Religiones no cristianas

El 20 de marzo pasado, sólo una semana después de su elección, el papa Francisco hizo una referencia a las relaciones de la Iglesia Católica con otras religiones. Fue al día siguiente del inicio oficial de su ministerio petrino cuando recibió en la sala Clementina del Vaticano a representantes de diversas religiones no católicas y a líderes musulmanes, judíos y de otros credos.

El Papa dedicó especial atención al patriarca Bartolomé I de Constantinopla, a quien nombró como "mi hermano Andrés", en referencia al apóstol hermano de Pedro. En su discurso tuvo también palabras para los hebreos y musulmanes "que adoran a un único Dios viviente y misericordioso y lo invocan en su plegaria". Pero dirigiéndose al conjunto de invitados, en los que había también budistas, sikhs y otros credos, recalcó que la Iglesia es consciente de la importancia que tiene la promoción de la amistad y del respeto entre los hombres y las mujeres de las diversas tradiciones religiosas".

El papa Bergoglio, en este punto, levantó la vista de la declaración que iba leyendo y quiso repetir esta idea de respeto, añadiendo que todos hemos de respetar y custodiar la creación y reconocer la influencia positiva de las religiones en la búsqueda de la justicia, la reconciliación y la paz. Son palabras y gestos que van muy en la línea de un documento del Concilio Vaticano II titulado Nostra aetate (Nuestro tiempo), que supuso un avance muy importante en la comprensión de las religiones no cristianas.

Hasta mitad del siglo pasado se hablaba de quienes las seguían como "los infieles" y se debatían las condiciones en que podrían salvarse, con referencias a una fe implícita, pero no se valoraba lo que en ellas podía haber de bueno y verdadero. Se dejaba así, de un plumazo dialéctico, fuera de toda observación a religiones con una gran historia y millones de seguidores, como el propio islamismo, el hinduismo o el budismo.

La Constitución Lumen Gentium recogió que "todo lo que de bueno y verdadero hay en estas religiones, la Iglesia lo ve como una preparación al Evangelio". El giro copernicano era ya un hecho, reforzado por el documento mencionado Nostra aetate, que expresa el hecho de que tanto la religión católica como las demás intentan dar respuesta a los enigmas e inquietudes profundas del corazón humano".

Haciendo referencia a los hebreos, señalaba el error de considerar a los judíos en general los autores de la muerte de Cristo. Y decía que ni los de aquel tiempo pueden ser tomados como los exclusivos verdugos de Jesucristo, que murió para redimir los pecados de los hombres de todas las épocas, desarrollando la idea de que la crucifixión fue, en sentido místico, obra de todos los pecadores.

No hay duda de que, en la senda de sus predecesores, el papa Francisco dará pasos muy notables en el camino ecuménico y en el de la compresión y estima de las personas de todas las religiones, también las no cristianas.
Volver arriba