De Cristo Camino, ¿por qué tantos caminos para unirse con Dios?

El cristianismo, tal y como aparece en el Nuevo Testamento, ha sido interpretado a lo largo de la historia de diferentes maneras por múltiples iglesias y sectas. Partiendo del mismo mensaje de Jesús, el Camino, las relaciones con Dios han sido estructuradas y vivenciadas con matices muy diferentes según el credo, moral, normativa canónica y liturgia adoptadas. Son las diferentes confesiones a las que denominamos cristianas porque el origen y centro de todas ellas es el mismo: la persona, la doctrina y la obra de Jesucristo. Pero son también religiones porque cada una de ellas presenta un camino integrado por diferentes verdades reveladas que el creyente acepta por fe; cada una ofrece una liturgia mediante la cual el bautizado se comunica con Dios en el culto comunitario establecido.
Al margen de polémicas sobre la excelencia de cada comunidad eclesial, planteamos los interrogantes: ¿cómo se explica que de Cristo, el Camino, surgieran tantos caminos para unirse con Dios? ¿Qué rasgos caracterizan a las diferentes maneras que tiene la Iglesia, la católica, la ortodoxa y la reformada o protestante, para poner en práctica el amor profundo a Dios, el “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” ”y con todas tus fuerzas”? (Mt 22, 37; Mc 12,28; Lc 10, 27).
Las diferentes realizaciones del cristianismo tienen a Cristo con su doctrina, como raíz y tronco. Pero como ramas del mismo árbol cristiano, surge el misticismo como rasgo muy característico de la iglesia ortodoxa; la importancia dada a la Palabra de Dios que es fundamental en las iglesias reformadas (protestantismo); y la vida sacramental y eclesial más completa en la Iglesia católica.

La iglesia católica
En el cristianismo común, el creyente es el bautizado que en la iglesia católica pasa a ser miembro en comunión de una determinada comunidad. Como en toda confesión cristiana, el Tú divino es el Dios único y trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero el mensaje de la fe es interpretado por el magisterio de la Iglesia, celebrado en la liturgia propia y concretado en la moral católica.

La unión con Dios
Las relaciones con Dios, que culminan con el amor profundo y la unión permanente, en la iglesia católica brotan de las fuentes de la Revelación, cuentan con Cristo el gran mediador y presentan la intervención del magisterio para el dogma, la moral, la liturgia y la normativa canónica. Las otras iglesias, aunque parten de las mismas fuentes de la Revelación, sin embargo presentan otras modalidades para relacionarse con Dios. Básicamente, el yo cristiano y el tú divino, son idénticos en todas las iglesias. ¿Dónde está la diferencia desde una perspectiva relacional? En las mediaciones secundarias que matizan las relaciones entre Dios Padre, el tú divino, y el cristiano, el yo humano.
En el cristianismo común, el yo es el bautizado que en la iglesia católica pasa a ser el yo miembro en comunión de una determinada comunidad. El tú divino en el cristianismo común es el Dios único y trino que ahora es el mismo pero interpretado por la autoridad eclesial. Las relaciones entre el cristiano y Dios son vividas por el seguidor de Cristo según las exigencias de la vida teologal y del Reino de Dios.
Ahora nos referimos a la iglesia católica en general y prescindimos de los matices que se han dado y que se dan. Aquí se podría hablar del amor profundo y de la unión permanente con Dios en la devoción popular (piedad y religiosidad) y en las diferentes espiritualidades que predominaron a lo largo de la historia en las diferentes escuelas y escritores. Dedicaremos un artículo especial para analizar cómo dos místicos cristianos, los más significativos como son San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, interpretan el camino cristiano para unirse a Dios en esta vida.

La mediación sacramental
Hablamos de unas relaciones específicas del católico que brotan de su vida sacramental y que están muy unidas a su integración a la Iglesia católica. La disciplina sacramental que rige los sacramentos incide en la conciencia del católico, con sus faltas y con sus virtudes. Por lo tanto influyen en las relaciones con Dios. Una vivencia auténtica sacramental incluye una relación con Dios vivificador realizada desde la gracia de Cristo y de las realizaciones litúrgicas que la iglesia católica determina.

La iglesia ortodoxa
Dentro de los rasgos comunes del cristianismo, los ortodoxos ponen el énfasis más en una fe mística que en el esfuerzo ascético. Otro rasgo consiste en la tendencia a una oración permanente unida a las obras buenas, en la contemplación ascendente y en la vida moral. Todo lo que Dios ha creado es objeto de la contemplación. En definitiva, como reafirmó el Vaticano II, ortodoxos y protestantes «quieren, como nosotros, (los católicos), seguir la palabra de Cristo, como fuente de virtud cristiana, y obedecer el precepto del apóstol: “todo cuanto hacéis, de palabra o de obra, hacedlo en el nombre del Señor Jesucristo, dando gracias a Dios Padre por él” (Col 3,17)» (UR 23).

Para comprender la unión con Dios
Sin poder entrar en detalles, presentamos como factores que inciden en la unión con Dios:
-la valoración de Dios como «algo más que Dios». En la tradición teológica oriental se resalta la absoluta trascendencia de Dios. Dios habita en una luz inaccesible (1 Tim 6,16). Por otra parte, esta tradición ascética enseña que Dios puede ser experimentado místicamente ya en este mundo;
-la inclinación mística. El cristiano ortodoxo está bajo el dominio de una fuerte inclinación a la mística. Si acepta una ascesis severa es como medio para llegar a la contemplación mística. Es superior quien se aleja del mundo dedicado exclusivamente a la oración y a la contemplación. Las relaciones con Dios adquieren un matiz místico-intuitivo que están en sintonía con la afición contemplativa del pueblo oriental y del eslavo;
-la Iglesia se presenta como una comunión a imagen de la Trinidad. Comunión de conciencias personales que tiene un papel decisivo en la elaboración del magisterio. De aquí surgen unas relaciones menos jurídicas entre el laico y la jerarquía;
-oración contemplativa Una modalidad más perfecta de la oración la encontramos en la contemplación que tiene como condiciones la iluminación divina y la pureza moral, pues el amor conduce al conocimiento. Todo lo que Dios ha creado es objeto de la contemplación: las criaturas visibles, las cosas invisibles y los acontecimientos en los que la contemplación d descubre los designios de Dios.

Las iglesias reformadas: el protestantismo
Junto a la iglesia ortodoxa están «las Iglesias y comunidades eclesiales (de Occidente) que se separaron de la Sede Apostólica Romana.., unidas con la Iglesia católica por una particular relación y afinidad, pero «hay que reconocer, que entre estas Iglesias y Comunidades y la Iglesia católica hay discrepancias muy importantes...» (UR 19). Aquí tenemos presente a la Iglesia reformada (protestantismo).

Criterios que inciden en la unión con Dios
Sobresale la atención preferente a la Biblia como Palabra de Dios. Los protestantes enseñan que el ser de Dios está en la Palabra y que en consecuencia la relación entre Dios y el hombre tiene lugar y realidad en un diálogo en el que la Palabra es comunicada y recibida.
-la Palabra de Dios es la única y suprema autoridad en todas las cuestiones relativas a la fe y a la vida: «sola Scriptura», «sola fides», «solus Christus»;
-la comunicación directa con Dios sin la mediación eclesial. A diferencia del católico, el protestante proclama el derecho de relacionarse con Dios sin la mediación de la Iglesia y de los santos. La Escritura sin magisterio es mediadora porque contiene a Cristo porque la Biblia es Palabra de Dios en la medida en que es portadora de Cristo;
-fidelidad. A esta comunión con la Biblia se une la fidelidad al Espíritu Santo como único intérprete mediante su actuación carismática en cada fiel;
-la conciencia, sin magisterio, se comunica directamente con Dios por Cristo y según el mensaje de la Biblia.

Dificultad para la unión con Dios
La piedad protestante es más sobria pero menos mística. Su gran amenaza es el intelectualismo. Se ha hecho constar a menudo el carácter poco místico de la piedad protestante por el énfasis en Cristo como mediador entre Dios y el hombre, en el Cristo de los Evangelios por quien únicamente tenemos acceso al Padre. Esta relevancia cristocéntrica excluye toda tentación de contemplar a Dios cara a cara y de perderse en Él. Por otra parte, el personalismo protestante excluye toda relación con Dios que no sea interpersonal en la que cada una de las partes no conserve, aun en la comunión más profunda, su propia identidad.
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