El Papa verde visto desde Camboya

Sin todavía poder leerla a fondo, vista desde Battambang, la diócesis del español Kike Figaredo, está encíclica de Francisco parece todavía más verde y más 'franciscana'. Éste es uno de los países más pobres del mundo, pero también uno de los más verdes. Y sin embargo, también hasta aquí llega la presión de los gigantes internacionales que quieren el máximo beneficio, sin pensar en las consecuencias para las personas. Y éstas, las pobres de los pobres, son las que pagan las consecuencias.

Por ejemplo, en los pueblos de esta inmensa prefectura no hay agua corriente ni electricidad. Y lo que es peor para los que no tiene otra cosa de la que vivir que de la madre tierra: su ciclo se altera cada vez más. "El cambio climático es aquí una realidad", dice monseñor Figaredo, mientras nos acompaña a visitar las escuelitas que sembró entre los arrozales para los niños de los campesinos.

Y el prefecto apostólico asturiano lo explica con la pizarra de los campos de arroz absolutamente secos delante. Hace ya más de un mes que estas tierras deberían estar cubiertas de agua, para que la gente pudiese sembrar el arroz del que viven. Aquí todo es arroz y todo gira en torno a este cultivo.

Pues las aguas no han llegado. El monzón no ha empezado y la tierra se agrieta esperando al agua que, al final llegará, pero con un retraso que repercutirá sobre la cantidad y la calidad del arroz cosechado. Y cuanto menos arroz y de peor calidad, más hambre en familias enteras.

Y la gente acude a Kike, que no puede ayudarlos a todos. Eso sí, les anima a que recen y a que tengan confianza, porque Dios proveerá. Y pone en marcha iniciativas como regalar sacos de arroz y concentrados de vitaminas a las ancianas más pobres o dar un saco de 25 kilos de arroz al mes a casa niño que va a la escuela, para que sus padres no los hagan trabajar y les impidan el acceso a la educación. Un pequeño alivio, un poco más de paz en el corazón, pero la misma angustia en el estómago.

"El agua es vida. Este país sin agua muere y cada vez llueve menos y con más retraso", explica Figaredo, mientras e congratula de que el Papa Francisco se hay convertido en el defensor de los más pobres. D estos niños de ojos grandes y bellos que miran a Kike Figaredo como a un padre, le llaman 'lokpok' (señor padre) y le saludan con las manitas derechas delante de sus caritas de miel.

Una encíclica como un aldabonazo en la conciencia de los poderosos que crean una sociedad inhumana y de la gente que vive satisfecha con las migajas que caen de la mesa de los Epulones de turno. Aquí, si la madre tierra flaquea, enferma o sigue herida, ni siquiera llegan esas migajas de las mesas capitalistas.

José Manuel Vidal
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