La Cuaresma, un tiempo para “recentrar” nuestra vida

El próximo 14 de febrero se celebra el Miércoles de Ceniza, que marca el inicio de la Cuaresma. Unos días antes, he recordado un artículo sobre la Cuaresma que escribió en 1993 quien fue obispo auxiliar de Barcelona, Joan Carrera, que comenzaba así: «Acabo de ver en la televisión un pequeño reportaje sobre el Ramadán con imágenes de islámicos postrados y con una detallada explicación de las dificultades que tienen los seguidores de Mahoma que viven aquí para hermanar su ayuno con nuestro tipo de vida… Se me ha ocurrido que quizá también convendría hacer un pequeño reportaje sobre la Cuaresma para los cristianos. ¡Hay tantos que sólo la miran desde la perspectiva del Carnaval!»

La dimensión penitencial está mucho más extendida en nuestro día a día de lo que nos podría parecer. Cuánta gente hace grandes sacrificios para mantener la línea, o cuánta gente va al gimnasio para tener un cuerpo atractivo, o cuánta gente trabaja y estudia horas y horas para alcanzar un reconocimiento profesional, o cuántos deportistas llevan su persona al límite para conseguir un premio.

Nosotros, los cristianos, no nos ahorramos este camino necesario para el crecimiento interior y personal. Ahora bien, hay un elemento fundamental que diferencia nuestras prácticas penitenciales de todas las demás; me refiero a la finalidad con que las hacemos. Sí, nuestra finalidad es reflexionar sobre nuestra vida a la luz de nuestra relación y seguimiento de Jesucristo, dejando de lado todo lo que nos aleja de esta meta. Durante el curso de la vida nos vamos enganchando a muchas cosas que nos parasitan y que, tarde o temprano, nos empiezan a hacer la existencia más pesada, nos hacen perder el tono vital y esperanzado de otros tiempos.

La Cuaresma es, pues, este tiempo de purificación para volver a lo que es esencial en nuestra vida, para reencontrar todo aquello por lo que, realmente, vale la pena vivir, sin perder el tiempo en cosas secundarias. ¡Qué bien nos va este tiempo de reorientación de nuestra vida!

¿Y cómo hacerlo? Algunas de las herramientas que nos ofrece la Iglesia son la oración y los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, y la comunión cristiana de bienes (CEC 1438).

Os invito y me invito a mí mismo a iniciar este tiempo de Cuaresma con mucha fuerza, conscientes de todos los beneficios que puede tener sobre nuestra vida personal y espiritual. Por este motivo y como ya hicimos el año pasado, hemos convocado a todos los jóvenes de la diócesis el próximo domingo día 18 de febrero a las 18.30 h, en la Basílica de Santa María del Mar, a un encuentro muy especial que culminará con la celebración de la Eucaristía.

Si el año pasado fue la cruz de Lampedusa la que nos presidió y pudimos venerar, este año será la cruz de Mosul. Esta cruz proviene de la iglesia de San Simón de Bartella, en las afueras de Mosul (Irak), destruida por Estado islámico, donde la pasada Navidad los cristianos pudieron volver a celebrar la Eucaristía. Una cruz que, a pesar del dolor y el sufrimiento de tanta gente de Irak y Siria, nos debe llevar a la esperanza por el hecho de recordarnos que el amor y el perdón acaban venciendo al odio y la violencia.

Decía Benjamin Franklin: «Después de las derrotas y de las cruces los hombres se vuelven más sabios y más humildes». La cruz es un misterio doloroso que cuando nos llega nos hace tambalear, pero que llevada de la mano de Cristo es fuente de vida, de transformación. Termino con unas palabras de santa Rosa de Lima: «Fuera de la cruz no hay otra escalera por donde subir a Dios».

Hermanos y hermanos, os deseo un buen inicio de Cuaresma.

† Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona
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