¿CÓMO SER FELIZ EN EL 2012?
Pregunta difícil de responder. Por lo menos si tenemos en cuenta las predicciones de políticos y economistas sobre el futuro inmediato; si atendemos a los más de cinco millones de parados; si se confirma el temor de que miles y miles de seres humanos perecerán víctimas del aborto; si muchos seguirán explotando y enriqueciéndose con la pornografía, prostitución y droga; si la violencia en la familia sigue cobrándose más víctimas; si rige la conducta al margen de la ética; si crece esa mayoría absoluta de personas que dicen vivir tranquilos sin la necesidad de Dios, de la religión y mucho menos de la Iglesia católica. Si….
Sí, difícil tenemos los españoles la ansiada felicidad que por estos días todos nos deseamos, Pero ¿existirá alguna “receta” para conseguir el mínimo del bienestar que exigen nuestra condición humana? Allá van mis sugerencias.
Cada uno barra su puerta.
Más que esperar de los otros las soluciones para obtener nuestra felicidad, que cada persona sea coherente y aporte su granito de arena para obtener un mundo humanizado por la verdad, la vida digna, la justicia social, la libertad política y la paz fraterna que es la mística que debe motivar la conducta de todo miembro de la comunidad socio-política. Y así podremos conseguir que este mundo sea un poco “mejor”. Y de este modo “el mundo mejorado” se convertirá en el marco histórico-cultural para el reinado de Dios, gran desafío para todo creyente y, especialmente, para el cristiano. ¿Y cómo se manifiesta el rostro humanizado del mundo que anhelamos? Por:
1º la verdad expresada en las relaciones sinceras, la comunicación transparente, el respeto a la fama y la exclusión de la mentira;
2º una vida digna para todos, especialmente para los más desfavorecidos, fruto de la valoración integral de la persona y de la aceptación del plan de Dios. Estos criterios constituyen el fundamento para rechazar el homicidio, el aborto, la eutanasia y la tortura;
3º la justicia social aplicada con fidelidad a los derechos humanos y subordinada al bien común. Debe regir la equidad en las relaciones interpersonales, las estructuras socioeconómicas, el uso de los bienes, el trabajo y la propiedad. Para evitar la injusticia y superar los conflictos se impone, además, el respeto mutuo y la solidaridad corresponsable según posibilidades;
4º la libertad política ejercida con igualdad de oportunidad para todos. Que sea efectivo el dinamismo socio-político para conseguir la liberación de toda opresión;
5º la paz, fruto de la justicia y expresión de la caridad. Que esté fuera del alcance de los orgullos nacionales y nacionalistas, de la agresividad y del desorden personal que conducen a la división, la violencia y la guerra
6º la fraternidad que aspire al amor entre todos y excluya toda clase de egoísmos.
Colaboremos para que los que conviven con nosotros se sientan respetados y realizados.
La primera sugerencia requiere algo más inmediato: ayudar a la realización personal de los miembros de la comunidad más cercana que se centra en el desarrollo de sus facultades, en la consecución de las metas que se propone y en el amor interpersonal. Y no olvidemos que la autenticidad de esta realización depende externamente del disfrute de los derechos humanos que garanticen una vida digna.
Habrá que fomentar el profundo amor que el hombre siente por todo cuanto considera suyo, le impulsa al despliegue de sus facultades, al desarrollo de los valores elegidos, a la consecución de las metas propuestas y a la vida en comunión con las personas queridas.
Admitamos a Dios en nuestra vida y no lo manipulemos.
Sin Dios, ¡qué difícil conseguir la felicidad! El orgulloso hombre secularista reconozca que el Dios que es la fuente de todo amor, justicia, libertad y paz es imprescindible para lograr la meta a la que aspiramos. ¡Qué difícil ser feliz con el «no» del rechazo a Dios, la indiferencia, ignorancia, incongruencias, frivolidad, rebeldía, indiferencia, manipulación fanática. Y cuánto habremos caminado hacia la meta de la felicidad, por lo menos relativa, con el «sí» del respeto, la religiosidad, obediencia, confianza y la comunión con Él hasta llegar a la amistad interpersonal. El católico, además de la respuesta religiosa y la teologal, goza de las riquezas, obligaciones y exigencias de su opción sacramental-eclesial por Dios.
La opción por Dios, común a todo creyente es la religiosa. Su vivencia está desarrollada por la religiosidad y, más en concreto, por las exigencias de los tres primeros mandamientos del decálogo. El «no» dado a Dios está expresado en el rechazo de los ateos, en la indiferencia agnóstica, en los secularistas y en la injusticias contra el prójimo. Negativa, pero no rechazo, existe en muchas incoherencias y en muchas deformaciones de la opción religiosa especialmente en el fundamentalismo que justifica el terrorismo.
Y con Cristo y el Reino de Dios, arma eficacísima para humanizar el mundo
Personalmente me parece muy difícil imaginar una historia del mundo, una cultura universal y unas relaciones interpersonales sin el influjo de la religión cristiana que descansa en el máximo valor de la historia, Jesucristo admirado por su personalidad genial, la doctrina revolucionaria del reino Dios, el testimonio coherente de hombre libre que dio su vida por el amor a Dios y a los hombres. El proyecto de Cristo consistía en la salvación integral del hombre, en la liberación de su dignidad sobre algunas normativas, dentro de un mundo más humano. Que Dios “reine” en cada persona y en las instituciones humanas con manifestaciones de verdad-sinceridad, justicia-respeto, paz-tolerancia, libertad sin esclavitudes, y de amor universal incluido el enemigo y los pobres con preferencia. Y para todos, al final de los tiempos, la plena felicidad posterior a la muerte amando a Dios, meta definitiva.
Sí, difícil tenemos los españoles la ansiada felicidad que por estos días todos nos deseamos, Pero ¿existirá alguna “receta” para conseguir el mínimo del bienestar que exigen nuestra condición humana? Allá van mis sugerencias.
Cada uno barra su puerta.
Más que esperar de los otros las soluciones para obtener nuestra felicidad, que cada persona sea coherente y aporte su granito de arena para obtener un mundo humanizado por la verdad, la vida digna, la justicia social, la libertad política y la paz fraterna que es la mística que debe motivar la conducta de todo miembro de la comunidad socio-política. Y así podremos conseguir que este mundo sea un poco “mejor”. Y de este modo “el mundo mejorado” se convertirá en el marco histórico-cultural para el reinado de Dios, gran desafío para todo creyente y, especialmente, para el cristiano. ¿Y cómo se manifiesta el rostro humanizado del mundo que anhelamos? Por:
1º la verdad expresada en las relaciones sinceras, la comunicación transparente, el respeto a la fama y la exclusión de la mentira;
2º una vida digna para todos, especialmente para los más desfavorecidos, fruto de la valoración integral de la persona y de la aceptación del plan de Dios. Estos criterios constituyen el fundamento para rechazar el homicidio, el aborto, la eutanasia y la tortura;
3º la justicia social aplicada con fidelidad a los derechos humanos y subordinada al bien común. Debe regir la equidad en las relaciones interpersonales, las estructuras socioeconómicas, el uso de los bienes, el trabajo y la propiedad. Para evitar la injusticia y superar los conflictos se impone, además, el respeto mutuo y la solidaridad corresponsable según posibilidades;
4º la libertad política ejercida con igualdad de oportunidad para todos. Que sea efectivo el dinamismo socio-político para conseguir la liberación de toda opresión;
5º la paz, fruto de la justicia y expresión de la caridad. Que esté fuera del alcance de los orgullos nacionales y nacionalistas, de la agresividad y del desorden personal que conducen a la división, la violencia y la guerra
6º la fraternidad que aspire al amor entre todos y excluya toda clase de egoísmos.
Colaboremos para que los que conviven con nosotros se sientan respetados y realizados.
La primera sugerencia requiere algo más inmediato: ayudar a la realización personal de los miembros de la comunidad más cercana que se centra en el desarrollo de sus facultades, en la consecución de las metas que se propone y en el amor interpersonal. Y no olvidemos que la autenticidad de esta realización depende externamente del disfrute de los derechos humanos que garanticen una vida digna.
Habrá que fomentar el profundo amor que el hombre siente por todo cuanto considera suyo, le impulsa al despliegue de sus facultades, al desarrollo de los valores elegidos, a la consecución de las metas propuestas y a la vida en comunión con las personas queridas.
Admitamos a Dios en nuestra vida y no lo manipulemos.
Sin Dios, ¡qué difícil conseguir la felicidad! El orgulloso hombre secularista reconozca que el Dios que es la fuente de todo amor, justicia, libertad y paz es imprescindible para lograr la meta a la que aspiramos. ¡Qué difícil ser feliz con el «no» del rechazo a Dios, la indiferencia, ignorancia, incongruencias, frivolidad, rebeldía, indiferencia, manipulación fanática. Y cuánto habremos caminado hacia la meta de la felicidad, por lo menos relativa, con el «sí» del respeto, la religiosidad, obediencia, confianza y la comunión con Él hasta llegar a la amistad interpersonal. El católico, además de la respuesta religiosa y la teologal, goza de las riquezas, obligaciones y exigencias de su opción sacramental-eclesial por Dios.
La opción por Dios, común a todo creyente es la religiosa. Su vivencia está desarrollada por la religiosidad y, más en concreto, por las exigencias de los tres primeros mandamientos del decálogo. El «no» dado a Dios está expresado en el rechazo de los ateos, en la indiferencia agnóstica, en los secularistas y en la injusticias contra el prójimo. Negativa, pero no rechazo, existe en muchas incoherencias y en muchas deformaciones de la opción religiosa especialmente en el fundamentalismo que justifica el terrorismo.
Y con Cristo y el Reino de Dios, arma eficacísima para humanizar el mundo
Personalmente me parece muy difícil imaginar una historia del mundo, una cultura universal y unas relaciones interpersonales sin el influjo de la religión cristiana que descansa en el máximo valor de la historia, Jesucristo admirado por su personalidad genial, la doctrina revolucionaria del reino Dios, el testimonio coherente de hombre libre que dio su vida por el amor a Dios y a los hombres. El proyecto de Cristo consistía en la salvación integral del hombre, en la liberación de su dignidad sobre algunas normativas, dentro de un mundo más humano. Que Dios “reine” en cada persona y en las instituciones humanas con manifestaciones de verdad-sinceridad, justicia-respeto, paz-tolerancia, libertad sin esclavitudes, y de amor universal incluido el enemigo y los pobres con preferencia. Y para todos, al final de los tiempos, la plena felicidad posterior a la muerte amando a Dios, meta definitiva.