La secularización
Estamos en un novedoso momento de la historia de la humanidad. En este cambio epocal, vivimos la paradoja de un resurgimiento inusitado de lo religioso, en una sociedad, sobre todo sus élites dominantes y pensantes, que rechaza o pretende dejar de lado lo religioso par instaurar la valoración de la vida y convivencia de los pueblos sobre las propuestas del poder. Es lo que los autores llaman las religiones civiles o ateas.
Los creyentes tendemos a tener una actitud negativa y pesimista del fenómeno de la secularización. El nivel más profundo del cambio de época está en lo cultural. El fracaso de las ideologías dominantes, para dar respuesta a la búsqueda más profunda del significado de la vida, ha permitido que emerja como valor la sencillez y el reconocimiento en lo débil y pequeño de la existencia, lugar donde la religión cristiana adquiere una gran capacidad y potencial que no puede ser minusvalorada.
El Concilio Vaticano II marcó el camino, la clave, para entender el fenómeno de la secularización, desde una actitud cordial y de diálogo con los nuevos paradigmas de la cultura emergente. Afirmó la Constitución sobre la Iglesia y el mundo moderno, la autonomía de lo temporal y la autonomía de lo religioso.
Una auténtica fe se construye sobre la base de lo secular, respetando ambas su propia dinámica y enriqueciéndose mutuamente, ya que invita a una madurez e independencia en la toma de las decisiones más hondas que marcan el sentido de la vida. El empuje de lo trascendente, del más allá, le da mayor hondura al quehacer cotidiano. Desde esta óptica, la fe religiosa se vigoriza y aporta lo específico suyo a la realidad temporal.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo