Mirar ejemplo de Jesús y de los santos

Enfermos y Debilidad

 Mirar ejemplo de Jesús y de los santos

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(Veniracristo)

            Nuestro modelo principal en todo, sí, es Jesús. Pero también vale la pena mirar a algunos hombres dechado de virtudes. En nuestra columna nos fijamos con mucha frecuencia en los grandes personajes que supieron llevar bien su enfermedad. Son nuestros héroes.

Uno de de ellos es Don Manuel González: el famoso obispo del “Sagrario Abandonado”, a punto ya de subir a los altares.

Este hombre era alto, bien plantado, y nadie podría sospechar que tras aquella fachada tan fortachona, se escondía, sí, un hombre lleno de santidad, pero un cuerpo en ruinas. El afirmaba así: “La gente al verme tan alto y tan grueso, piensa que estoy rebosando salud, y me tendrá por cobarde y amigo de comodidad. Yo acepto la humillación que es la más grande que Dios me podría enviar, y se la ofrezco con toda mi buena voluntad.” Amigo, a ti como enfermo tal vez te haya tocado en ocasiones escuchar comentarios como el descrito. No te soliviantes. Di como Monseñor González: Acepto la humillación y se la ofrezco a Dios con mi buena voluntad.

 Este mismo obispo, estando ya en lo peor de su dolencia, pedía a Dios algunos días el milagro de su curación. Pero no precisamente para seguir disfrutando de esta vida con apego; sino porque se sentía hombre lleno de miserias y deseaba “darle tiempo” a su Dios para que ejerciera sobre él la misericordia. Es decir, para arrepentirse mejor de sus faltas y pecados. Y en algunos ratos en que se encontraba con más fuerza, tomaba estos apuntes: “Ahora he visto muy claro, porque he estado a las puertas de la muerte, que la santidad es lo único que importa. Gracias a Dios lo he visto con mucha paz.”

La realidad total no se contempla precisamente cuando las cosas marchan viento en popa. Dios nos va disponiendo poco a poco para el momento supremo. La enfermedad y las contrariedades nos abren bien los ojos.

 “A fuerza de negación propia -decía el Monseñor- se acorta el camino, y a más abnegación, mayor santidad.” Y le parecía escuchar la voz de Jesús después de la comunión que le decía:

 -Quiero para ti más la paciencia y conformidad que la curación. Hay muchos sanos, pero pocos santos, y yo te quiero santo. En el santuario íntimo de tu alma, amigo enfermo, recógete después de recibir a Jesús y repite con paz estas palabras, como dichas para ti por el mismo Cristo: Deseo que luches, sí, para conseguir la salud, pero más deseo la paciencia, que te contentes con la voluntad de Dios. Quiero para ti la santidad que está por encima de todo bienestar humano.

José María Lorenzo Amelibia

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