Fuego amigo contra el Papa
Kasper, jefe de filas del sector moderado del Sínodo, no pone nombre (por prudencia y por no entrar en el cuerpo a cuerpo directo) a los 'enemigos' papales. Pero, en los ambientes eclesiásticos, todo el mundo sabe que se refiere al sector más conservador del Sínodo y a sus terminales mediáticas.
Ese mismo sector que filtró una carta de 13 cardenales (reducidos después a 6), que so capa de cuestionar la metodología del Sínodo, lo que planteaba en el fondo era una auténtico golpe de Estado contra el Papa. Entre los firmantes que dieron la cara: Caffarra, Collins, Dolan, Eijk, Sarah o Urosa Savino.
Tanto los que permanecieron firmes como los que se dieron de baja (Müller, Piacenza, Erdo, Scola, Pell o Napier) pretendían que el Sínodo no tocase para nada lo que llaman “principios doctrinales innegociables”. La tesis que expuso el cardenal húngaro, relator del Sínodo, con total claridad.
A la galaxia rigorista de dentro y de fuera del Vaticano le parece que la dinámica del Sínodo es, en sí misma, perversa, por el sólo hecho de plantear y discutir temas sedimentados y fijados para siempre en el 'museo' de la doctrina.
Al no conseguir parar la maquinaria sinodal desde dentro, intentaron hacerlo desde fuera. Con una maniobra más que sibilina. Algunos obispos la calificaron de demoníaca y otros, de apocalíptica. Y es que la galaxia fundamentalista se inventó y publicó, a través de sus terminales mediáticas, una enfermedad papal. Un tumor cerebral, pero benigno.
Un montaje que se demostró falso desde el principio al final (hasta con fotos retocadas), pero que estaba destinado a inocular una idea perversa: El Papa está enfermo de la cabeza, está 'tocado'. Y, por lo tanto, las aperturas que pueda hacer no tienen valor ni se le pueden tener en cuenta, porque proceden de un 'loco'. Una jugada perfectamente calibrada y escenificada, para desactivar el Sínodo y dejar herido de muerte al Papa que no les gusta.
Pero Francisco está bendecido y ni siquiera las “asechanzas del Maligno” parecen poder con él. Porque, una vez descubierta, la maniobra se está volviendo, como un boomerang, contra los rigoristas de dentro y de fuera. Algunos, de hecho, ya comienzan a recoger velas. Como el prefecto de Doctrina de la Fe que ya comienza a admitir que puede haber excepciones en lo referente a los divorciados vueltos a casar.
Y el Papa, como siempre, sale reforzado. La inmensa mayoría de los sidonales está haciendo piña con él. Y el Sínodo será, como quiere Francisco, el golpe de timón definitivo que conduzca a la nave de Pedro hacia las aguas evangélicas de la misericordia. Poco a poco, sin grandes decisiones que puedan provocar rupturas, pero empistando la nave. Porque, casi siempre, lo mejor es enemigo de lo posible.
Pero la barca va. Y el Papa rema. Y la inmensa mayoría de la Iglesia (y del mundo) con él. Mientras, los rigoristas inteligentes se le envainan. Y los más ideologizados amenazan con tirarse al monte y enarbolan el espantajo del cisma. ¿Un cisma en contra del Evangelio? Sería el primero de la historia de estas características.
José Manuel Vidal