Dependen de nosotros
Coincidencias de calendario me llevan a tratar hoy de dos Jornadas distintas pero que tienen mucho en común. Son la dedicada a Manos Unidas y a la Jornada Mundial del Enfermo. El nexo entre ambas es que tanto los pobres del mundo como los enfermos necesitan que alguien les ayude. Requieren solidaridad y dependen de nosotros.
«Comparte lo que importa» dice el lema de este año de Manos Unidas. ¿Y qué es lo que importa?: la dignidad de la persona. En pleno siglo XXI millones de personas padecen hambre, mueren de hambre incluso.
No son seres de lugares desconocidos, sino de países situados a pocas horas de avión, habitantes de la «casa común» en que se ha convertido la humanidad por efecto de las nuevas tecnologías que permiten hablar de la aldea global; una aldea en la que hay de sobras medios para remediar el hambre y combatir con notable eficacia enfermedades comunes.
Unas personas de esta aldea dependen de otras. Ocurre en el Tercer Mundo, pero también en nuestro entorno inmediato, sea porque carecen de lo más necesario, o porque se encuentran enfermas.
La jornada dedicada a los enfermos se inspira este año en unas palabras del Evangelio. Son las que pronunció Jesucristo en la cruz cuando, dirigiéndose a su madre, dice: «Aquí tienes a tu hijo», y mirando al apóstol Juan: «Aquí tienes a tu madre». La Virgen María comienza así su misión en la primera comunidad de cristianos, y San Juan representa la Iglesia, beneficiaria de la redención y de los cuidados maternales de María.
Sí, unas personas están llamadas en distintos momentos de sus vidas a cuidar de otras, o a dejarse cuidar ellas mismas en el aspecto espiritual, pero también en sus mismos sufrimientos físicos.
Esta vocación eclesial de ayuda a los enfermos ha caracterizado siempre a la Iglesia, que ha sido históricamente la que construyó los primeros hospitales —como el de San Pablo y Santa Tecla en Tarragona— cuando los gobiernos estaban aún lejos de instaurar un servicio estatal de salud. Son muy numerosos los fundadores de instituciones eclesiales que pusieron en pie comunidades religiosas al servicio de los que padecen problemas físicos o psíquicos, sean ancianos, personas discapacitadas, enfermos crónicos…
Al terminar las celebraciones eucarísticas en el hospital Juan XXIII se reza una bella oración en la que se evoca a los enfermos y a quienes los cuidan. En este sentido aprovecho para expresar mi gratitud a médicos, enfermeras, sacerdotes, miembros de la pastoral de la salud de las parroquias y a cuantos llevan a la práctica la idea de que nuestros hermanos dependen de nosotros.