Jornada mundial del emigrante y el refugiado

Los datos que se ofrecen de personas emigrantes y refugiadas son cada vez más preocupantes. La ONU informa de que en el mundo hay unos 224 millones de emigrantes; que el país con mayor salida de población es la India, con 16 millones que se han ido, mientras que la nación que acoge a más inmigrantes es Estados Unidos, con unos 47 millones.

Distinguir entre inmigrantes y refugiados no siempre es fácil. En los últimos años han salido de Siria, huyendo de la guerra, cinco millones, acogidos en su mayor parte en Turquía, Líbano, Jordania y algunos países europeos, como Alemania.

Esto son cifras, pero no hay que olvidar que detrás hay personas. El Papa Francisco viene repitiéndolo con palabras y gestos desde el inicio de su pontificado, cuando escogió la isla de Lampedusa para su primer desplazamiento. Quiso denunciar con ello las cuantiosas muertes en el intento de muchos africanos de alcanzar las costas europeas, situación que ha convertido el Mediterráneo en un gran cementerio.

También el sentido de solidaridad, hacia los emigrantes y refugiados, motivó otros viajes del Papa, como los realizados a Grecia (Lesbos), Jordania, Turquía, Birmania, Bangladesh… En todo ellos ha puesto de relieve la necesidad de una acogida solidaria y fraternal a personas que llegan de lejos en busca de mejores condiciones de vida o para salvarse de la violencia que asola sus países.

En un mensaje escrito con ocasión de la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado, que se celebra este domingo 14 de enero, el Papa apela a la solicitud de la Iglesia con los emigrantes, desplazados, refugiados y víctimas de la trata de personas. Dice: «Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia. A cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia. Esta solicitud ha de concretarse en cada etapa de la experiencia migratoria: desde la salida y a lo largo del viaje, desde la llegada hasta el regreso. Es una gran responsabilidad que la Iglesia quiere compartir con todos los creyentes y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad.»
Y afirma que «nuestra respuesta común se podría articular en torno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.» Son términos fáciles de comprender, pero nuestra responsabilidad no es solo entenderlo, sino sentirnos implicados en cada persona que llama a nuestra casa.

† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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