¿Por qué la Compañía se desmarca de Juan Masiá?
Hoy por hoy, la Compañía no tenía otra salida, si no quería acabar con la incipiente luna de miel con el nuevo Papa. Durante todo el larguísimo pontificado de Juan Pablo II, los jesuitas pasaron su particular calvario. Un invierno que duró demasiado y los situó en los márgenes de la institución eclesial. Profecía sí, pero no a cualquier precio.
Desde que llegó Benedicto XVI al solio pontificio, la Compañía intenta acercarse al nuevo Papa que, por su parte, está dando muestras de "deshielo". Hay otro tono, otra etapa. Se atisba el fin del ostracismo. El Papa Ratzinger aceptó la renuncia de Kolvenbach, recibió a los teólogos jesuitas, podría nombrar a alguno para la Curia y hasta cita a San Ignacio en sus discursos.
Y la Compañía se agarra con uñas y dientes a esta tabla de salvación. Aún a costa de desmarcarse de uno de los suyos. Le pidieron más: que lo condenase. Y la Compañía optó por el mal menor: desmarcarse públicamente de él, pero sin condenarlo. Así se cubre la institución y se salva (al menos, por ahora) a uno de los suyos. La institución tiene que salvarse por encima de todo. La Compañía respira un poco y no quiere volver a asfixiarse.
Otras razones de menor calado han intervenido en el pronunciamiento de la Compañía contra Masiá. Por ejemplo, que lo que dice el profesor jesuita tiene que ver con el sexo. Y la "piscina del sexo", tabú en la Iglesia, le pasa factura. Todos saben en la Compañía que lo que dice Masiá va a misa teológica y bioéticamente. Pero eso es algo, que, hoy por hoy, no se puede sostener en la plaza pública y tiene que quedar reservado ad intra.
La animadversión que siente hacia él su compañero Juan Antonio Martínez Camino también jugo en contra de Masiá. Porque el secretario del episcopado tiene, en estos momentos, mejores y más poderosos amigos que el profesor. Camino tiene "enfilado" a Masiá desde hace años y se lo está haciendo pagar o, al menos, no hace nada para pararle el golpe.
Por otra parte, el provincial que firma la nota es Elías Royón, uno de los candidatos a suceder al padre Kolvenbach en 2008. Y para ser "Papa negro" hay que dar pruebas de firmeza. Si no hubiese actuado contra Masiá, Royón habría quemado todas sus naves de cara a la sucesión.
En cualquier caso, el margen de maniobra que le queda al profesor Masiá es ciertamente estrecho. O sigue adelante y corre el riesgo de ser expulsado de la Compañía (o al menos de convertirse en otro "jesuita sin papeles" como Díez Alegría) o da marcha atrás, renuncia a la línea profética y deja de salir en los medios. Porque, al final, lo único que preocupa a la institución es que sus disidentes salgan en los medios de comunicación.
Difícil "papeleta" para Juan Masiá, que se encuentra de viaje en Japón, donde asesora a los obispos católicos de aquel país. Haga lo que haga, lo hará en conciencia. Porque el profesor es un hombre de conciencia. De los que no quedan muchos ni siquiera en la Iglesia. Que Dios le ilumine, profesor. Y, haga lo que haga, siempre contará con nuestra simpatía y nuestro apoyo.