¿Vivimos los cristianos la justicia según Cristo?

Son muchos en la comunidad eclesial que viven de modo coherente la fe y la caridad manifestadas en obras de justicia, pero no faltan católicos practicantes que son fieles a las prácticas de piedad, muy sensibles para confesar sus pecados contra el sexto mandamiento, pero insensibles a la justicia y al compromiso socio-político formulado por los Papas. También es de lamentar que otros bautizados vivan en situación injusta, humana y cristiana. ¿Qué consignas ofrece Benedicto XVI en la Encíclica Caristas in veritate? ¿Podemos olvidar los mensajes-clave del Vaticano II sobre la justicia del cristiano?

Fe y caridad con obras de justicia. Consignas de Benedicto XVI
Es la actitud y respuesta de quienes viven al servicio de los más necesitados, con una entrega total unida a una fuerte vida espiritual. Admiramos el testimonio de quienes fuera de su patria dedican todos sus esfuerzos para la evangelización junto a la promoción socio-cultural. Y no son menos de admiración otras personas católicas que dedican sus esfuerzos en favor de los pobres pero en su nación de origen y con igual generosidad.
Unos y otros llevan la práctica las consignas que ofrece la Encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate (n.79).En este Documento leemos que “el desarrollo (podíamos leer justicia) necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don...”
¿Y qué pide tal desarrollo o justicia? “El desarrollo (podíamos leer justicia) conlleva atención a la vida espiritual, tener en cuenta seriamente la experiencia de fe en Dios, de fraternidad espiritual en Cristo, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divina, de amor y perdón, de renuncia a uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia y de paz”.
¿Y qué objetivos pretende el cristiano? Los que indica el Papa:
“todo esto es indispensable para transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne» (Ez 36,26),
“y hacer así la vida terrena más «divina» y por tanto más digna del hombre”,
”que toda la familia humana pueda invocar a Dios como «Padre nuestro».
“que junto al Hijo unigénito, todos los hombres puedan aprender a rezar al Padre y a suplicarle con las palabras que el mismo Jesús nos ha enseñado, que sepamos santificarlo viviendo según su voluntad,
“y tengamos también el pan necesario de cada día, comprensión y generosidad con los que nos ofenden, que no se nos someta excesivamente a las pruebas y se nos libre del mal” (cf. Mt 6,9-13).

Vida cristiana coherente y, por lo tanto, justa Innumerables católicos practican según sus posibilidades las exigencias éticas de la justicia social como expresión de su fidelidad al mensaje del Evangelio actualizado por el magisterio de la Iglesia. Estos seguidores de Jesús tienen la justicia como un campo donde ejercitan su apostolado. Ellos procuran impregnar con el espíritu evangélico el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en las que viven (AA 13; PP 81). En unión con otros hombres de buena voluntad procuran “promover cuanto hay de verdadero, de justo, de santo, de amable” (AA 13 y cita de Flp 4,8).
Aunque no tengan tareas específicas de promoción social, los discípulos de Jesús, siguen su exhortación:”buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33). Como lema, tienen la consigna de la CD Lumen gentium: dilatar el Reino de Dios, que es también de justicia. Y obrar de tal manera “que el mundo se impregne del espíritu de Cristo y alcance su fin con mayor eficacia en la justicia, en la caridad y en las paz”(y)...”que todas estas cosas sean conformes a las normas de la justicia” (LG 36).
¿Y cómo procuran responder? Todo bajo la guía de la Iglesia a quien corresponde tutelar la integridad de los principios, el orden ético y religioso y dar a conocer sus criterios. A los fieles les corresponde actuar libremente bajo su conciencia cristiana, observar las normas dadas por la Iglesia y ajustar la vida a los principios y normas sociales (MM 239-241; LG 37; GS 43; PP 81).

Situaciones conflictivas y respuestas contrarias a la justicia
Un tercer grupo de cristiano está formado por quienes han ofendido gravemente al prójimo o han roto sus compromisos con la Iglesia. Es el caso del robo, la corrupción, el aborto, la eutanasia, el adulterio y más si provoca el divorcio, el abandono del hogar, la negación a recibir el sacramento del matrimonio, la rebeldía con ruptura de la comunidad eclesial, la práctica de criterios incompatibles con la moral como los que enseña el secularismo, la ética de situación o la Nueva era. En materia de justicia social se dan posiciones un tanto exaltadas que ponen en peligro la debida comunión y pueden provocar situaciones injustas. En una temática tan compleja se comprende la diversidad de pareceres aun entre los mismos cristianos. Como enseñó el Vaticano II, hay que reconocer la legítima variedad de opciones posibles y no reivindicar para sí en exclusiva la autoridad de la Iglesia (GS 43; PP 50); se debe obedecer en lo que el Magisterio ha dispuesto claramente y evitar que las diferentes opciones dañen la colaboración, confundan las ideas o paralicen los esfuerzos (MM 238, 240, 241; LI 80).

Religiosidad sin justicia
Describimos la actitud y opción de muchos católicos practicantes, muy sensibles a las faltas contra el sexto mandamiento y el precepto dominical, pero insensibles ante los deberes más elementales de justicia en el trato con el prójimo. Ellos reducen su vida cristiana a la celebración ritual-social de los sacramentos y a la participación en procesiones y en otros actos de piedad. Son los practicantes, fieles a la piedad pero insensibles a la caridad y a la misma justicia.
De manera especial, a tales cristianos habrá que recordarles que en el Reino predicado por Cristo, no entran los injustos, los corruptos, los ladrones, avaros, ultrajadores (1Cor 6,10; Mt 23). Y que están excluidos los imprudentes y los irresponsables, los ricos insensibles ante las necesidades de los pobres como el epulón, los cobardes ante la invitación de Cristo (Mt 25, 14-30. Mt 19,23-24; Lc 16,21). No olviden que el Maestro condenó la hipocresía de los fariseos (Mt 23; 15,1-9; Lc 11,17-52) y el escándalo, sobre todo, ante los sencillos (Mt 18,6-10).

El Vaticano II condena la ruptura de la fe-caridad con la justicia.
El Concilio Vaticano II actualizó el pensamiento de Jesús cuando enseña: “el cristiano que falta a sus obligaciones temporales falta a sus deberes con el prójimo; falta sobre todo a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación” (GS 43). Y son errores condenables descuidar la justicia en nombre de la vocación escatológica, desconectar los asuntos temporales de la vida religiosa, reducida al culto y a determinadas obligaciones morales (GS 43). Asimismo “debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época” el divorcio entre la fe y la vida de justicia como uno de los escándalos condenados tanto por los profetas como por el mismo Cristo (GS 43; Is 58,1-12; Mt 23.33; Mc 7, 10-13).
El dinamismo cristiano es claro cuando el mismo Concilio exige: “cumplir antes que nada las exigencias de la justicia para no dar como ayuda de caridad lo que se debe por razón de justicia; suprimir las causas y no sólo los efectos de los males y organizar los auxilios de tal forma que quienes lo reciben se vayan liberando progresivamente de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos” (AA 8).
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