Buscar al Dios de los consuelos, no los consuelos…
Espiritualidad
| José María Lorenzo Amelibia
Buscar al Dios de los consuelos, no los consuelos…
El consuelo del alma es como bálsamo para las heridas, como el aceite en las bisagras de las puertas. ¡Qué bien funciona todo! Si dura durante meses, ¡qué maravilla! Cómo avanza uno casi sin darse cuenta. Recuerda las temporadas más gratificantes.
No dura nunca mucho tiempo. ¿Qué mérito íbamos a tener? Por eso hace falta mucha paciencia para perseverar, a pesar de las sequedades y desganas. Quien después de haber caído se levanta, ése llegará a la meta. El que quiere siempre estar en consolación, pronto se desanima y lo deja todo.
Ya no somos tú y yo unos niños. La vida avanza. Una de las ventajas nuestras respecto a la juventud es que sabemos aguardar más; y no pretendemos ver los efectos inmediatos.
Y a seguir con los buenos deseos y propósitos. Que Dios en su misericordia considerará ese nuestro deseo constante de seguir por el buen camino. La verdadera fuerza nuestra está en el deseo de continuar a toda costa. Dios ha de mirar esa sinceridad de nuestro corazón.
Cada día me convenzo más: la fuente de gozo y felicidad en este mundo está en buscar la gloria de Dios. Los años y la experiencia me lo van confirmando. Las épocas menos ocupadas en mí mismo y más en ayudar a mis semejantes, han sido las más felices. Pero no es sólo el ayudar por ayudar. Es ante todo vivir centrado en Dios por la oración y lectura espiritual. Sacar tiempo de donde sea para dedicar varios momentos al día a este quehacer. Importa mucho. Cuando la oración y la lectura marchan bien, va de maravilla el ejercicio de amor y dedicación a nuestros semejantes.
Por eso pienso que nuestro gozo no sólo no debe rebasar y dominar la gloria de Dios, sino nacer de ella. Debiéramos pensar en nuestras decisiones siempre qué será lo más conveniente para la gloria de Dios. Todo lo demás vendrá a continuación, pero en todo caso sin ser obstáculo para nuestro gran fin.
De aquí viene la frase de San Pablo: "Alegraos siempre en el Señor; os lo vuelvo a decir, alegraos". La paz y el gozo del Señor se irá así derramando en nuestros corazones. Dios quiere ser El, El sólo la fuente inmensa de nuestra felicidad, de mi felicidad completa. Si le busco en cada momento lo encontraré. Buscar a El; no buscar mi felicidad. El gozo se dará por añadidura.
José María Lorenzo Amelibia
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