¿Pasividad o compromiso en la relación Iglesia-Mundo?

La dimensión eclesial es esencial en la proyección política del cristiano. Junto a su compromiso individual está el que realiza como miembro de una comunidad -la Iglesia- que mantiene especiales relaciones con el mundo y con la comunidad política. Los ciudadanos y miembros de la Iglesia evitarán el intimismo, el miedo y el predominio de la ideología sobre la fe. Y tendrán presente que «la propia fe es un motivo que les obliga (a los cristianos) al más perfecto cumplimiento de todas (las tareas temporales), según la vocación personal de cada uno» (GS 43).
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Como fundamento, la relación entre la Iglesia y el mundo.
Por una parte, la Iglesia «ha sido constituida y organizada por Cristo como sociedad en este mundo, con los medios propios de una unión visible y social» (LG 8. 9 y 7). Y por otra, su misión consiste en actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios; dignificar a toda persona, consolidar la sociedad y dar un sentido profundo a la actividad del hombre (GS 40). “Aunque de suyo se refiere a la salvación de los hombres, se propone también la restauración de todo el orden temporal» (AA 5). Pero la Iglesia «no está ligada a ninguna forma particular de civilización humana ni a sistema alguno político, económico o social» (GS 42).

Ayuda mutua entre Iglesia y mundo
De la Iglesia al mundo: la primera ayuda es el cumplimiento de su misión. La Iglesia humaniza con su doctrina; orienta, rescata la dignidad humana con el anuncio de la libertad de los hijos de Dios y proclama los derechos humanos (GS 41). Queda claro que «las energías que la Iglesia puede comunicar a la actual sociedad humana radican en esa fe y en esa caridad aplicadas a la vida práctica» y no en el dominio humano (GS 42). También ayuda la Iglesia al mundo mediante sus miembros, «ciudadanos de la ciudad temporal y de la ciudad eterna», cuando cumplen sus deberes temporales (GS 43).
El mundo ayuda a la Iglesia. «La Iglesia, por disponer de una estructura social visible, señal de su unidad en Cristo, puede enriquecerse, y de hecho se enriquece también, con la evolución de la vida social... para conocer con mayor profundidad esta misma constitución, para expresarle de forma más perfecta y para adaptada con mayor acierto a nuestros tiempos». Quien de alguna manera promueve la comunidad humana ayuda a la Iglesia, que depende de las realidades externas (GS 44).

Vinculaciones entre la Iglesia y la comunidad política.
Dentro del amplio marco de Iglesia-mundo, hay que situar las vinculaciones entre la Iglesia como comunidad inserta en comunidades políticas concretas: son comunidades autónomas e independientes. «la Iglesia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno» (GS 76); las dos están al servicio del hombre en los diversos campos. Pero mayor será el servicio «cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas», dado el destino temporal y eterno del hombre (GS 76). Los derechos humanos son el punto de unión. La Iglesia difunde el reino de justicia, enseña las exigencias de los derechos humanos, exhorta a que los cumplan sus miembros: «respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas del ciudadano» (GS 76).; .
¿Privilegios, represiones?. La Iglesia «no pone su esperanza en privilegios dados por el poder civil; más aún, renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos. ..» (GS 76). De la misma manera, la comunidad eclesial pide a la política libertad para desempeñar su misión «sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas»(GS 76).
¿Qué actitudes se deben superar? En las relaciones de las dos comunidades (la eclesial y la política) hay que superar el criterio de quien desea que la Iglesia imponga coactivamente sus normas morales y sociales. Este criterio contraría la libertad religiosa. También se debe rechazar la opinión y respuesta práctica de quienes pretenden eliminar cualquier intervención de la Iglesia o de los católicos inspirados en su fe. Este criterio atenta contra la misma libertad religiosa y de pensamiento sancionada en la Declaración Universal de los Derechos humanos.

Respuesta cristiana en la comunidad política
Al núcleo ético que comprende la condición de miembro de la comunidad política, la respuesta cristiana añade otros rasgos que caracterizan la opción de quien también es miembro de otra comunidad, la Iglesia. El cristiano ha de tener presente unos criterios previos que iluminarán las actitudes a superar y otras que debe practicar para que la vocación adquiera su dimensión política correspondiente.

Toma de conciencia con la adecuada evaluación de posibilidades y dificultades del medio ambiente en que se encuentra. Hoy día predominan las dificultades por el ateísmo, agnosticismo, laicismo beligerante, indiferencia religiosa, las manifestaciones antirreligiosas y antieclesiales que se suscitan en los medios de comunicación social o por la permisividad en las costumbres.También estará presente la claridad de criterios: respecto de las ideologías políticas (aun las que ostentan una inspiración cristiana) por la mezcla de influencia y de intereses. Es muy importante que el católico distinga la actividad política que realiza a título personal, como ciudadano, pero con una conciencia cristiana, de la actividad política que lleva a cabo en nombre de la Iglesia y en comunión con los pastores (GS 76).

Actitudes a evitar
Entre otras, habrá que destacar el intimismo para quien la vida cristiana «se reduce meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales» (GS 43). Otra manifestación radica en la falsa esperanza de quien descuida sus obligaciones temporales. «el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época» (GS 43). No ceder al miedo que provocan determinados ambientes hostiles a la religión. Muchos cristianos sucumben al temor y ocultan sus convicciones religiosas o morales. Unos por la represalia política en regímenes de dictaduras ateas; otros (y es el caso más grave), aun en naciones cristianas con gobiernos democráticos. Tampoco hay que ceder al predominio de la ideología sobre la fe. Situación de quien sucumbe a la tentación de someter su fe a la ideología o a los intereses del partido político.

Actitudes del compromiso cristiano político.
Como preámbulo al servicio liberador se puede enumerar:
la dimensión política de la vida teologal: . «la propia fe es un motivo que les obliga (a los cristianos) al más perfecto cumplimiento de todas (las tareas temporales), según la vocación personal de cada uno» (GS 43). El compromiso político debe ser asumido en la vida teologal y así convertirse en una escuela de perfección dentro del contexto del seguimiento de Cristo, práctica de las bienaventuranzas y otras virtudes cristianas.
Y todo dentro de la autenticidad de vida cristiana, del testimonio en materia de justicia social porque la caridad no suple las deficiencias de la justicia ni justifica la injusticia de un orden establecido. En esta autenticidad de vida hay que incluir el compromiso evangelizador, inseparable del compromiso político. (Un directorio práctico tendría como base las constituciones Lumen gentium y Gaudium et spes, el decreto sobre Apostolado seglar y la exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI.)
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