Una tarea urgente para monseñor Omella
Con la salida de Rouco y la llegada a Roma del Papa Francisco, los obispos españoles también se contagiaron de la capacidad de denuncia profética del Papa y aprobaron la pasada Plenaria un documento en el que se recogen, entre otras muchas, esas peticiones tan ansiadas.
'Iglesia, servidora de los pobres' es un documento antológico, histórico, profético y misericordioso. No se paría algo así desde el ya lejano 1994, cuando los obispos publicaron un documento con un título muy parecido: 'La Iglesia y los pobres'. Con una diferencia fundamental, que el documento de 1994 no era de la Plenaria. En cambio, el de 2015, sí. Aprobado por la Plenaria y con sólo 9 votos en contra.
El último documento episcopal es histórico, a mi juicio, porque regresa a Tarancón y a la Transición. Con una Iglesia como autoridad moral y apartidista. “Mutua independencia y sana colaboración” que solía decir el arzobispo de Madrid. Ese sagrado principio lo rompen Suquía y Rouco y vuelven a 'casar' a la Iglesia con la derecha. Y eso es algo el pueblo español no perdona.
El documento episcopal, después de años de silencio cómplice, rompe también con esa dinámica de hacerle el caldo gordo al PP y, por ende, no mojarse, no denunciar las injusticias de las políticas de recortes puestas en marcha por el Gobierno. O a lo sumo, hacerlo con sordina.
Por vez primera, pues, desde hace décadas, los obispos españoles rompen con el PP, sitúan a la Iglesia como instancia moral apartidista, hacen autocrítica y ejercen la denuncia profética. Con mesura, con trazo fino, pero sin escatimar la realidad y sin “amnesia ética”, como dice el secretario general de Cáritas, Sebastián Mora. Y, además, cambian el foco. Ya no lo centran sólo y exclusivamente en la moral sexual, sino que lo pasan a la moral social. De la doctrina a la misericordia. De la aduana al hospital de campaña. Pura doctrina papal.
Un cambio de modelo eclesial, que, antes de Francisco, no nos atrevíamos ni a soñar, pero que está en marcha también en España. Eso sí, con sordina. Porque se ha perdido, al menos por ahora, un ocasión excepcional para hacer resonar ese cambio en todo el país. Una oportunidad absolutamente perdida por falta de una estrategia y de una adecuada política informativa y mediática.
En Añastro ya no están Camino y Catela, que espantaban a tirios y troyanos. Ahora están Gil Tamayo y Vera, que son mucho más cercanos y amables, pero siguen sin acertar en las estrategias comunicativas.
¿Cómo es posible que decidiesen presentar este documento episcopal histórico en la misma rueda de prensa en la que se daba cuenta de los asuntos de la Plenaria y, por tanto, abierta a las cuestiones de actualidad? O no lo pensaron o lo hicieron aposta. El resultado fue que las preguntas de actualidad “se comieron” al documento episcopal.
Allí estaban Juan José Omella y Fernando Fuentes, como dos convidados de piedra. Porque casi todas las preguntas fueron para el portavoz y, porque éste, remataba todos los balones, incluso los que abordaban temáticas sociales. ¿Qué les pasa a los secretarios-portavoces que, una vez que toman posesión de su cargo, se creen los únicos bien preparados para responder a los periodistas y hacerse presentes en los medios?
¿Por qué, al día, siguiente, no fue a la Cope y a 13tv Omella, sino Gil Tamayo? ¿Por qué no se le montó una gira por los medios a monseñor Omella, alma mater y pater del documento, para explicarlo y darlo a conocer?
Todavía hay tiempo
Puede que todavía se esté a tiempo para deshacer el entuerto, siempre que se actúe con máxima rapidez.
Monseñor Omella, llame a Gil Tamayo y que, desde la oficina de prensa de la CEE, le preparen una campaña, para explicar el documento y no dejar que se muera en silencio, sin pena ni gloria. Que, lógicamente, es lo que quiere el PP y los 9 obispos, capitaneados por Martínez Camino (el “nuevo Guerra Campos del episcopado”), que votaron en contra.
Algunas ideas para relanzar 'Iglesia, servidora de los pobres':
-Ofrecer la presencia de monseñor Omella a las grandes cadenas de televisión y a los programas de máxima audiencia, incluida la 'Sexta noche'.
-Poner al obispo responsable de Pastoral Social al servicio de los grandes medios escritos y digitales. Véngase, monseñor, una semana a Madrid y dedíquese a 'predicar' a la opinión pública a través de la opinión publicada.
-Monte un desayuno de trabajo para los periodistas especializados en información religiosa y en información social. En la sede de Cáritas, por ejemplo, que se llena de compañeros en cada una de sus convocatorias.
-Mándele el documento a los líderes de opinión y pídales que se hagan eco de él. Es decir, envíeselo personalmente a políticos, intelectuales, catedráticos, periodistas, columnistas...
-Pida especialmente a algunos políticos “católicos” que lo estudien y lo comenten en público. José Bono seguro que estaría encantado de hacerlo. Y Antonio Miguel Carmona, lo mismo. O incluso los políticos del PP que pertenecen a la Obra, como Jorge Fernández o Luis de Guindos.
-Envíeselo personalmente a los columnistas y creadores de opinión. Desde Raúl del Pozo a Miguel Ángel Aguilar, incluidos los tertulianos de los grandes programas de la tele.
-Dígale a su amigo, Sebastián Mora, que le monte en Madrid, y desde Cáritas, unas Jornadas de estudio (con grandes nombres de todos los sectores ideológicos) para después del puente de mayo.
-Mande una carta a todos sus colegas obispos, para que concedan entrevistas o, al menos, escriban artículos sobre el documento. Y si, además, cada cual en su diócesis convoca a los periodistas para hablar de él, mejor que mejor.
-Pídale a la Oficina de prensa de la CEE que monte, cuanto antes, una campaña de marketing sobre el documento (con banners, audios y vídeos) como las que hace para el X Tantos.
Sólo así, monseñor, conseguirá reflotar el documento y que no se muera para la opinión pública y publicada casi sin haber nacido. La ocasión lo merece. Sería imperdonable que la Iglesia española la dejase pasar, teniendo las personas y los medios necesarios y suficientes. Porque estoy convencido, monseñor, que sólo así se podrá ir resquebrajando la mala imagen de la institución en España. Sólo así a la gente de la calle comenzará a sonarle otra canción eclesial distinta a la del ático de Rouco. Sólo así se dejará de decir que la jerarquía española no quiere, no conecta y no sigue al Papa Francisco.
Sería, monseñor, su penúltimo servicio a la Iglesia española, antes de que se vaya a Roma como secretario del nuevo superdicasterio de Justicia y Caridad, acompañando a su amigo y valedor, el cardenal Maradiaga.
José Manuel Vidal