¿Insuperable el conflicto entre autoridad y libertad?

He vivido el conflicto autoridad-libertad en “carne viva”. No escribo en plan de “memoria” como si fuera un artículo académico más. Detrás de cada afirmación existe mucha historia personal y mucho dolor. Pero ahora no puedo terminar con anécdotas. Sí puedo afirmar que pertenezco a la generación que en tiempos pasados le tocó sufrir los excesos de la autoridad y en tiempos más recientes los abusos de la libertad. También confieso que como formador y profesor alterné en mi vida las actitudes de autoritarismo y de paciencia con los alumnos, defensores de la libertad y críticos con la autoridad. En mi relaciones pastorales, comprobé que la tensión entre el que obedece y el que manda ha sido un factor decisivo tanto en las crisis conyugales como en las del ministerio sacerdotal. Con la autoridad-magisterio mi libertad de teólogo ha padecido los inevitables conflictos que no siempre se superaron con el diálogo: tema para más de un artículo que reservo para la tercera parte de mi blog, el “hoy” del ser y vivir.
En plan doctrinal, he tenido que enseñar los criterios-puente, útiles para superar el conflicto autoridad-libertad. ¿Dónde radica el problema de fondo? En la dificultad que experimenta el hombre libre para aceptar la decisión de una voluntad ajena. Y en el papel que juega la autoridad que no es ni freno ni motor para el hombre libre, sino inteligente “volante” del vehículo donde está toda la comunidad.

La tensión y sus causas
Es un hecho frecuente: existe la tensión o conflicto entre la autoridad que manda y el súbdito que obedece, entre la ley que impone una obligación y la libertad hipotecada, entre el enfoque de una moral legalista y otra moral de corte subjetivista. Tensión que termina en conflicto agudizado por diversos factores:
por las ideologías que exaltan los valores personales, en especial la libertad;
por la simpatía hacia 1o personal y circunstancial como reaccción a épocas pasadas cuando predominaba la autoridad y los elementos objetivos de ley y orden;
por la crisis moral mundial con los enfrentamientos, y con mayor agresividad;
por la confusión posconciliar sobre autoridad-libertad en la Iglesia: ¿relación de pirámide o de esfera? Pirámide que descansa solamente en la jerarquía o una esfera donde todos son iguales con el punto común de la comunidad; ¿sumisión o colaboración? La autoridad, ¿con la misión de servir o con el monopolio avasallador del mando?

Manifestaciones del conflicto
Se trata de un conflicto universal y constante con varias manifestaciones.
En la vida misma personal:
por una parte está el deseo de autonomía o ejercicio de la libertad para seguir el camino señalado por la conciencia adulta. Y por otra, está la necesidad de una autoridad, de la heteronomía, como fuerza moral obligatoria externa al individuo impuesta a veces de modo coactivo. La tensión se acentúa cuando la mayoría de la comunidad contradice la decisión de la autoridad.

Presencia en la vida eclesial.
La tensión surge porque la autoridad del magisterio interpreta la Escritura y señala el camino a seguir con criterios concretos y normas más precisas (disciplinares y litúrgicas) que no siempre son aceptadas por algunos católicos. Muchos rechazan la decisiones de la Iglesia o consideran que otras interpretaciones son más conformes con el evangelio actualizado.

La vida ciudadana, familiar, escolar, social sufre igualmente la tensión autoridad-libertad. Es clásico el conflicto entre padres e hijos (paternalismo y rebeldía juvenil); entre el esposo machista y la esposa feminista; entre profesores y alumnos; entre la autoridad civil que exige leyes rechazadas por parte de la comunidad. El conflicto se agudiza cuando se trata de leyes injustas o de un legislador dictador o tirano.

Reacciones inaceptables
El conflicto, de por sí inevitable, se acentúa por las reacciones exageradas de quien legisla o manda (la autoridad) o de quien debe obedecer (persona libre):

- el autoritarismo de quien anula prácticamente la libertad y la conciencia; contempla al hombre como un perpetuo niño inmaduro; niega la debida responsabilidad y el riesgo creador a la conciencia adulta; otorga a la libertad la única alternativa de obedecer sin dialogar; se convierte en autocracia o monopolio de la voluntad de Dios; intenta suplantar la personal responsabilidad del individuo;

- el libertinaje de quien ejerce su autonomía en detrimento de los valores éticos; adopta como única norma de obrar su criterio Y su situación personal y opción reflejan más que nada su orgullo o capricho o sus propios intereses al margen de la comunidad. Niega la debida obediencia a la autoridad legítima; rechaza por sistema la intromisión de otra voluntad en su conducta; contempla la ley como norma «indicativa» sin carácter obligatorio; adopta por sistema la actitud rebelde ante la ley y la autoridad con total independencia.

Criterios-puente para superar el conflicto
Pueden ayudar criterios complementarios
sobre la autoridad interpretada como servicio y con respeto a la responsabilidad de cada uno y no como un ejercicio despótico del poder sobre la comunidad (GS 74; PC 9 y 14). Que se manifieste firme para ordenar y mandar lo que se debe hacer (PC 14); solícita en testimoniar el amor fraternal y amistoso (CD 16 y PO 7); como animadora espiritual y coordinadora entre los hermanos para promover el bien común (PC 14), integrando lo bueno de cada uno en la comunidad (PO 9); defensora de la persona humana y de la misma autoridad, procurando que todos cooperen con obediencia activa y responsable y evitando la confusión (PO 9; PC 14).

¿Qué decir a los defensores de la libertad? Que la vivan de modo integral,: con la obligación de formarse continuamente hasta llegar a la madurez requerida; de obrar con sinceridad y no por ciego impulso; de cultivar la necesaria disciplina para conservar la misma libertad; de admitir el sacrificio y de vivirlo; de cumplir el precepto aunque no estén muy convencidos, por el bien de la unidad y por motivaciones de fe.

En esta tarea, juega un papel decisivo la conciencia ejercitada con la epiqueya para los casos conflictivos que se pueden resolver con una inteligente aplicación del principio (ley o norma) general a la situación concreta de la persona: la conciencia debe madurar en la decisión tomada: la verdad puede ser verdad pero precipitada, como una fruta verde que necesita tiempo para madurar.

¿Cómo quedan los derechos de la persona libre? Tiene derecho a
-seguir la propia decisión, a poder obrar según el juicio de su conciencia, y. mucho más cuando se trata de una conciencia formada y sincera que decide sobre algo que afecta al foro íntimo personal;
-obrar sin coacción externa, injusta;
-al riesgo personal en casos dudosos, cuando, por razones graves, tiene que apartarse de la norma general;
-denunciar con todo respeto las decisiones injustas de la autoridad, aquellas que ponen en peligro el bien de la comunidad. A veces, el silencio es un mal servicio a la comunidad y a la misma autoridad.

Al interrogante propuesto (¿Insuperable el conflicto entre la autoridad y la libertad?) mi respuesta es afirmativa, pero con muchas condiciones que no siempre se cumplen por las dos partes: diálogo humilde y sereno, superación de la posiciones extremistas, comprensión mutua, saber ceder, actuación de la fe y amor a la Iglesia en el aquí y en el ahora.
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