El abrazo de Francisco y Pedro, ¿un sueño?

Como en todo lo demás, el viaje de Francisco a Brasil va a consagrar un nuevo estilo de peregrinación papal. Visitas sencillas, sobrias, proféticas, sin boato ni pompa, con total austeridad. Como en Lampedusa, pero con millones de personas. Una nueva forma papal de viajar en la que, quizás, quepan también las sorpresas de última hora. Y puestos a soñar, yo sueño con una muy especial: el encuentro entre el Papa y Pedro Casaldáliga. El abrazo de Francisco a Pedro, ¿un simple sueño?

Sé lo ocmplicado de que resultaría realizar ese abrazo. Si el Papa se acerca a Sao Felix (aunque sea de incognito), para visitar al obispo de los pobres y de los indios, postrado en una silla de ruedas, se plantean problemas de seguridad. No es fácil cruzar el Amazonas en un helicóptero sin ponerse en riesgo. Pero quizás pueda hacerlo en una pequeña avioneta. Sin avisar. Casaldáliga está siempre preparado, en medio de su parkinson galopante, pero con su mente sana y en forma. Dispuesto a rezar al Padre con el Papa por el Reino. E, incluso, a ofrecerle un poema a la "caminhada" de Francisco.

También podría desplazarse Casaldáliga a Rio para ver al Papa. Está mal, pero no tan mal como para no poder viajar. Hace pocos meses, el Gobierno tuvo que sacarlo de Sao Felix por las amenazas de muerte que recibió. Y van...Para que el prelado pudiese visitar al Papa en Rio, el Gobierno o la Iglesia brasileña tendrían que poder a su disposición los medios logísticos necesarios. Casaldáliga, obispo pobre de los pobres (cuando no se llevaban los obispos pobres), nunca los tuvo.

En Rio o en Sao Félix, el encuentro llenaría de significado (aún más) la visita de Francisco. Sería una especie de rehabilitación romana para Casaldáliga, otrora mal visto por la Curia y por el propio Vaticano. Mal visto, señalado y perseguido. Y tildado de hereje o comunista...Intentaron tumbarlo, desprestigiarlo, ningunearlo, pero él resistió, como roca firme. Y se convirtió en icono mundial de la entrega generosa, de la santidad solidaria, del compromiso.

Y desde su retiro en la selva siguió irradiando evangelio puro y duro al mundo entero. Siguió predicando una Iglesia pobre y samaritana. Entregada a los últimos, abierta a la esperanza, posibilitadora del Reino, amiga de las causas más nobles del hombre. Todo eso que, ahora, está recuperando Francisco, pero que, no hace mucho, era motivo de lesa eclesialidad.

Un reconocimiento a una forma de ser y de vivir el Evangelio de los pobres, los preferidos de Cristo. Una forma de ser y de hacer Iglesia. Un homenaje al símbolo de esa corriente liberadora y, con él y en él, a toda la Teología de la Liberación. La que nos enseñó a poner a los pobres en el centro, la que nos lanzó hacia la "opción preferencial", la que nos descubrió la historia, la economía, la cultura y la política desde las víctimas.

Pedro y Francisco, dos profetas que ojalá se reencuentren. El abrazo del Papa de Roma a Casaldáliga representaría esa nueva síntesis que presigue Francisco de una Iglesia de la misericordia y de la ternura que, como la columnata de Bernini, abre sus brazos para acoger a todos en su seno.

Puede que sea difícil, pero sería tan bonito, tan bello y tan esperanzador. Puede que sea difícil, pero no para un Papa como Francisco, que nos tiene acostumbrados ya a tener detalles de ésos que esponjan el alma y rompen protocolos y agendas.

¡Hágalo, Santidad! Pida que le lleven a Sao Félix o que le traigan a Rio a Pedro Casaldáliga. Y fúndase con él en un abrazo de esos que sólo usted sabe dar. El abrazo de Pedro a Pedro.

José Manuel Vidal
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