La familia: sobre roca o sobre arena
Desde que el salmista describió esta escena han pasado muchos siglos, pero nos sentimos identificados con ella. ¿Hay algo más emotivo que contemplar el amor en el seno de una familia en la que los padres son el fundamento y los hijos fruto de este amor verdadero?
Es una escena de la vida diaria o, según el ajetreo de la vida moderna, al menos de los fines de semana o de las celebraciones festivas. Compartir la comida, la conversación, las alegrías y las inquietudes… podría ser el cuadro de una familia feliz. Dejándonos llevar por el símil con una casa, según el conocido texto evangélico, podríamos decir que es una casa construida sobre roca en la que una pareja que se ama sigue los caminos del Señor —a veces quizá de modo poco consciente— y está abierta a los hijos, que son su gozo y su corona.
En Amoris lætitia el Papa nos habla de estas familias, en las que un hombre y una mujer deciden libremente su mutua donación y poner su vida en común; pero también nos habla de aquellas construidas sobre arena, no voluntariamente, sino por egoísmo, falta de preparación o por dejarse llevar por modas de la época. Son las que se fundamentan en la cultura del individualismo o de la provisionalidad, que huyen de un compromiso permanente ya de entrada, como si la palabra entrega fuera una exigencia excesiva.
La exhortación apostólica no condena a estas familias, ni a las uniones irregulares, ni a las parejas que viven juntas o a las que dan una importancia excesiva al banquete nupcial, como si fueran las bodas de Camacho, según el relato del Quijote. No es una exhortación condenatoria. Si hay algo nuevo en La alegría del amor es la actitud con que la Iglesia afronta estas realidades. No aplica fríamente criterios generales a casos concretos. Se acerca a ellos desde la proximidad y la misericordia.
Las construcciones sobre arena deben ser reforzadas, no derribadas, comprendidas y apreciadas para poder así ayudarlas.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y Primado