La unidad de los cristianos, un reto
El lema de este año quiere ir al núcleo para recordarnos que es el Señor quien sostiene nuestra vida, es Él quien hace maravillas y hace posible lo que a nuestros ojos parecería inalcanzable. Nuestros hermanos cristianos del Caribe, de tradiciones diversas, han hecho experiencia de la mano poderosa de Dios en el fin de la esclavitud. Los pueblos del Caribe conservan un canto de victoria sobre la opresión de la esclavitud. Se trata de un canto de libertad que los une. Actualmente afrontan nuevos retos que amenazan otra vez con esclavizar y deteriorar la dignidad del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. La dignidad humana no se puede perder, pero con frecuencia se oscurece por el pecado personal. Este pecado provoca que a menudo nuestras relaciones sociales carezcan de la justicia y compasión que honran la dignidad humana. El pecado desvanece el amor y el respeto en nuestras relaciones y deriva en situaciones de pobreza, violencia, injusticia, pena, dolor y angustia, que afectan de manera significativa la dignidad humana. Nuestro mundo no lo cambian las estructuras, sino las personas; no lo cambian los sistemas, sino la calidad de nuestras relaciones humanas. Cuando estas se mueven siguiendo los criterios de Jesús, todo se renueva. Dios quiere que los humanos vivamos unidos y en verdadera concordia. La víspera del sacrificio de la cruz, Jesús mismo rezó al Padre por sus discípulos y por todos los que creeríamos en Él. Jesús rezó al Padre: «para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti» (Jn 17,21). Jesús nos invita a que nos hagamos propia esta oración para que se vaya forjando una comunión viva y vivificante que, poco a poco, transforme nuestras relaciones humanas. Transformando estas relaciones interpersonales, se transformará el mundo.
Señor, sabemos que tu llamada es a la comunión en ti y contigo. Una comunión que acoge y respeta la diversidad, que aprecia y valora la diferencia, que no tiene miedo de buscar la verdad. Una fuerza de comunión que recibimos de ti en la Eucaristía y que si la dejamos actuar puede rehacer lo roto o regenerar lo que se agrieta. Señor, te pedimos perdón por nuestra incapacidad de vivir unidos todos los cristianos. Señor, aunque lentamente, hace ya varias décadas que vamos aproximando posturas. No es sencillo, pero sabemos que Tú nos acompañas.
En el ámbito del diálogo para la unidad de los cristianos, en el diálogo ecuménico, venimos de un año 2017 marcado por la conmemoración del 500 aniversario de la Reforma luterana. Esta efeméride ha sido una buena ocasión para hacer una reflexión serena. Durante demasiado tiempo, los cristianos de diversas confesiones hemos vivido en un clima de desconfianza y rivalidad. En este sentido, el papa Francisco nos invita a hacer «un estudio atento y riguroso, libre de prejuicios y polémicas ideológicas, que permita a las Iglesias discernir y asumir lo que de positivo y legítimo había en la Reforma, y distanciarse de los errores, exageraciones y fracasos, reconociendo los pecados que llevaron a la división» (Lutero, quinientos años después, congreso celebrado en la Ciudad del Vaticano el 31 de marzo de 2017).
Estimados hermanos y hermanas, acabo mis palabras invitándoos a intensificar la oración por la unidad de los cristianos. El próximo jueves 18 de enero, en la catedral de Barcelona, iniciaremos esta Semana de Oración con un acto ecuménico organizado por la Delegación Diocesana de Ecumenismo y Relaciones Interreligiosas.
† Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona