El Papa marca la línea roja para el Sínodo
La posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan acercarse a la comunión es uno de los asuntos más polémicos del Sínodo. Tanto en su primera parte, ya celebrada, como en la segunda, que comenzará el 4 de octubre y marcará la agenda eclesial, junto al Año de la Misericordia. De hecho, varios cardenales de tronío (entre ellos, el prefecto de Doctrina de la Fe, cardenal Müller) se posicionaron públicamente contra la eventualidad de que se pueda tomar tal medida.
Con su intervención de hoy, Francisco marca una línea roja para el Sínodo. A partir de ahora, los eclesiásticos que quieran seguir impidiendo el acceso de los divorciados vueltos a casar a la comunión sabrán que se están oponiendo a lo que piensa, cree y quiere el mismísimo Papa. Podrán hacerlo, porque Francisco ha querido expresamente que, en el Sínodo, no haya temas tabúes ni cerrados. Podrán incluso discutirlo y exponer sus razones. Pero sabiendo que llevan las de perder. Porque, en la Iglesia, lo que piensa el Papa “va a misa”.
Por otra parte, lo que hoy dijo el Papa es doctrina común, asumida desde siempre por la Iglesia. En efecto los divorciados no están excomulgados. La excomunión es una pena eclesiástica y, como tal, exige o bien un juicio previo por una causa gravísima (entre las que no está el divorcio) o bien que el pecado cometido caiga bajo excomunión 'latae sententiae'. Es decir, que por el mero hecho de cometer ese pecado se quede excomulgado automáticamente.
Tal es el caso del aborto. Tanto para la que aborta, como para el médico que lo practica o incluso, para el legislador que legisla a favor de la interrupción del embarazo. Al menos, en teoría. Porque en la práctica, ni siquiera en este caso, que la Iglesia considera gravísimo, se ha activado la excomunión para los políticos que, en el Parlamento español por ejemplo, han aprobado sucesivas leyes del aborto.
El Papa recuerda, pues, que los divorciados no están excomulgados, no están jurídicamente fuera de la Iglesia y, por lo tanto, forman parte de ella. La consecuencia lógica que se sigue es que, si forman parte de la Iglesia, tienen derecho a participar en sus sacramentos. Hasta ahora, un divorciado puede participar y recibir algunos sacramentos, como el de la penitencia, o asistir a la eucaristía. Eso sí, puede ir a misa, pero no puede acercarse a comulgar y, si lo hace, el sacerdote puede negarle la comunión.
Esa es la praxis con la que quiere acabar el Papa, inaugurando una nueva era de misericordia activa y efectiva en la Iglesia. Por mucho que se empeñe a contrario la vieja guardia cardenalicia y los sectores eclesiales más conservadores. Francisco no cambia la doctrina, la hace más evangélica. Y nadie en la Iglesia puede oponerse a lo que dice el Evangelio. Ni siquiera a lo que dice el Papa. 'Roma locuta, causa finita'.
José Manuel Vidal