¿Influye en la praxis el tratar bien al prójimo, y mejor a Dios?
Nos gusta que nos traten bien:”es un médico que trata muy bien a los pacientes”; “qué mal trato me dieron en tal oficina”; “este libro ayuda para ganar amigos con el buen trato”. El trato incluye respuestas y actitudes que rigen en la vida social y también en la religiosa. Con qué acierto Santa Teresa define la oración como un “tratar de amistad con el que sabemos que nos ama”.
Ante la importancia del tema, este artículo propone como clave octava, el tratar bien al prójimo y mucho más a Dios como la respuesta que resume las anteriores del ser y del vivir hoy.
Para el concepto del ”trato” acudimos a las definiciones del Diccionario de la RAE para quien tratar significa “proceder bien o mal con una persona, de obra o de palabra”; “comunicar, relacionarse con un individuo”.
Cuando el trato es hacia las personas, nos encontramos con uno de los criterios básicos de la feliz convivencia: “tal persona se lleva bien con todo el mundo”.
Cuando el trato se refiere a Dios es de tal trascendencia, que está presente en las principales expresiones de la espiritualidad cristiana, motiva las exigencias más duras, fortalece el dinamismo humano para superar obstáculos más difíciles y se alimenta con recursos accesibles. Basta con ojear la vida de creyentes extraordinarios, cristianos o no, para comprobar que el secreto de sus vidas radicaba en que supieron tratar bien a Dios. ¡He ahí la clave para que el hombre encuentre su realización personal y el mundo pueda ir solucionando sus problemas! No en vano Jesús, a la hora de resumir su doctrina, presentó el Padre Nuestro como la mejor oración para expresar el buen trato del cristiano con su Padre Dios.
El buen trato presente en la vida
En las relaciones sociales, el buen trato humano se manifiesta con palabras sinceras, gestos amables, respuestas positivas y rápidas para lo que nos piden; respeto por lo que es y merece la persona concreta; semblante pacífico de buenos amigos; desinterés en el servicio sin coaccionar la libertad y con ausencia de segundas intenciones….
Algo parecido debieran animar las relaciones con Dios para que merezcan el calificativo de “buen trato”: desinterés en nuestras oraciones. Y que no se reduzcan a “pedir” favores; sinceridad en los actos religiosos y que no sean de “cumplo y miento”; respeto a los derechos de Dios al que consideramos Creador, Señor y Padre de todos; uso pacífico de la religión, y que no se utilice contra ninguna persona, creyente o no; libertad de quien ama, alaba, agradece, confía en Dios por sí mismo y no por presiones culturales, sociales o de la propia familia.
El proceso del buen trato en las manifestaciones religiosas arranca de la fe bien formada y fundamentada; del conocimiento y admiración por Dios, de la aceptación de su dignidad a quien se rinde culto en una religión estructurada.
En un segundo paso, tratar positivamente a Dios nace al considerarle como benefactor y soberano. El creyente responde con un trato justo que culmina en manifestaciones superiores como son la devoción y, sobre todo, la adoración.
Un tercer paso tiene como base al Dios santo al que se le invoca con respeto y cariño, al que se alaba y santifica su nombre.
Por último, el cuarto peldaño se realiza ante el Dios Amor. Es ahí donde el creyente muy cualificado aspira a la intimidad con Dios como opción fundamental de su vida. Desde esta respuesta teologal, tiene justificación, como confirman tantos testigos, la consagración, obediencia y lucha por la gloria de Dios en clima de paz.
Áreas y modos de tratar
Mucho ayuda tener presente un cuadro general con las respuestas y actitudes que configuran el trato humano y religioso. También, las principales áreas sociales y espirituales, así como las cinco modalidades donde el yo puede tratar a cualquier tú humano o religioso.
Trato diferente manifestado en áreas con sus actitudes y respuestas
De más a menos seleccionamos cinco de los tratos más significativos desde el máximo hasta el rechazo total.
1º El trato perfecto en el cual el yo humano introduce al tú cualquiera que sea en el centro de su valores y tareas. El tú se convierte en el corazón de su vida, la fuente y motor de la actividad. Este trato de total comunión puede ser temporal o permanente.
2º El trato excelente, el de la persona comprometida, que se otorga a un tú individual o comunitario, a un grupo, tarea, cosa o animal, cuando lo valoramos por encima del interlocutor ordinario. Es un trato intermedio entre el perfecto y el normal que también puede darse por un tiempo determinado o como algo permanente
3º El trato normal, dado a otra persona, grupo, tarea, cosa o animal, es el mismo que cualquier persona suele dar en la misma situación cultural, social o psicológica. La normalidad puede acompañar actitudes y respuestas de manera ocasional o permanente. El criterio: aceptar y cumplir la normativa vigente.
4º El trato deficiente, o, mejor, trato con indiferencia, caracteriza a quien de modo ocasional o permanentemente “pasa” o prescinde del tú en cuestión. No existe interés alguno que motive-impulse a dar cualquier manifestación positiva ni negativa. Siempre existirá algún tipo de falta respeto a los compromisos aceptados en otro tiempo.
5º El trato hostil. Es el que da el yo a un tú al que considera adversario a sus ideas o contrario a su modo de pensar. La hostilidad se manifiesta en la simple enemistad y crítica. Y llega hasta el odio con destrucción de quien se considera enemigo. Es posible que el la hostilidad o rechazo sea solamente por un tiempo o que permanezca durante toda la vida.
Áreas-modalidades
Cuando el yo personal trata a un tú, normalmente actúa dentro de una de las áreas que integran las relaciones interpersonales:
el área de la verdad-mentira,
del respeto-injusticia,
de la libertad-opresión,
de la paz-guerra,
de la vida-destrucción,
del amor-odio.
En plan positivo, el trato se puede otorgar con verdad, respeto-justicia, libertad, paz o amor.
Y en plan negativo, el modo de tratar al tú puede ser con falsedad, injusticia, opresión, belicosidad o con odio
Ante la importancia del tema, este artículo propone como clave octava, el tratar bien al prójimo y mucho más a Dios como la respuesta que resume las anteriores del ser y del vivir hoy.
Para el concepto del ”trato” acudimos a las definiciones del Diccionario de la RAE para quien tratar significa “proceder bien o mal con una persona, de obra o de palabra”; “comunicar, relacionarse con un individuo”.
Cuando el trato es hacia las personas, nos encontramos con uno de los criterios básicos de la feliz convivencia: “tal persona se lleva bien con todo el mundo”.
Cuando el trato se refiere a Dios es de tal trascendencia, que está presente en las principales expresiones de la espiritualidad cristiana, motiva las exigencias más duras, fortalece el dinamismo humano para superar obstáculos más difíciles y se alimenta con recursos accesibles. Basta con ojear la vida de creyentes extraordinarios, cristianos o no, para comprobar que el secreto de sus vidas radicaba en que supieron tratar bien a Dios. ¡He ahí la clave para que el hombre encuentre su realización personal y el mundo pueda ir solucionando sus problemas! No en vano Jesús, a la hora de resumir su doctrina, presentó el Padre Nuestro como la mejor oración para expresar el buen trato del cristiano con su Padre Dios.
El buen trato presente en la vida
En las relaciones sociales, el buen trato humano se manifiesta con palabras sinceras, gestos amables, respuestas positivas y rápidas para lo que nos piden; respeto por lo que es y merece la persona concreta; semblante pacífico de buenos amigos; desinterés en el servicio sin coaccionar la libertad y con ausencia de segundas intenciones….
Algo parecido debieran animar las relaciones con Dios para que merezcan el calificativo de “buen trato”: desinterés en nuestras oraciones. Y que no se reduzcan a “pedir” favores; sinceridad en los actos religiosos y que no sean de “cumplo y miento”; respeto a los derechos de Dios al que consideramos Creador, Señor y Padre de todos; uso pacífico de la religión, y que no se utilice contra ninguna persona, creyente o no; libertad de quien ama, alaba, agradece, confía en Dios por sí mismo y no por presiones culturales, sociales o de la propia familia.
El proceso del buen trato en las manifestaciones religiosas arranca de la fe bien formada y fundamentada; del conocimiento y admiración por Dios, de la aceptación de su dignidad a quien se rinde culto en una religión estructurada.
En un segundo paso, tratar positivamente a Dios nace al considerarle como benefactor y soberano. El creyente responde con un trato justo que culmina en manifestaciones superiores como son la devoción y, sobre todo, la adoración.
Un tercer paso tiene como base al Dios santo al que se le invoca con respeto y cariño, al que se alaba y santifica su nombre.
Por último, el cuarto peldaño se realiza ante el Dios Amor. Es ahí donde el creyente muy cualificado aspira a la intimidad con Dios como opción fundamental de su vida. Desde esta respuesta teologal, tiene justificación, como confirman tantos testigos, la consagración, obediencia y lucha por la gloria de Dios en clima de paz.
Áreas y modos de tratar
Mucho ayuda tener presente un cuadro general con las respuestas y actitudes que configuran el trato humano y religioso. También, las principales áreas sociales y espirituales, así como las cinco modalidades donde el yo puede tratar a cualquier tú humano o religioso.
Trato diferente manifestado en áreas con sus actitudes y respuestas
De más a menos seleccionamos cinco de los tratos más significativos desde el máximo hasta el rechazo total.
1º El trato perfecto en el cual el yo humano introduce al tú cualquiera que sea en el centro de su valores y tareas. El tú se convierte en el corazón de su vida, la fuente y motor de la actividad. Este trato de total comunión puede ser temporal o permanente.
2º El trato excelente, el de la persona comprometida, que se otorga a un tú individual o comunitario, a un grupo, tarea, cosa o animal, cuando lo valoramos por encima del interlocutor ordinario. Es un trato intermedio entre el perfecto y el normal que también puede darse por un tiempo determinado o como algo permanente
3º El trato normal, dado a otra persona, grupo, tarea, cosa o animal, es el mismo que cualquier persona suele dar en la misma situación cultural, social o psicológica. La normalidad puede acompañar actitudes y respuestas de manera ocasional o permanente. El criterio: aceptar y cumplir la normativa vigente.
4º El trato deficiente, o, mejor, trato con indiferencia, caracteriza a quien de modo ocasional o permanentemente “pasa” o prescinde del tú en cuestión. No existe interés alguno que motive-impulse a dar cualquier manifestación positiva ni negativa. Siempre existirá algún tipo de falta respeto a los compromisos aceptados en otro tiempo.
5º El trato hostil. Es el que da el yo a un tú al que considera adversario a sus ideas o contrario a su modo de pensar. La hostilidad se manifiesta en la simple enemistad y crítica. Y llega hasta el odio con destrucción de quien se considera enemigo. Es posible que el la hostilidad o rechazo sea solamente por un tiempo o que permanezca durante toda la vida.
Áreas-modalidades
Cuando el yo personal trata a un tú, normalmente actúa dentro de una de las áreas que integran las relaciones interpersonales:
el área de la verdad-mentira,
del respeto-injusticia,
de la libertad-opresión,
de la paz-guerra,
de la vida-destrucción,
del amor-odio.
En plan positivo, el trato se puede otorgar con verdad, respeto-justicia, libertad, paz o amor.
Y en plan negativo, el modo de tratar al tú puede ser con falsedad, injusticia, opresión, belicosidad o con odio