Un «tifoso» junto al Papa
El «tifoso» con fajín y birreta colorada es un natural de la provincia de Turín, que adora la Juve -proveedora habitual de «la squadra azzurra»-, y cuyo nombre circula con intensidad desde hace semanas por la Santa Sede. Es más, ayer mismo, mientras Italia se enfrentaba a EE UU, ya corría la noticia de que era el nuevo secretario de Estado del Vaticano, es decir, el segundo hombre de la piramidal estructura católica.
Se trata del cardenal Tarcisio Bertone, de 71 años, arzobispo de Génova y miembro de la Sociedad de San Francisco de Sales (Salesianos), fundada precisamente en Turín por San Juan Bosco.
Si Benedicto XVI lo ha elegido como su segundo habrá sido por tratarse de un viejo conocido que desde 1995 a 2002 fue secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la prefectura de Ratzinger. Antes había sido profesor de Teología Moral y Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Salesiana, de la que también fue rector.
En la Doctrina de la Fe Bertone realizó algunas misiones especiales que vendrían a tocar una vez por siglo o milenio. Por ejemplo, fue el encargado de publicar el tercer secreto de Fátima, tras verificarlo una vez más con la hermana Lucía. La misión podía parecer sencilla, acaso espectacular, pero tenía su intríngulis desde el momento en que el departamento de Ratzinger desveló el misterio al tiempo que acotaba firmemente el alcance de las revelaciones privadas, ya que en torno a la Virgen Fátima se habían producido situaciones casi heréticas.
Otra misión delicada de Bertone fue la de reconducir al obispo y exorcista Emmanuel Milingo a la senda recta, después de que este personaje se apasionara por una acupuntora de la secta Moon y se casara con ella. Milingo acabó de rodillas, en Castelgandolfo, ante Juan Pablo II, moqueando y arrepentido.
En un plano menos ostensible Bertone participó en la producción de trascendentales documentos de la Santa Sede. Por ejemplo, la declaración «Dominus lesus», o confirmación actualizada de que «extra ecclesia, nulla salus», es decir, sólo el Jesucristo que predica el Catolicismo conduce a la salvación, y muy por encima de otras iglesias, religiones, creencias. Esto produjo gran barullo y algunos dieron por muerto el diálogo ecuménico.
También elaboró Bertone el Reglamento para el Examen de la Doctrina o procedimiento que la Doctrina de la Fe sigue cuando da tirones de orejas. Al colaborador de Ratzinger le tocó también redactar la normativa sobre delitos muy graves reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, tarea que asumió este dicasterio por orden de Juan Pablo II cuando empezaron a circular las noticias sobre escándalos de pedofilia sacerdotal.
En los últimos tiempos, ya en su sede genovesa, Bertone procuró descodificar «El Código Da Vinci» mediante conferencias, mesas redondas y otros actos de gran eco mundial, aunque Brown seguía vendiendo libros a millones.
Sobrio, discreto, eficiente, Bertone encaja en el «estilo Benedicto XVI», un estilo que empezó a vislumbrarse con el nombramiento del arzobispo William Levada -ahora cardenal- como prefecto de la Doctrina de la Fe.
A todo esto, se retira el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado desde 1990, con 78 años a sus anchas espaldas. Durante los últimos años, según los mentideros vaticanos, gobernó la Iglesia al 50 por ciento, siendo la otra mitad cosa del secretario de Juan Pablo II, Stanislao Dziwisz. A los más íntimos les confesó su esperanza de llegar a los 80 en el cargo.
El nombramiento de un secretario de Estado no es cualquier nombramiento. Examínense los numerosos casos en los que un Pontífice ocupó tal cargo años antes de ser elegido Papa. Pío XII y Pablo VI, mismamente.
Javier Morán (La Nueva España)