libro del Dr. Ratzinger.
Referencias al pie
[1] Cardinal Joseph RATZINGER, L'Esprit de la liturgie, Genève, Éd. AdSolem, 2001.
[2] "Immaculatam hostiam non tantum per sacerdotis manus, sed etiam una cum ipso offerentes".
[3] Por ejemplo: Kl. RICHTER, Theologische Revue 96, 2000, p. 324-26.
[4] R. FALSINI,«Lo spirito della liturgia da R. Guardini a J. Ratzinger», Rivista di Pastorale liturgica 2001/5, p. 3-7. Los defectos de la traducción francesa del libro de Ratzinger son atribuibles a los traductores, con la excepción, al parecer, de la noción de «nuevo movimiento litúrgico», que el cardenal ha retomado durante un coloquiotradicionalista de Fontgombault (verano 2001).
[5] Instrucción Tres abhinc annos, n° 10.
[6] Presentación general del Misal Romano, n° 12; Institutio generalis ex editione typica tertia, n° 32. Ver más adelante la nota 14.
[7] A. BUGNINI, La riforma liturgica (1948-1975), Ed. Liturgiche, Rome, 1983, 1997.
[8] Reedición sin cambios de la primera edición francesa de 1967.
[9] N° 193, 1993/1, pp. 24-25. Ver también Rev. Et. augustiniennes 42, 1996, p.118.
[10] En lo que concierne a las basílicas romanas, debemos ahora tener en cuenta la importancia de la obra de S. DE BLAAUW, Cultus et décor. Liturgia e architettura nella Roma tardoantica e medievale, Cité du
Vatican, 1994,la cual estima que la celebración versus populum es «la disposición romana clásica» (p. 95.
[11] Setiembre de 1964, n° 91.
[12] p.163.
[13] Ver las indicaciones autobiográficas precisas de su libro Ma vie. Souvenirs 1927-1977, trad. française, Paris, 1978, notablemente, en lo que concierne a su dificultad desde su época de seminarista, de acoger la historia para conocer la Tradición. Hacia el año 1948 él escribió: "Yo había guardado algunas reservas en relación con el movimiento litúrgico y con algunos de sus representantes en los que sentía, por una parte, un racionalismo unilateral y un historicismo demasiado anclado sobre la forma y la autenticidad histórica, por otra parte, una extraña frialdad hacia el valor de los sentimientos que nos hacen experimentar la Iglesia como patria del alma" (p. 67).
[14] Presentación general del Misal Romano, n° 13 : "El sacerdote no reza solamente como presidente, en nombre de toda la comunidad; el reza también en nombre propio, con el fin de cumplir su ministerio con atención y piedad. Sus plegarias son pronunciadas allí en voz baja". (Typica Tertia, n° 33: «Sacerdos. tamquam praeses, nomine Ecclesiae et congregatae communitatis preces effundit, aliquando autem nomine dumtaxat suo. Huiusmodi preces, quae ante lectionem Evangelii, in praeparatione donorum, necnon ante et post sacerdotis communionem proponuntur, secreto dicuntur »).
[15] Ver la Presentación general, n° 12 : "La naturaleza de las partes 'presidenciales' exige que ellas sean pronunciadas claramente y en voz alta y que ellas sean escuchadas atentamente por todos. En consecuencia, mientras que el sacerdote las pronuncia, no habrán otras oraciones ni otros cantos, el órgano y los otros instrumentos permanecerán en silencio" (Typica Tertia, n° 32: «Natura partium "praesidentialium" exigit ut clara et elata voce proferantur et ab omnibus cum attentione auscultentur. Proinde dum sacerdos eas profert aliae orationes vel cantus non habeantur, atque organum vel alia instrumenta musica sileant»).
[16] Hay aquí como un temor del volver a las fuentes de la Tradición, mientras que el espíritu de Juan XXIII y del concilio es un rejuvenecimiento que permite a la Iglesia afrontar los nuevos tiempos (ver el preámbulo de la constitución sobre la liturgia n° 4 y más aún el decreto Perfectae caritatis sobre la vida religiosa -adaptación y renovación- n° 2, que, como me lo subrayó el P. Yves Congar, gran teólogo, debe ser considerado como una de las claves de todo el concilio.
[17] JEAN-PAUL II, Lettre apostolique Dies Domini (31/5/1998), La Documentation catholique 93, 1998, p. 658-682.
Texto original: P. M. GY, "«L'Esprit de la liturgie» du Cardinal Ratzinger est-il fidèle au Concile, ou en réaction contre?": La Maison-Dieu, n° 229, 2002/1, p. 171-178.