Tiempo de Cuaresma
¿Qué es la realidad para la Iglesia? En primer lugar la vida, la vida que él nos regala y la vida él que nos trae; en segundo lugar el amor al prójimo, el contacto con la carne de Cristo, y en tercer lugar, volver a entrar en contacto con nuestro deseo, con nuestro más profundo.
Cuando decimos que volver a Dios es recontactarnos con la vida, no estamos hablando de la vida biológica, como normalmente la conocemos, estamos hablando de la vida como don de Dios, como regalo de Dios, y la vida como don de Dios es lo imprevisto, es la sorpresa.
Cuando nace un niño nos alegramos tanto, porque en el fondo pensamos ¿qué va a ser este niño?, ¿cuánto futuro?, ¿qué imprevisto va a acaecer en su vida?
La vida tiene que ver con lo imprevisible, no con lo que controlamos; creemos que controlamos la vida porque vivimos en un tiempo en el que hemos avanzado mucho en la ciencia y en la técnica, entonces creemos que podemos prever todo y no nos asombramos de nada.
Creemos que todo está previsto, controlado, que todo lo tenemos dominado; la ciencia nos ha enseñado, en cierto modo, el dominio de las cosas, no tanto lo que son las cosas, sino el dominio de las cosas.
La vida entendida por el Evangelio es don de Dios y es sorpresa, por eso la Cuaresma vuelve a poner a nuestro corazón en espera y en contacto con la intensidad y la pasión de una vida, don de Dios y sorpresa, que siempre es una novedad.
En tercer lugar volver a contactarnos con la carne de Cristo que es la carne de mi hermano. En este tema el Papa se detiene muchísimo, cuando dice comentando el texto del Evangelio de Mateo, “Cuando aumenta la malicia también se enfría el corazón”, en este tema de volver a contactarnos con la carne del hermano, tenemos que evitar que el corazón se nos enfríe.
Por eso, el ayuno y la limosna son los caminos de la Cuaresma; el ayuno porque en el fondo nos ayuda a revivir en una muy pequeña dosis en nosotros, lo que es el hambre del pobre.
Yo tenía un amigo español, que había pasado una guerra tremenda, la Guerra Civil española, pero le había quedado el hábito de comer pan con aceite, porque me decía: “En la guerra de España, cuando yo era chiquito, y veía el pan con un poquito de aceite de oliva, era lo que me daba felicidad porque era lo único que tenía para comer, por eso ahora, en el tiempo de prosperidad, no me puedo sacar la costumbre de comer el pan con aceite porque allí veo condensada la felicidad”.
Ayunar de verdad es tratar de vivir en mi corazón, la suerte del pobre cuando tiene hambre, o cuando le falta lo indispensable.
La limosna es hacer el corazón más blando, más flexible para poder, con generosidad, socorrer a nuestros hermanos; la limosna nos vuelve más cercanos ¿qué necesita aquel que tengo al lado? Salgo de la frialdad y vuelvo al campo caliente y pasional del amor al prójimo, que para los cristianos es lo que le da sentido a la vida. Si nos hemos enfriado mucho, volver, volver a contactarse con la carne de Cristo.
Y finalmente, volver, es volver a contactarse con nuestro deseo más profundo: la oración. La oración es un intercambio de deseos, el deseo del ser querido, que es el deseo del Señor y el deseo mío, pero para eso tengo que volver a pensar y a revivir ¿dónde está mi ansia más profunda?
Muchas veces nos vamos lejos de lo que deseamos en realidad, muchas veces negamos realidades, para ocultar nuestro deseo más profundo; la Iglesia lo que nos pide en este momento es desnudar ese corazón, para presentarle en este momento, así como está, su deseo más profundo de Él.
Que el Señor nos conceda este camino de recontactarnos con la vida verdadera, con la carne del hermano y con nuestro deseo más profundo para vivir hondamente este tiempo de Cuaresma y así poder morir con el Señor para resucitar con Él.
Qué Dios los bendiga y nos encaminamos entonces con alegría hacia la Pascua.
Oscar V. Ojea, obispo de San Isidro