¿Cómo Cristo y la fe enriquecen la libertad humana?
La fe enriquece la libertad humana con el testimonio de Jesús, el hombre libre; con el Reino de Dios que une libertad con justicia, paz y amor, y con la vida cristiana que pide la liberación de cuerpo y alma, interna y externa, libertad total. Por lo tanto, el cristiano vivirá libre como Cristo para amar y servir, comprometido en la evangelización.
El testimonio de Jesús, hombre libre En su vida, Jesús se manifesta como el hombre libre, apasionado por Dios y servidor incondicional de los hombres. La libertad es un rasgo que destaca en su vida por la independencia ante la presión social, el poder político, las tradiciones de los antiguos, los ritos y leyes litúrgicas. Junto al amor, Jesús propugnó un cambio profundo, revolucionario cuando defendió la dignidad y la libertad de la persona frente a determinadas normativas tradicionales.
En las relaciones interpersonales, sobresale el testimonio de una persona, Jesús de Nazaret, que no tiene prejuicios ni ataduras mentales; que amó sin límites, que luchó y murió para realizar su ideal salvífico. Jesús fue el profeta que predica, condena defectos y actúa contra la mentalidad legalista. Y su libertad fue consecuente hasta el punto que las autoridades le condenaron a muerte. Su vida y doctrina manifiestan que la libertad es la expresión del amor y el medio para implantar la justicia.
Algunas respuestas de libertad En efecto, el Maestro, por defender la dignidad de la persona libre, quebrantó la ley religiosa de su pueblo repetidas veces: toca a los leprosos (Mc 1,41), cura intencionadamente en sábado (Mc 3,1-5; Lc 13,10-17; 14,1-6), defiende a sus discípulos que no se comportan de manera legal (Mc 2,15), declara puros todos los alimentos (Mc 7,19), e interpretó de modo personal la legislación de Moisés sobre el privilegio que tenía el varón para separarse de la mujer (Mc 10,9). Por defender la dignidad de Dios, Jesús se arrogó el derecho de expulsar a los comerciantes del templo convertido en cueva de ladrones (Mt 21,12-13; Mc 11,15-16; Lc 19,45; Jn 2,14-15).
Y junto a las discrepancias legales, otras respuestas contra el “orden” establecido: Jesús acoge también a los paganos, es decir a los no judíos, conversa con las prostitutas, cena con Zaqueo, afirma que no ha venido a traer la paz porque en adelante habrá división en la familia (Lc 12,51-53), critica con dureza a los dirigentes religiosos y realiza una serie de acciones libres que suscitan la crítica de ser “un comilón y un bebedor, un amigo de publicanos y pecadores".
Libre y liberador
Como profeta de la libertad total, el Salvador anunció que venía para anunciar la libertad a los cautivos (Lc 4,18): «si permanecéis en mi doctrina, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Si el Hijo os liberase, seréis libres de verdad» (Jn 8,31-36). Cristo nos liberó del pecado y nos conquistó la libertad total: «para que gocemos de libertad, Cristo nos ha hecho libres» (Gál 5,1). Por su obediencia, humillación y muerte de cruz nos redimió y liberó del pecado, del poder de Satán, del dominio de la carne y de la muerte eterna (Flp 2,6-11; 1 Cor 9,21; Rom 8,5-9; 6,6; Ef 6,12; Mt 4,1-11). Fruto de la obra de Cristo es el hombre nuevo, capaz de obrar con plena libertad.
El reino de Dios: reinado de la libertad, de la justicia y del amor. Todo el mensaje de Jesús puede resumirse en la doctrina del Reino-reinado de Dios con las manifestaciones de verdad, justicia, libertad, paz, amor, vida y gracia. Pero Jesús no se limitó a predicar. Él, personificación del Reino de Dios, es el primero en testimoniar las manifestaciones del Reino: la verdad con la sinceridad, la justicia con el respeto, la libertad con laresponsabilidad, el amorcon el don de sí, y la paz con la mansedumbre. ¡El proyecto del Reino de Dios estaba encarnado en su vida!
¿Y dónde radica el secreto del Cristo, hombre libre? En su decisión de cumplir la voluntad de Dios al que llama Padre y cuyo reinado predica para todos los hombres, hermanos entre sí. Jesús, el apasionado de Dios, lo es también de los hombres.
La libertad, parte de un todo revolucionario.
Jesús buscó la esencia de la ley y la redujo al amor en un ambiente religioso donde la observancia de dicha ley se consideraba como la mediación esencial en la relación del hombre con Dios. Por eso, violar la ley era una respuesta grave para un judío. Comprobamos que la libertad integra el mensaje revolucionario de Jesús sobre los valores del Reino. Así comprobamos que impactaron sus criterios sobre el amor al enemigo, el perdón sin condiciones, la libertad sobre normativas tradicionales, el poder como servicio humilde, la fraternidad humana sobre las clases sociales, la vida eterna como segunda parte del peregrinaje temporal, las bienaventuranzas como respuesta al dolor, la pobreza y la persecución con el premio que recibirán los justos.
Libertad en la misión salvadora de Jesús Quien lea los evangelios descubrirá que el “secreto” de la vida de Jesús radica en su amor apasionado por Dios al que experimentó como abbá y obedeció con fidelidad. Con Dios Padre, Jesucristo vivió en intimidad y con Él se comunicó de manera permanente. En sus tareas, destaca la vocación especial como llamado por Dios para la misión salvadora. Dios es su Padre que muestra su complacencia por Cristo su Hijo. Su respuesta a Dios es de amor, radicalidad, pleno convencimiento y entusiasmo. Es la respuesta del SI total de amor. Es la vivencia de la opción fundamental por la voluntad de Dios para redimir a la humanidad. Incomprendido de los hombres, Jesús tiene su consuelo en la comunicación continua con el que le ha enviado. En el amor radica el secreto del hombre radicalizado en la libertad.
El cristiano, libre como Cristo para amar Para el discípulo, el proyecto de Jesús, la Buena nueva del Reino de Dios, pide no solamente el testimonio sobre la libertad, sino conjuntamente con la verdad, la justicia, la paz, la vida, la gracia, y, sobre todo, el amor. El Maestro enseñó y exigió ante todo un amor fraterno sin límites, revolucionario. Y lógicamente, él, coherente, fue el primero en practicar lo que exigía a los demás. Ahora bien, el reinado de Dios se hace efectivo en la medida en que los hombres vivan libres del pecado y abiertos al Espíritu. Esta libertad incluye: docilidad al Espíritu, fuente y norma de toda libertad porque «donde está el Espíritu del Señor, hay libertad» (2 Cor 3,17); el Espíritu libera del pecado, de la muerte y de la ley (Gál 4,21-31).
¿Cómo se manifiesta el cristiano, libre como Cristo apara amar?
Mediante el seguimiento de Jesús y el compromiso de colaborar con él en el reino de Dios. Tal respuesta incluye la praxis personal de liberación: pasar de la falsedad a la libertad en la vida verdadera, de la esclavitud a la. ley del Espíritu, del egoísmo a la solidaridad salvífica, de la pereza a la responsabilidad, del poder para sí al servicio de salvación, de la muerte a la vida. Así mismo la cooperación: para no caer en el pecado del que fuimos liberados (Rom 6,12-18); la vivencia en la comunidad eclesial, comunidad de personas liberadas y liberadoras que luchan contra posibles estructuras de opresión entre unos y otros miembros; comunidad del respeto mutuo, diálogo, amor y comunión en la libertad; la consciencia de su respuesta libre dada a Cristo para realizar el reinado de Dios. El cristiano liberado de la servidumbre se pone al servicio de Dios y pondrá la caridad para servir también a los hermanos (Rom 6; Gál 5,13).
El testimonio de Jesús, hombre libre En su vida, Jesús se manifesta como el hombre libre, apasionado por Dios y servidor incondicional de los hombres. La libertad es un rasgo que destaca en su vida por la independencia ante la presión social, el poder político, las tradiciones de los antiguos, los ritos y leyes litúrgicas. Junto al amor, Jesús propugnó un cambio profundo, revolucionario cuando defendió la dignidad y la libertad de la persona frente a determinadas normativas tradicionales.
En las relaciones interpersonales, sobresale el testimonio de una persona, Jesús de Nazaret, que no tiene prejuicios ni ataduras mentales; que amó sin límites, que luchó y murió para realizar su ideal salvífico. Jesús fue el profeta que predica, condena defectos y actúa contra la mentalidad legalista. Y su libertad fue consecuente hasta el punto que las autoridades le condenaron a muerte. Su vida y doctrina manifiestan que la libertad es la expresión del amor y el medio para implantar la justicia.
Algunas respuestas de libertad En efecto, el Maestro, por defender la dignidad de la persona libre, quebrantó la ley religiosa de su pueblo repetidas veces: toca a los leprosos (Mc 1,41), cura intencionadamente en sábado (Mc 3,1-5; Lc 13,10-17; 14,1-6), defiende a sus discípulos que no se comportan de manera legal (Mc 2,15), declara puros todos los alimentos (Mc 7,19), e interpretó de modo personal la legislación de Moisés sobre el privilegio que tenía el varón para separarse de la mujer (Mc 10,9). Por defender la dignidad de Dios, Jesús se arrogó el derecho de expulsar a los comerciantes del templo convertido en cueva de ladrones (Mt 21,12-13; Mc 11,15-16; Lc 19,45; Jn 2,14-15).
Y junto a las discrepancias legales, otras respuestas contra el “orden” establecido: Jesús acoge también a los paganos, es decir a los no judíos, conversa con las prostitutas, cena con Zaqueo, afirma que no ha venido a traer la paz porque en adelante habrá división en la familia (Lc 12,51-53), critica con dureza a los dirigentes religiosos y realiza una serie de acciones libres que suscitan la crítica de ser “un comilón y un bebedor, un amigo de publicanos y pecadores".
Libre y liberador
Como profeta de la libertad total, el Salvador anunció que venía para anunciar la libertad a los cautivos (Lc 4,18): «si permanecéis en mi doctrina, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Si el Hijo os liberase, seréis libres de verdad» (Jn 8,31-36). Cristo nos liberó del pecado y nos conquistó la libertad total: «para que gocemos de libertad, Cristo nos ha hecho libres» (Gál 5,1). Por su obediencia, humillación y muerte de cruz nos redimió y liberó del pecado, del poder de Satán, del dominio de la carne y de la muerte eterna (Flp 2,6-11; 1 Cor 9,21; Rom 8,5-9; 6,6; Ef 6,12; Mt 4,1-11). Fruto de la obra de Cristo es el hombre nuevo, capaz de obrar con plena libertad.
El reino de Dios: reinado de la libertad, de la justicia y del amor. Todo el mensaje de Jesús puede resumirse en la doctrina del Reino-reinado de Dios con las manifestaciones de verdad, justicia, libertad, paz, amor, vida y gracia. Pero Jesús no se limitó a predicar. Él, personificación del Reino de Dios, es el primero en testimoniar las manifestaciones del Reino: la verdad con la sinceridad, la justicia con el respeto, la libertad con laresponsabilidad, el amorcon el don de sí, y la paz con la mansedumbre. ¡El proyecto del Reino de Dios estaba encarnado en su vida!
¿Y dónde radica el secreto del Cristo, hombre libre? En su decisión de cumplir la voluntad de Dios al que llama Padre y cuyo reinado predica para todos los hombres, hermanos entre sí. Jesús, el apasionado de Dios, lo es también de los hombres.
La libertad, parte de un todo revolucionario.
Jesús buscó la esencia de la ley y la redujo al amor en un ambiente religioso donde la observancia de dicha ley se consideraba como la mediación esencial en la relación del hombre con Dios. Por eso, violar la ley era una respuesta grave para un judío. Comprobamos que la libertad integra el mensaje revolucionario de Jesús sobre los valores del Reino. Así comprobamos que impactaron sus criterios sobre el amor al enemigo, el perdón sin condiciones, la libertad sobre normativas tradicionales, el poder como servicio humilde, la fraternidad humana sobre las clases sociales, la vida eterna como segunda parte del peregrinaje temporal, las bienaventuranzas como respuesta al dolor, la pobreza y la persecución con el premio que recibirán los justos.
Libertad en la misión salvadora de Jesús Quien lea los evangelios descubrirá que el “secreto” de la vida de Jesús radica en su amor apasionado por Dios al que experimentó como abbá y obedeció con fidelidad. Con Dios Padre, Jesucristo vivió en intimidad y con Él se comunicó de manera permanente. En sus tareas, destaca la vocación especial como llamado por Dios para la misión salvadora. Dios es su Padre que muestra su complacencia por Cristo su Hijo. Su respuesta a Dios es de amor, radicalidad, pleno convencimiento y entusiasmo. Es la respuesta del SI total de amor. Es la vivencia de la opción fundamental por la voluntad de Dios para redimir a la humanidad. Incomprendido de los hombres, Jesús tiene su consuelo en la comunicación continua con el que le ha enviado. En el amor radica el secreto del hombre radicalizado en la libertad.
El cristiano, libre como Cristo para amar Para el discípulo, el proyecto de Jesús, la Buena nueva del Reino de Dios, pide no solamente el testimonio sobre la libertad, sino conjuntamente con la verdad, la justicia, la paz, la vida, la gracia, y, sobre todo, el amor. El Maestro enseñó y exigió ante todo un amor fraterno sin límites, revolucionario. Y lógicamente, él, coherente, fue el primero en practicar lo que exigía a los demás. Ahora bien, el reinado de Dios se hace efectivo en la medida en que los hombres vivan libres del pecado y abiertos al Espíritu. Esta libertad incluye: docilidad al Espíritu, fuente y norma de toda libertad porque «donde está el Espíritu del Señor, hay libertad» (2 Cor 3,17); el Espíritu libera del pecado, de la muerte y de la ley (Gál 4,21-31).
¿Cómo se manifiesta el cristiano, libre como Cristo apara amar?
Mediante el seguimiento de Jesús y el compromiso de colaborar con él en el reino de Dios. Tal respuesta incluye la praxis personal de liberación: pasar de la falsedad a la libertad en la vida verdadera, de la esclavitud a la. ley del Espíritu, del egoísmo a la solidaridad salvífica, de la pereza a la responsabilidad, del poder para sí al servicio de salvación, de la muerte a la vida. Así mismo la cooperación: para no caer en el pecado del que fuimos liberados (Rom 6,12-18); la vivencia en la comunidad eclesial, comunidad de personas liberadas y liberadoras que luchan contra posibles estructuras de opresión entre unos y otros miembros; comunidad del respeto mutuo, diálogo, amor y comunión en la libertad; la consciencia de su respuesta libre dada a Cristo para realizar el reinado de Dios. El cristiano liberado de la servidumbre se pone al servicio de Dios y pondrá la caridad para servir también a los hermanos (Rom 6; Gál 5,13).