El cambio de registro de Blázquez

Expectación sobre lo que el presidente de los obispos iba a decir acerca de los atentados de París, de los refugiados y de la 'cuestión catalana'. Y en contra de las previsiones, Ricardo Blázquez tiró de liderazgo, no se puso de perfil y abordó dos de los tres temas candentes. Con lucidez y con nuevos argumentos, en el caso de la unidad de España.

Y es que, en lo referido a Cataluña, Blázquez dejó de lado el argumento utilizado hasta ahora por los obispos (y especialmente por el cardenal cañizares) de la 'unidad como bien moral', para fundamentar en la ley y en la Constitución su arenga contra la ruptura de la nación española. Pasó del argumento teológico-moral al jurídico o legal.

Con ese cambio de registro, Blázquez hila fino. Como buen teólogo que es, sabe que el argumento del bien moral no es apodíctico y puede ser cuestionado desde la misma doctrina social de la Iglesia. Y de hecho, ya lo hicieron en varias ocasiones los obispos catalanes y vascos. En cambio, el argumento jurídico no tiene vuelta de hoja. En el contexto europeo, no se puede romper un viejo país como el nuestro saltándose la ley y, además, de una forma unilateral.

Un argumento, el jurídico, al que los obispos nacionalistas no pueden poner pegas. Con ese nuevo argumento, además y de rebote, allana el camino a la llegada de monseñor Omella a la archidiócesis de Barcelona. Y le abre una buena pista de atterizaje suave.

También acertó, a mi juicio, el cardenal Blázquez en el tema de los atentados de París, con su condena tajante del hecho y con la denuncia del intento de utilización del nombre de Dios para justificarlo. Un intento que calificó de "profanación y blasfemia".

Eché de menos, sin embargo, la referencia del presidente del episcopado a los refugiados. Me hubiera gustado que distinguiese abiertamente entre los terroristas y los refugiados sirios, víctimas de esos mismos terroristas y que escapan de la guerra.

Los atentados están provcando una nueva oleada de antiislamismo y la función de la Iglesia es denunciar esa situación y reivindicar que los refugiados no pueden pagar el pecado de los terroristas. Que nuestros países y nuestras iglesias tienen que seguir estando abiertos para ellos. Que la Iglesia española quiere ser el hospital de campaña para ellos (y para otros heridos) que el Papa invita a que sea.

Más aún, que si, ahora, el Gobierno se echa atrás y pone sordina al drama de los refugiados, le corresponde a la Iglesia (con todas sus estructuras) recoger el testigo de la solidaridad y ofrecer esa acogida real que le pide al Papa para con los refugiados. Francisco llegó a pedir que cada parroquia acogiese a una familia. Sólo en España hay 22.000 parroquias. Sin contar conventos, seminario y demás instituciones eclesiales.

¿Está la Iglesia española dispuesta a comenzar el Año de la Misericordia abriendo las puertas de sus parroquias a los refugiados? Será la prueba del algodón de sus entrañas samaritanas y evangélicas.

José Manuel Vidal
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