UNIÓN CON CRISTO EN TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS

Espiritualidad

 

UNIÓN CON CRISTO EN TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS

union

Recuerdo aquella meditación: me sentía unido a Cristo por la gracia. Parecía todo brillante como si lo estuviera contemplando en el cielo. Después de haber disfrutado de una experiencia de este tipo no cuesta renovar el recuerdo de vez en cuando y volver a aquellos tiempos de Betania; junto a Jesús.

Dios nos prueba con tentaciones; con acontecimientos dolorosos; pero al final de todo, El está junto a mí, junto a ti. El es nuestra compañía. El es como la sombra de nuestro apoyo. Estoy seguro de que Dios halla su complacencia en comunicarse con nosotros a través de los sucesos de cada día. A lo mejor los ratos de oración nos resultan un poco secos. Pero durante toda la jornada nos sentimos junto a Jesús. Eso es lo importante.

Me pregunto muchas veces cuál será la causa de mi avanzar tan lento en el camino de la vida interior, después de tantas gracias como voy recibiendo. Y siempre la respuesta viene a ser la misma: temor al sufrimiento, ansia de gozar; falta de energía en el desprendimiento. Y ésta será la causa principal de todo el mundo.

A ver si nos vamos acostumbrando de una vez a la oración hecha, sí con empeño, pero sin consuelos, árida. A ver si la practicamos con la misma duración los días grises y los de entusiasmo. Orar en la desnudez de la fe, cuando todo resulta oscuro y cuesta arriba.

Imagino el momento: agarrado al manillar subo una cuesta. Comienzan a doler suave pero molestamente las rodillas; procuro evitar la fatiga, peligrosa en la madurez. Si es preciso bajo del sillín, y camino con la bici en la mano. Eso mismo haré cuando la oración me resulte penosa.

Después de subir una altura se siente uno mejor; como renovado. Fluye mejor la sangre. En el deporte conviene ir superándose, pero sin llegar a la disnea. En el trato con el Señor también. Los efectos se palpan durante toda la jornada. Vamos a ser fieles al tiempo destinado a la oración. Jamás acortarla. Y si no hubiese más remedio en alguna ocasión, compensarlo de alguna manera.

Tiene que ser para ti y para mí sagrado el momento de oración. Permanecer tranquilo en pura adoración, en pura fe, en pura petición. Saber humillarnos ante su presencia al vernos fríos. Pedirle perdón de nuestra tibieza y desgana. Mantener sujeta nuestra atención. No levantarnos, aunque nos pinche el asiento.

A veces nos sentimos secos en la oración. No nos desanimaremos. Vamos a repetirle al Señor nuestro amor de mil maneras distintas. Vamos a pedirle que nos transforme en su imagen, nos purifique del egoísmo, tome posesión de nuestro cuerpo, de nuestra inteligencia, de nuestra voluntad. ¡Qué bello poder decirle esto a Jesús incluso en medio de la sequedad o del dolor! Si la oración es necesaria, habrá estrategias para superar los momentos de sequedad. En los combates humanos triunfa quien tiene fe en sí mismo y pone los medios. En este combate de la vida interior pasa lo mismo. Pero esta fe no ha de estar fundamentada en nuestra fortaleza, sino en nuestra debilidad, ayudada por Dios.

Cada una de las debilidades será ocasión de ardientes actos de amor a Jesús y de confianza en la bondad del Señor. Pide conmigo a Dios que nos conserve siempre el deseo inquebrantable de santidad, el hambre de su amor. Vamos a pedirle la destrucción en nosotros de todo apoyo en nuestra "fortaleza".

Yo no sé cómo te irá la oración. Añoramos siempre los años de nuestra primera conversión en los que no hubiéramos dejado nunca de practicar la meditación junto al Sagrario. ¡Qué bien se estaba en aquella dulzura con Jesús! Pero ha pasado mucho tiempo. Y aunque de vez en cuando el Señor da algún atisbo de consuelo, lo normal, al menos para mí, es sentir durante el día mucha hambre de Dios y deseo de ser bueno, pero de aquellas dulzuras, nada.

Más duro resulta cuando uno se encuentra sin ganas de nada, hastiado de todo. Entonces es necesario echar mano de un libro jugoso, y no desanimarse ni abandonar la oración.

No me extraña: muchos empezaron y luego lo van dejando. O si no lo dejan del todo limitan la oración a lo meramente obligatorio y lo practican como de mala gana.

Cuando nos encontremos así nos quedaremos quietos y atentos, y si nos sentimos desolados permaneceremos en los brazos de Dios. Por muy dura que se nos haga la oración, siempre se queda durante el día uno con una gran paz interior.

Más vale perder el tiempo junto a Dios, que "aprovecharlo" viendo ciertos programas de televisión. ¡Cuándo llegaremos a entender lo verdaderamente necesario!

José María Lorenzo Amelibia  

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com  

Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/       

Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.                                           Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba