Convertirse y seguir a Jesús



El Evangelio de Marcos comienza con dos eventos importantes. Uno primero, cuando Jesús, en Galilea, comienza su predicación invitando a arrepentirse y convertirse pues se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está cerca. Esta invitación contiene tres elementos a tener en consideración.

Es un imperativo en forma de llamada: Jesús invita a arrepentirse; esto conlleva dejar a un lado todo lo que supone oscuridad, egoísmo y pecado. Arrepentirse es dejar a un lado todo lo que estorbe para poder creer más y mejor en Dios y hacer que la vida del creyente sea coherente con su fe.

Pero no basta con arrepentirse: el segundo elemento de estos imperativos está marcado por una invitación al cambio, la conversión. Convertirse es el paso siguiente al arrepentimiento: es la decisión de cambiar y de encaminarse por las sendas que conducen a una mejor condición de vida para el creyente y para todo aquel que va conociendo a Dios. Esa conversión, por otro lado, no es coyuntural, sino una actitud que debe mantenerse a lo largo de la existencia humana y cristiana.

El tercer elemento de este primer acontecimiento en la vida de Jesús, según Marcos, es el indicativo. ¿Por qué hay que arrepentirse y convertirse? Sencillamente porque se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está cerca.

Jesús va inaugurando el Reino y con su presencia, cual Dios humanado, está manifestando que ya el tiempo de las promesas se ha cumplido. Ahora ya es un tiempo nuevo, de plenitud y de salvación. Por eso es necesario tomar actitud de arrepentimiento y conversión. Los imperativos antes señalados son una consecuencia clara de la inauguración del Reino y la llegada de la plenitud de los tiempos.

Por otro lado, a continuación, el evangelista narra un segundo evento. En el fondo es como una aplicación de lo anterior. La invitación y llamada a entrar en la plenitud de los tiempos no es algo fortuito ni algo que se queda para quien pueda asumirlo. Jesús toma la iniciativa y decide llamar a sus primeros discípulos.

Este relato de llamada o vocación va a constituirse como un modelo para todos aquellos que se quieran arrepentir y convertirse; para quienes deseen ser discípulos de Jesús. El Señor llama a los primeros y los pide que lo sigan. La decisión y respuesta fue directa y sin titubeos, pues dejaron todo para ir en pos de Jesús. El Señor les indica que se van a convertir en pescadores de hombres.

A lo largo de su evangelio, Marcos nos presentará –como lo hacen los otros evangelistas- otros ejemplos de llamada y de seguimiento. Lo interesante es el marco de referencia para comprender el porqué el Señor llama y el porqué hay que seguirlo: se ha iniciado un tiempo nuevo, el de la salvación. Ya se están cumpliendo las promesas.

El seguir a Jesús conlleva dejar todo, arrepentirse y convertirse. Así se entra en sintonía con la propuesta que irá enseñando el Maestro durante su vida pública.

Aún hoy, a siglos de distancia, para los creyentes, estos relatos vienen a clarificar nuestra condición de discípulos. No se limita a una mera denominación. Conlleva haber optado por el reino en la plenitud de los tiempos, engrandecida por la Pascua de Jesús.

Esto exige un cambio radical en la vida de los discípulos: estar siempre abiertos y decididos a seguir al Señor; es decir a permanecer en la actitud de arrepentirse y convertirse en todo tiempo.

Y para quienes se han alejado o no conocen al Señor, nuestra vida testimonial tiene que ser una exclamación continua de lo que el Evangelista Marcos nos relata: una llamada, de parte de Dios por medio de sus voceros, nosotros, para que dejen lo que hay que abandonar y convertirse; así se podrá asumir el riesgo del seguimiento como nuevos discípulos del Señor.

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal
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