Se la ataca y se la copia

JOSE MANUEL VIDAL.- Mirando de reojo a Francia,

Bautismo

la España secularizada pero con alma religiosa quiere levantarle un altar al laicismo. Palos a la religión de siempre hasta llamarla «casposa», pero con evidente nostalgia religiosa. Esta misma semana, todas las fuerzas parlamentarias salvo el PP constituyeron una plataforma para impulsar el laicismo y hacer frente al «dogmatismo». Y mientras arrecian los ataques a la Iglesia católica, se copian sus ritos de siempre. Son los sacramentos laicos.

Porque el laicismo necesita fórmulas, símbolos y ritos para las celebraciones de la vida. Son los ritos de paso que la Iglesia sacramentalizó y que, ahora, se secularizan. Escapan del ámbito sagrado para ir al civil. Una especie de sacramentos civiles.

Como dice el sociólogo de la religión Juan González-Anleo, «los que no creen en la religión necesitan el olor de lo sagrado, el perfume de lo religioso». Un poco de liturgia sin cura pero con alcalde u oficiante laico, la nostalgia del sacramento, el olor a incienso y a cera, la ritualización de los grandes momentos que dan sentido a la vida. Muchos católicos bautizados desertan de los sacramentos. Sobre todo, de los llamados «sacramentos duros», los que exigen compromiso personal, como la confesión y la confirmación. Los propios obispos reconocen que «nunca los confesonarios han estado tan vacíos». Pero incluso sufren anemia aguda sacramentos blandos como el bautismo, la primera comunión, el matrimonio o los ritos funerarios.

Quizás por eso, los sacramentos civiles son un hecho, incipiente pero ya visible. ¿Se trata del surgimiento de algo nuevo o de simples fuegos de artificio mediáticos? ¿Está perdiendo la Iglesia el monopolio de los ritos de paso, que le aseguraban una clientela fiel y constante y una presencia, por muy superficial que fuese, en los momentos claves de la vida de la gente? ¿Se termina, como dicen algunos teólogos, la era de la sacramentalización? ¿Siente una nostalgia irrefrenable de lo religioso una sociedad cada vez más secularizada y sin alma?


BAUTISMO


«Me lo diste moro y te lo devuelvo cristiano», decían las madrinas, cuando devolvían a los bautizandos a sus madres. «Me lo diste moro y te lo devuelvo ciudadano», pudo haber dicho Corina, la madrina del pequeño Marcel Planell. Porque Corina fue la madrina de un bautismo especial. Sin cura, sin iglesia y sin agua. Su ahijado se convirtió en el primero que, de forma oficial, recibía su título de ciudadanía en un acto público.

La ceremonia tuvo lugar en el salón de plenos del Ayuntamiento de Igualada (Barcelona), presidida por el alcalde Jordi Aymamí del Partido Socialista de Cataluña. Con un rito sencillo: lectura de dos fragmentos de la Carta de los Derechos de los Niños de la ONU, palabras de agradecimiento de la madre y música de Bach.«Marcel, seas bienvenido», concluyó el alcalde. Los padrinos firmaron el documento acreditativo de la ceremonia, y fiesta familiar por todo lo alto. Porque el negocio se apunta a todo.Y eso que el secretario de la Confederación empresarial de hostelería de Cataluña, J. Biosca, no lo ve con buenos ojos: «Los demás me van a matar, pero estoy convencido de que no es bueno mezclar los negocios con este tipo de asuntos».

Las reacciones no se han hecho esperar. Para Angel Acebes, estos bautismo son «una payasada». Para el primado, monseñor Cañizares, «una estupidez radical». «No pretendemos sustituir el bautismo.Es una alternativa para agnósticos o incluso puede ser una ceremonia complementaria de la católica», justifica Mari Angeles Gabarró, concejala del PSC de Igualada.

Ya en octubre de 2000, el ayuntamiento de Barcelona, presidido por Joan Clos, estudió realizar este tipo de ceremonias. Y, cuando todo estaba listo, el alcalde frenó la iniciativa «por temor a las posibles reacciones de la Iglesia». Lo mismo pasó en Granada.

Los bautismos civiles, una vieja tradición republicana francesa, son consecuencia de la separación Iglesia-Estado que se instauró tras la Revolución de 1789. Se les llama «bautismo republicano» o «celebración de la imposición del nombre». En Francia, Inglaterra o Gales se siguen haciendo de manera habitual.


PRIMERA COMUNION


No todos los niños españoles hacen la Primera Comunión vestidos de marinerito o de princesa. Según la Conferencia Episcopal, un 33% de los pequeños entre 7 y 10 años no recibe este sacramento.Curiosamente, un porcentaje mucho más elevado que el de los españoles que confiesan no ser creyentes, menos del 8%, según el Centro de Investigaciones sobre la Realidad Social. Esto no significa, sin embargo, que una parte considerable de las familias españolas prescindan de una celebración que, según los sociólogos, es un rito de iniciación a la adolescencia que la Iglesia católica santificó pero que está presente en todas las culturas y que conviene conservar. Parte de las familias agnósticas optan por organizar una fiesta alternativa en la que no faltan los regalos ni el ágape: una comunión por lo civil. Paula y Simón son una pareja joven de Madrid. Los dos, ingenieros y los dos, agnósticos.Pero su hijo Luis Salvador estudia en un colegio de frailes.«Como allí todos sus amigos hacían la comunión y recibían regalos, él también quiso». Y se la montaron por todo lo alto. Con todo menos la hostia consagrada, el librito de nácar, el traje de marinerito o el rosario. Precisamente lo que menos le importaba a Luis.


CONFIRMACION

El rito cristiano que abría el paso de la adolescencia a la edad adulta era, y sigue siendo para algunos, la confirmación, uno de los sacramentos menos valorados socialmente. La mayoría no se confirma y algunos chavales y padres optan por un sustitutivo: la puesta de largo.

Importada de Latinoamérica, sobre todo por la enorme influencia de las telenovelas, algunas familias organizan una fiesta con amigos y familiares para festejar el paso de la adolescencia a la edad adulta, normalmente en la fecha simbólica de los 15 años. Susana Martínez, hija de un directivo de empresa y una abogada, va a montar su puesta de largo el próximo mes de diciembre.Y sus padres le han organizado una fiesta por todo lo alto en un salón de bodas y comuniones de Las Rozas.

«Además de la fiesta y del banquete, estamos pensando en montar algún gesto que simbolice que nuestra hija es ya toda una mujercita.Sus compañeras le van a leer poemas, sus amigas le harán un retrato con sus sueños, pero no acabamos de encontrar el rito. En eso, la Iglesia nos lleva siglos de ventaja», dice Paula, la madre de Susana.


MATRIMONIO

Hace años que la Iglesia perdió el monopolio de la celebración de las bodas. Aunque la mayoría de las novias españolas siguen casándose por la Iglesia. «Entre otras cosas, porque luce más», es una respuesta habitual. Alcaldes, concejales y jueces de paz ofician habitualmente matrimonios civiles en España. Pero los juzgados resultan muy anodinos. Por eso, proliferan empresas dedicadas a montar bodas civiles por todo lo alto. Con sus correspondientes páginas web. Por ejemplo, todobodas.com ofrece un amplio abanico de lugares y de ceremonias de todo tipo. Hay hasta oficiantes profesionales. Fede Muñoz, de Barcelona, se anuncia así: «Oficiante para tu boda civil. Realizo ceremonia emotiva y solemne en castellano y/o catalán, con música adecuada para la misma. Me desplazo a cualquier punto de Cataluña». Ricardo y Sonia se casaron este verano. Y como no son creyentes, pero querían una boda «original», contrataron los servicios de un actor profesional, que actuó de juez y ofició su ceremonia de forma impecable. «Fue como una boda de película. Con los anillos, el juramento y todo. Tan bonita que mucha gente lloró. Sobre todo, cuando mis amigas me leyeron un lindo poema y mi padre, una carta preciosa», recuerda la novia.


RITOS FUNERARIOS


Al crematorio del cementerio de La Almudena llegan los coches fúnebres cada media hora. Hay dos salas preparadas para recibirlos.Con dos oficiantes muy diferentes: un cura y una azafata. El sacerdote se encarga de los ritos fúnebres de los católicos y la azafata, de los que no quieren exequias religiosas.

En un ambiente austero, la azafata pone una suave música de fondo, asegura que el cuerpo del finado va a ser incinerado, corre la cortinilla, le da a un botón, la caja se va y los familiares firman el consabido papeleo. Para salirse del guión establecido, hay que pedir permiso a la azafata y hacerlo con rapidez. El acto no puede prolongarse en demasía. Patricio sólo tuvo tiempo de leer cuatro estrofas de las coplas de Jorge Manrique, que su padre le recitaba de memoria cuando era un niño. Y sin su música preferida, el Adagio de Albinoni.

Pero también hay servicios funerarios especializados. Como los de ultimoadios.com, que ofrece «un yate de 9 metros de eslora y 3 metros de manga para esparcir las cenizas de su ser querido en el mar, en un acto íntimo y respetuoso, sin sentirse observado por los demás y lejos de las miradas de los curiosos». Por sólo 250 euros.
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