¿Pueden relacionarse con paz el que obedece y el que manda?

A las diferentes perspectivas de la libertad, derecho humano ante toda sociedad, queda por tratar el tema de la libertad en las relaciones interpersonales. Y más en concreto, los vínculos existentes entre la autoridad y la libertad, el que manda y el que tiene que obedecer. Son las relaciones interpersonales entre el político y el ciudadano, el jefe y el subordinado, el superior y el religioso, el maestro y los alumnos, el párroco y sus feligreses, los padres y los hijos, el amigo de carácter fuerte y el que tiene menos personalidad.
En cualquier caso, preguntamos si el que tiene el poder, la autoridad, un temperamento más enérgico, es un obstáculo para quien está a sus órdenes, si el que detecta un poder empobrece o enriquece la libertad del más débil: ¿cómo es la relación según la libertad entre quien obedece y manda? ¿Hasta qué punto pueden relacionarse con paz el que obedece con el que manda?
Para la respuesta, conviene recordar ante todo la urgencia de respetar la libertad del prójimo. Y en plan negativo, no se debe prohibir el legítimo uso de la libertad. Para responder al interrogante, habrá que exponer la tipología de quien ostenta la autoridad o la libertad. Así mismo, conviene tener presente las dificultades entre quien manda y obedece para dar paso a las sugerencias que iluminen el camino para armonizar el ejercicio de la autoridad con la realización personal.

Autoritarismo: los que abusan de algún tipo de poder
No se trata solamente de la autoridad, también abordamos el poder que una persona tiene sobre otra por razón de su carácter más fuerte o de la dialéctica superior o de la cultura o del papel que cada uno ejerce en la vida social. Puede regir el esquema negativo: un “yo” con más poder en cualquier faceta de la vida se relaciona con un “tú” que contempla cómo su libertad queda disminuida o hipotecada. El esquema tiene una versión positiva cuando el “yo” inferior (hijo, un familiar, el alumno, un seglar, un ciudadano....) experimenta que la relación con el “tú” superior (padres, familiares, profesores, sacerdotes, políticos...) le ayuda en su realización personal (felicidad), le motiva y educa para ser libre y responsable.

Actitud autoritaria, dictatorial Es la propia de quien hipoteca o anula prácticamente la libertad y la conciencia del prójimo; contempla al prójimo como un perpetuo niño inmaduro porque tiene la autoridad, el poder, el dinero, toda la experiencia, la dialéctica, y “cree llevar la razón”...O bien, porque el otro-a es más tonto, débil y no sabe o no puede defenderse. Siempre el fuerte niega la debida responsabilidad y el riesgo creador a la conciencia adulta del que es más débil. Siempre otorga a la libertad ajena la única alternativa, la de obedecer sin dialogar. El fuerte habla pero ni escucha, ni valora al otro. Y así se convierte en un dictador con el monopolio de la verdad, del poder civil y de la misma voluntad de Dios.
El autoritarismo aumenta si la persona es agresiva, nerviosa, inteligente, con buena memoria, de fácil palabra y poder de convicción. ¿Cuáles son las acciones típicas de quien abusa de un poder superior? Las de mandar y planificar sobre lo que debe hacer u omitir el subordinado; el corregir con frecuencia y con ira, malos modales y hasta con insultos. En unas ocasiones, la persona autoritaria utiliza modales diplomáticos, suaves pero con la misma eficacia en el trato con el inferior. En otras ocasiones, aflora la agresividad con amenazas y castigos.

Tipología.
El autoritarismo con respuestas dictatoriales siempre provoca rechazo interno, desconfianza, odio, disminución de la libertad y vehementes deseos de rebelión. Como tipología, valga el ejemplo del cónyuge fuerte que prohibe todo o parte a su pareja débil, utilizando la frase “tú debes” hacer-omitir tal cosa; el jefe que manda más de lo que debe al subordinado y con gestos prepotentes; el amigo que planifica a toda costa la vida del amigo; el miembro de familia que le gusta y puede mandar y mandar; el novio-a que se aprovecha del enamoramiento del otro-a para esclavizarle con sus exigencias, celos y prohibiciones; el político que en su esfera impone su voluntad como única respuesta posible, el párroco que aprovecha su dialéctica para someter la voluntad de sus feligreses.
En el plano social, son los medios de comunicación los que “encauzan” la libertad imponiendo costumbres y normas de vestir. En el plano político, son las estructuras socio-culturales las que otorgan más libertad a unos y la quitan a otros. Y en la vida religiosa, es el líder o la estructura de la secta quienes anulan el poder personal para decidir sobre lo bueno o lo malo, lo que debe hacer-omitir para poder salvarse o llegar a la perfección.

Los que fomentan la libertad ajena
Dentro del campo de la autoridad (jefes, políticos, cónyuges, padres, maestros, sacerdotes...) están quienes ejercen su papel promoviendo la libertad responsable. Proponemos algunos ejemplos: el del político que usa el poder-autoridad para el bien común o interés general, el cónyuge que ayuda a su pareja en la realización personal, los educadores que motivan para la libertad responsable de sus alumnos; el amigo que pregunta y se limita a sugerir sin planificar vidas ajenas, el superior religioso “democrático” que escucha a todos y trata por igual a todos, la persona delicada que no aprovecha su fuerza dialéctica sino que se acomoda; el que utiliza el amor del otro para su bien y no le pide más de lo que debe, los padres que según crecen los hijos usan menos la autoridad y más el consejo; quien ayuda a liberase como individuo o como grupo; el confesor que utiliza la epiqueya a la hora de aplicar la norma moral o canónica en sí rígidas

Libertinaje: exaltados y sin responsabilidad No estamos en una película de “buenos”, los que defienden la libertad, y de “malos”, aquellos que ejercer la autoridad. En las relaciones interpersonales según libertad, es posible que los que están en contra de de la autoridad caigan en el libertinaje, nieguen a la autoridad los derechos justos y olviden sus obligaciones.
Es la respuesta de quien ejerce su autonomía en detrimento de los valores éticos; adopta como única norma de obrar su criterio personal. En su oposición contra la autoridad refleja más que nada su orgullo, capricho o intereses al margen de la comunidad. Niega la debida obediencia a la autoridad legítima; rechaza por sistema la intromisión de otra voluntad en su conducta; contempla la ley como norma «indicativa» sin carácter obligatorio; adopta por sistema la actitud rebelde ante la ley y la autoridad con total independencia.
Bajo el amparo de teorías éticas, da un margen exaltado a su conciencia y a su obrar libre. Así sucede con los alumnos que no guardan la disciplina en clase, los hijos que desobedecen a sus padres, los líderes políticos que promueven la rebelión de los ciudadanos por ideologías partidistas; grupo de personas que se declaran en huelga impidiendo el ejercicio de los derechos de otro grupo mayor....

Para que exista libertad entre el que manda y obedece De los muchos criterios y sugerencias que se ofrecen para armonizar autoridad y obediencia con respeto a la mutua libertad, destacamos las siguientes.
Para todos:
situar la autoridad-libertad dentro de las exigencias de la justicia-respeto y de la verdad-sinceridad. Se acortarán distancias y se suprimirán muchas tensiones, si los que tienen más poder y los que se sienten inferiores, se esfuerzan en poner en práctica las normas del diálogo: la sinceridad en las palabras, serenidad en el ánimo, actitud abierta para aceptar verdades diferentes, respeto por la libertad ajena, claridad en las expresiones, saber escuchar con silencio, y la supresión de prejuicios y paradigmas fijos que imposibilitan el cambio de opinión. Como gran complemento: buscar la unidad en los fundamental, respetar la libertad en lo dudoso y amar siempre y en todo a todos. Reconocer la verdad y la dignidad en el otro. Aceptar el derecho a mandar y el derecho a la libertad: «toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión...” (DU 18). Concepto de la autoridad como servicio y de la libertad como responsabilidad.

Al que ejerce la autoridad o tiene más poder. Tomar conciencia de que la superioridad en el aspecto que sea, implica un riesgo y más obligaciones. La autoridad interpretada como servicio y con respeto a la responsabilidad de cada uno y no como un ejercicio despótico del poder sobre la comunidad (GS 74; PC 9 y 14). Que se manifieste firme para ordenar y mandar lo que se debe hacer (PC 14); que se muestre solícita en testimoniar el amor fraternal y amistoso (CD 16 y PO 7). En definitiva, que sea animadora espiritual y coordinadora entre los hermanos para promover el bien común (PC 14), integrando lo bueno de cada uno en la comunidad (PO 9); defensora de la persona humana y de la misma autoridad, procurando que todos cooperen con obediencia activa y responsable y evitando la confusión (PO 9; PC 14).
A los defensores de la libertad.
Interioricen sin exaltación el derecho a seguir la propia decisión, a poder obrar según el juicio de su conciencia, y. mucho más, cuando se trata de una conciencia formada y sincera que decide sobre algo que afecta al foro íntimo personal. Que impidan el poder obrar sin coacción externa, injusta; superen el riesgo personal en casos dudosos, cuando, por razones graves, tienen que apartarse de la norma general; denuncien con todo respeto las decisiones injustas de la autoridad, aquellas que ponen en peligro el bien de la comunidad..
Como hijos o alumnos, tienen la obligación de formarse continuamente hasta llegar a la madurez requerida; de obrar con sinceridad y no por ciego impulso; de cultivar la necesaria disciplina para conservar la misma libertad; de admitir el sacrificio y de vivirlo; de cumplir el precepto aunque no esté muy convencido, por el bien de la unidad y por motivaciones de fe.
Volver arriba