¿Qué más nos dijo Benedicto XVI?
Con los dos primeros discursos del Papa contesté en el artículo anterior a los
interrogantes: ¿de qué nos hablará Benedicto XVI? ¿Qué desafíos afrontará? De ocho
posibles grandes temas, dos de manera especial quedaron iluminados y profundizados
por la palabra de Benedicto XVI. Pero a las primeras alocuciones, obertura de una gran
sinfonía, siguió un torrente de discursos, homilías, breves intervenciones y
acontecimientos. Más que sinfonía parecían los conciertos para piano de Mozart.
Directa o indirectamente, el Papa Ratzinger ha respondido a muchas preguntas de las
que hoy tiene planteada la comunidad eclesial.
Ante la inmensidad de criterios, sería ingenuo por mi parte resumir en un artículo
ese “qué más nos dijo Benedicto XVI”. Opto por algo más sencillo: releer las
intervenciones del Papa y seleccionar el pensamiento que más me llama la atención
polarizados en el mundo, el hombre, Jesucristo, el seguidor coherente, la Iglesia y el
destino final.
1º Construir un mundo humanizado, familia para sus moradores
En las diversas alocuciones, el Papa propone la meta, la situación actual y los
protagonistas
La meta y el camino. ¿No es este un suelo firme para edificar la civilización del
amor y de la vida, capaz de humanizar a todo hombre? (Primera homilía).
La situación: un mundo deshumanizado. Subsisten tensiones y choques abiertos
en tantos lugares del mundo, incluso con derramamiento de sangre. La justicia y el
altísimo valor de la persona humana se doblegan fácilmente a intereses egoístas,
materiales e ideológicos. No siempre se respeta como es debido el medio ambiente y la
naturaleza, que Dios ha creado con tanto amor (Llegada)
Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces
ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo
que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser
sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo
fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento (Primera homilía).
Apoyados en su amor, no os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende
excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales
criterios por los que se rige la existencia. Puede que os menosprecien, como se suele
hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy
muchos se postran (Seminaristas).
Todos, protagonistas en la civilización del amor.. Nuestra sociedad, en la que
demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la vida, de cada vida, os
necesita: vosotros contribuís decididamente a edificar la civilización del amor. Más aún,
sois protagonistas de esta civilización. Y como hijos de la Iglesia ofrecéis al Señor
vuestras vidas, con sus penas y sus alegrías, colaborando con Él y entrando “a formar
parte de algún modo del tesoro de compasión que necesita el género humano” (Spe salvi,
40) (Fundación San José)
Responsabilidad del profesor y del cristiano. Por tanto, os animo
encarecidamente a no perder nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad; a no
olvidar que la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una
formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis
suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación. Sed para
ellos estímulo y fortaleza (Profesores).
2º Para que toda persona sea respetada y amada
No podía faltar en el pensamiento humanista del Papa Ratzinger hablar de la
dignidad de toda persona, de cómo los discapacitados son una fuente de amor. Y cómo
todos deben buscar con ilusión la verdad con amor. Urge educar al hombre nuevo, que,
entre otros rasgos debe sentirse poseído por la verdad. La doctrina de Jesús nos motiva
para a todos, especialmente a los enfermos. Gran secreto: descubrir la riqueza del
sufrimiento por la serenidad y el amor.
Dignidad de toda persona. Estos testigos nos hablan, ante todo, de la dignidad
de cada vida humana, creada a imagen de Dios. Ninguna aflicción es capaz de borrar esta
impronta divina grabada en lo más profundo del hombre...Esta especial predilección del
Señor por el que sufre nos lleva a mirar al otro con ojos limpios, para darle, además de
las cosas externas que precisa, la mirada de amor que necesita. (Fundación San José).
Los discapacitados, fuente de amor. Ciertamente, la vida de estos jóvenes
cambia el corazón de los hombres y, por ello, estamos agradecidos al Señor por haberlos
conocido (Fundación San José). De manera misteriosa pero muy real, su presencia
suscita en nuestros corazones, frecuentemente endurecidos, una ternura que nos abre a la
salvación (Fundación San José).
Búsqueda e ilusión por la verdad. En efecto, la Universidad ha sido, y está
llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Por
ello, no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria,
pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (cf. Jn
1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios (Profesores).
Tarea de la Universidad y de sus profesores. La Universidad encarna, pues, un
ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por
servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero
consumidor (Profesores).
El camino: verdad y amor. Para esto, es preciso tener en cuenta, en primer lugar,
que el camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero:
es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe (Profesores)..
Humildad: sentirse poseído por la verdad. En segundo lugar, hay que considerar
que la verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y
acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee
a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es
asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la
verdad (Profesores).
Educación del hombre nuevo. Por tanto, os animo encarecidamente a no perder
nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad; a no olvidar que la enseñanza no es una
escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de
comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo
profundo y ese afán de superación. Sed para ellos estímulo y fortaleza (Profesores).
Nosotros, en cambio, sabemos bien que hemos sido creados libres, a imagen de
Dios, precisamente para que seamos protagonistas de la búsqueda de la verdad y del
bien, responsables de nuestras acciones, y no meros ejecutores ciegos, colaboradores
creativos en la tarea de cultivar y embellecer la obra de la creación. Dios quiere un
interlocutor responsable, alguien que pueda dialogar con Él y amarle (Primer homilía).
La doctrina de Jesús. A esto os ayudará el Señor, que os propone ser sencillos y
eficaces como la sal, o como la lámpara, que da luz sin hacer ruido (cf. Mt 5,13-15)
(Profesores).
Acercarse al enfermo y al menos favorecido. Queridos jóvenes, que el amor de
Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos
favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los
demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que
entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer
(Viacrucis).
Sufrir por amor. «Sufrir con el otro, por los otros, sufrir por amor de la verdad y
de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama
realmente, son elementos fundamentales de la humanidad, cuya pérdida destruiría al
hombre mismo» (ibid.) (Viacrucis).
“La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación
con el sufrimiento y con el que sufre ... Una sociedad que no logra aceptar a los que
sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea
compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana”
(Spe salvi, 38). (Fundación San José).
3º La experiencia del amor de Dios
Ante el eclipse Dios, toda persona sea consciente de su necesidad y el creyente
que se sienta amado por Dios Padre. Es Jesús nuestro Maestro y camino hacia Dios
quien nos revela la fe como una relación coherente y el amor con Dios como una
amistad.
Ante el eclipse de Dios. El encuentro personal con Cristo que nutre vuestra
consagración debe testimoniarse con toda su fuerza transformadora en vuestras vidas; y
cobra una especial relevancia hoy, cuando «se constata una especie de “eclipse de Dios”,
una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del
tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos
caracteriza» (Mensaje para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011, 1). Frente al
relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la
consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado (A las religiosas)..
Sin Dios y con Dios. Y saben que sin Dios sería arduo afrontar esos retos y ser
verdaderamente felices, volcando para ello su entusiasmo en la consecución de una vida
auténtica. Pero con Él a su lado, tendrán luz para caminar y razones para esperar, no
deteniéndose ya ante sus más altos ideales, que motivarán su generoso compromiso por
construir una sociedad donde se respete la dignidad humana y la fraternidad real
(Llegada).
Jesús, camino hacia Dios. El Maestro es, el único que conoce de verdad el
camino del hombre hacia Dios, porque es Él quien lo ha abierto para nosotros, lo ha
creado para que podamos alcanzar la vida auténtica (Primera homilía). Él no ha tenido
reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a
Dios, y así nos ha salvado (Llegada).
La experiencia de sentirse amados por Dios. Sí, queridos amigos, Dios nos ama.
Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto
de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un
proyecto de amor de Dios (Vigilia)
Tal y como Jesús nos lo ha revelado. ¿Cómo puede un joven ser fiel a la fe
cristiana y seguir aspirando a grandes ideales en la sociedad actual? En el evangelio que
hemos escuchado, Jesús nos da una respuesta a esta importante cuestión: «Como el
Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor» (Jn 15, 9) (Vigilia)
La fe abre la puerta al amor. Permanecer en su amor significa entonces vivir
arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas,
sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio
de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios (Vigilia).
Y la vida como una amistad con Dios. Queridos jóvenes, para descubrir y seguir
fielmente la forma de vida a la que el Señor os llame a cada uno, es indispensable
permanecer en su amor como amigos. Y, ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el
trato frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares? Santa
Teresa de Jesús decía que la oración es «tratar de amistad, estando muchas veces
tratando a solas con quien sabemos nos ama» (cf. Libro de la vida, 8) (Vigilia)
4º Fundamentar la vida en Cristo. Cristo, camino, verdad y vida nos llama a ser amigos suyos. Ahí radica el secreto
del cristiano, en vivir la fe como una amistad con Cristo. Pero la amistad de quien
interioriza el mensaje de Jesús y orienta su vida colaborando en la obra del Señor.
La verdad es la persona toda de Cristo. Buscar sobre todo la Verdad que no es
una idea, una ideología o un eslogan, sino una Persona, Cristo, Dios mismo que ha
venido entre los hombres. Tenéis razón de querer enraizar vuestra fe en Él, y fundar
vuestra vida en Cristo (Mensaje). Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Para
impulsar el compromiso de construir el Reino de Dios en el mundo, entre nosotros
(Llegada).
Cristo nos llama amigos suyos. Sí, el Señor os quiere y os llama amigos suyos
(cf. Jn 15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en vuestro camino,
para abriros las puertas de una vida plena, y haceros partícipes de su relación íntima con
el Padre (Homilía final).
El secreto, Cristo como amigo. Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y
descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda
vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor, el
Hijo de Dios hecho hombre, que da consistencia a todo el universo (Primera homilía).
Pero escuchando su mensaje. Queridos jóvenes, escuchad de verdad las palabras
del Señor para que sean en vosotros «espíritu y vida» (Jn 6,63), raíces que alimentan
vuestro ser, pautas de conducta que nos asemejen a la persona de Cristo, siendo pobres
de espíritu, hambrientos de justicia, misericordiosos, limpios de corazón, amantes de la
paz (Primera homilía).
Caminando en la vida con Cristo. Hacedlo cada día con frecuencia, como se
hace con el único Amigo que no defrauda y con el que queremos compartir el camino de
la vida. Bien sabéis que, cuando no se camina al lado de Cristo, que nos guía, nos
dispersamos por otras sendas, como la de nuestros propios impulsos ciegos y egoístas, la
de propuestas halagadoras pero interesadas, engañosas y volubles, que dejan el vacío y la
frustración tras de sí (Primera homilía).
Todo esto nos invita a volver siempre la mirada a Cristo, en cuyo rostro
resplandece la Verdad que nos ilumina, pero que también es el Camino que lleva a la
plenitud perdurable, siendo Caminante junto a nosotros y sosteniéndonos con su amor.
Arraigados en Él, seréis buenos guías de nuestros jóvenes (Profesores).
Colaborando con Cristo. Con esa esperanza, os pongo bajo el amparo de la
Virgen María, Trono de la Sabiduría, para que Ella os haga colaboradores de su Hijo con
una vida colmada de sentido para vosotros mismos y fecunda en frutos, tanto de
conocimiento como de fe, para vuestros alumnos (Profesores).
5º El cristiano, seguidor de Cristo.
En un mundo confuso urge definir bien la identidad del cristiano, seguidor de
Jesús con un gran ideal, el de la Buena Nueva que manifesta en las actitudes y
respuestas que el Maestro enseñó y testimonió. Hoy más que nunca hay que presentar la
fe completa con la exigencia de radicalidad, con la santidad de vida a imitación del
Señor que espera una respuesta valiente de parte de los discípulos seguidores suyos
Gran ideal. En este contexto, es urgente ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús
a permanecer firmes en la fe y a asumir la bella aventura de anunciarla y testimoniarla
abiertamente con su propia vida. Un testimonio valiente y lleno de amor al hombre
hermano, decidido y prudente a la vez, sin ocultar su propia identidad cristiana, en un
clima de respetuosa convivencia con otras legítimas opciones y exigiendo al mismo
tiempo el debido respeto a las propias (1º Llegada).
Tarea: exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y
así, radicados en su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos
(Llegada).
Actitudes y respuestas del seguidor. Queridos amigos: sed prudentes y sabios,
edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme que es Cristo. Esta sabiduría y prudencia
guiará vuestros pasos, nada os hará temblar y en vuestro corazón reinará la paz.
Entonces seréis bienaventurados, dichosos, y vuestra alegría contagiará a los demás
(Primer homilía)..
Poned en Cristo el fundamento de vuestras vidas. Arraigados y edificados en él,
firmes en la fe y abiertos al poder del Espíritu, encontraréis vuestro puesto en el plan de
Dios y enriqueceréis a la Iglesia con vuestros dones (Mensaje)..
La fe completa, vivida con radicalidad como los santos. Pero la fe no es fruto
del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios (Homilía final).
La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino
que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su
inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo
(Homilía final). La radicalidad evangélica es estar “arraigados y edificados en Cristo, y
firmes en la fe” (cf. Col, 2,7), que en la Vida Consagrada significa ir a la raíz del amor a
Jesucristo con un corazón indiviso, sin anteponer nada a ese amor (cf. San Benito, Regla,
IV, 21), con una pertenencia esponsal como la han vivido los santos, al estilo de Rosa de
Lima y Rafael Arnáiz, jóvenes patronos de esta Jornada Mundial de la Juventud (A las
religiosas).
Vida santa a imitación de Cristo. La santidad de la Iglesia es ante todo la
santidad objetiva de la misma persona de Cristo, de su evangelio y de sus sacramentos, la
santidad de aquella fuerza de lo alto que la anima e impulsa. Nosotros debemos ser
santos para no crear una contradicción entre el signo que somos y la realidad que
queremos significar (Seminaristas). Con esa confianza, aprended de Aquel que se definió
a sí mismo como manso y humilde de corazón, despojándoos para ello de todo deseo
mundano, de manera que no os busquéis a vosotros mismos, sino que con vuestro
comportamiento edifiquéis a vuestros hermanos, como hizo el santo patrono del clero
secular español, san Juan de Ávila. (Seminaristas).
Como seminaristas, estáis en camino hacia una meta santa: ser prolongadores de
la misión que Cristo recibió del Padre. Llamados por Él, habéis seguido su voz y atraídos
por su mirada amorosa avanzáis hacia el ministerio sagrado. Poned vuestros ojos en Él,
que por su encarnación es el revelador supremo de Dios al mundo y por su resurrección
es el cumplidor fiel de su promesa (Seminaristas).
Repuesta valiente a Cristo Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta
que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con
generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle:
Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte
con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti
y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la
alegría que nunca me abandone (Homilía final).
Y el gran distintivo: amor sin límites ni fronteras
Pedidle, pues, a Él, que os conceda imitarlo en su caridad hasta el extremo para
con todos, sin rehuir a los alejados y pecadores, de forma que, con vuestra ayuda, se
conviertan y vuelvan al buen camino. Pedidle que os enseñe a estar muy cerca de los
enfermos y de los pobres, con sencillez y generosidad. Afrontad este reto sin complejos
ni mediocridad, antes bien como una bella forma de realizar la vida humana en gratuidad
y en servicio, siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad
de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales (Seminaristas
7º Vivir en comunión eclesial Con claridad Benedicto XVI puntualizó criterios básicos sobre la Iglesia y el
modo de vivir en comunión. Dos principios: no separar a Cristo de su Iglesia y no
pretender vivir el cristianismo aislado, son comunión eclesial. Urge descubrir la
vocación en la Iglesia y colaborar en las tareas eclesiales, cada uno según su vocación
específica. Todos con amor hacia quien nos engendró en la fe. Al cristiano en comunión
le corresponde pasar del testimonio genérico a la evangelización y al fermento en medio
de la masa. Todos, como misioneros aceptando el sacrificio que impone el servicio.
No aislados, sino en comunión con la Iglesia. Pero permitidme también que os
recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se
puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de
vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el
riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él
(Homilía final).
No separar a Cristo de su Iglesia. Sí, la Iglesia no es una simple institución
humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo
Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia,
como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí
misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y
fortaleza (Homilía final).
Descubrir la vocación en la Iglesia. En esta vigilia de oración, os invito a pedir a
Dios que os ayude a descubrir vuestra vocación en la sociedad y en la Iglesia y a
perseverar en ella con alegría y fidelidad. (Vigilia).
Cómo vivir el misterio eclesial. Meditad bien este misterio de la Iglesia, viviendo
los años de vuestra formación con profunda alegría, en actitud de docilidad, de lucidez y
de radical fidelidad evangélica, así como en amorosa relación con el tiempo y las
personas en medio de las que vivís (Seminaristas).
Colaborar en tareas eclesiales. Solo el amor a la Iglesia y el afán por evangelizar
a los jóvenes explican este compromiso tan generoso en tiempo y energías, que dará un
abundante fruto apostólico. Durante meses habéis entregado lo mejor de vosotros
mismos al servicio de la misión de la Iglesia. Dios os lo premiará con el ciento por uno
(Organizadores)
Cada uno en su vocación específica. A muchos, el Señor los llama al
matrimonio, en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gn 2, 24), se
realizan en una profunda vida de comunión (Vigilia). A otros, en cambio, Cristo los
llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es
saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti:
«¡Sígueme!» (cf. Mc 2,14) (Vigilia)
Responder con amor a quien nos engendró en la fe. Tener fe es apoyarse en la fe
de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido,
queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha
ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor
(Homilía final).
Comunión manifestada en tareas eclesiales y en la vida espiritual. Para el
crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de
vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la
participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del
perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios (Homilía final).
De la comunión al testimonio. De esta amistad con Jesús nacerá también el
impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí
donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a
los demás (Homilía final). Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos.
Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de
vuestra fe, necesita ciertamente a Dios (Homilía final).
Testimonio y evangelización. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos
de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de
Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación»
(Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y
misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran
a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más
auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios
(Homilía final).
Testimonio y fermento. Vuestros amigos querrán saber qué es lo que ha
cambiado en vosotros después de haber estado en esta noble Villa con el Papa y cientos
de miles de jóvenes de todo el orbe:¿Qué vais a decirles? Os invito a que deis un audaz
testimonio de vida cristiana ante los demás. Así seréis fermento de nuevos cristianos y
haréis que la Iglesia despunte con pujanza en el corazón de muchos (Ángelus).
Con sacrificio y servicio. Muchos de vosotros habéis debido renunciar a
participar de un modo directo en los actos, al tener que ocuparos de otras tareas de la
organización. Sin embargo, esa renuncia ha sido un modo hermoso y evangélico de
participar en la Jornada: el de la entrega a los demás de la que habla Jesús. En cierto
sentido, habéis hecho realidad las palabras del Señor: «Si uno quiere ser el primero, sea
el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). Tengo la certeza de que esta
experiencia como voluntarios os ha enriquecido a todos en vuestra vida cristiana, que es
fundamentalmente un servicio de amor. (Voluntarios).
Como misioneros. Los jóvenes responden con diligencia cuando se les propone
con sinceridad y verdad el encuentro con Jesucristo, único redentor de la humanidad.
Ellos regresan ahora a sus casas como misioneros del Evangelio, «arraigados y
cimentados en Cristo, firmes en la fe», y necesitarán ayuda en su camino (Despedida).
8º Las alas: la esperanza, motivación para la plenitud humana y cristiana
Con Cristo caminamos hacia los bienes futuros. El cuerpo desgarrado y la
sangre vertida de Cristo, es decir su libertad entregada, se han convertido por los signos
eucarísticos en la nueva fuente de la libertad redimida de los hombres. En Él tenemos la
promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros. Por
Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o
de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y
también nuestro principio (Seminaristas).
Ante el mundo escéptico, proponer a Cristo salvador universal. Precisamente
ahora, en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la
verdad, que es la aspiración más alta del espíritu humano, debemos proponer con coraje
y humildad el valor universal de Cristo, como salvador de todos los hombres y fuente de
esperanza para nuestra vida. Él, que tomó sobre sí nuestras aflicciones, conoce bien el
misterio del dolor humano y muestra su presencia amorosa en todos los que sufren.
Estos, a su vez, unidos a la pasión de Cristo, participan muy de cerca en su obra de
redención. Además, nuestra atención desinteresada a los enfermos y postergados,
siempre será un testimonio humilde y callado del rostro compasivo de Dios (Vigilia)
interrogantes: ¿de qué nos hablará Benedicto XVI? ¿Qué desafíos afrontará? De ocho
posibles grandes temas, dos de manera especial quedaron iluminados y profundizados
por la palabra de Benedicto XVI. Pero a las primeras alocuciones, obertura de una gran
sinfonía, siguió un torrente de discursos, homilías, breves intervenciones y
acontecimientos. Más que sinfonía parecían los conciertos para piano de Mozart.
Directa o indirectamente, el Papa Ratzinger ha respondido a muchas preguntas de las
que hoy tiene planteada la comunidad eclesial.
Ante la inmensidad de criterios, sería ingenuo por mi parte resumir en un artículo
ese “qué más nos dijo Benedicto XVI”. Opto por algo más sencillo: releer las
intervenciones del Papa y seleccionar el pensamiento que más me llama la atención
polarizados en el mundo, el hombre, Jesucristo, el seguidor coherente, la Iglesia y el
destino final.
1º Construir un mundo humanizado, familia para sus moradores
En las diversas alocuciones, el Papa propone la meta, la situación actual y los
protagonistas
La meta y el camino. ¿No es este un suelo firme para edificar la civilización del
amor y de la vida, capaz de humanizar a todo hombre? (Primera homilía).
La situación: un mundo deshumanizado. Subsisten tensiones y choques abiertos
en tantos lugares del mundo, incluso con derramamiento de sangre. La justicia y el
altísimo valor de la persona humana se doblegan fácilmente a intereses egoístas,
materiales e ideológicos. No siempre se respeta como es debido el medio ambiente y la
naturaleza, que Dios ha creado con tanto amor (Llegada)
Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces
ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo
que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser
sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo
fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento (Primera homilía).
Apoyados en su amor, no os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende
excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales
criterios por los que se rige la existencia. Puede que os menosprecien, como se suele
hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy
muchos se postran (Seminaristas).
Todos, protagonistas en la civilización del amor.. Nuestra sociedad, en la que
demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la vida, de cada vida, os
necesita: vosotros contribuís decididamente a edificar la civilización del amor. Más aún,
sois protagonistas de esta civilización. Y como hijos de la Iglesia ofrecéis al Señor
vuestras vidas, con sus penas y sus alegrías, colaborando con Él y entrando “a formar
parte de algún modo del tesoro de compasión que necesita el género humano” (Spe salvi,
40) (Fundación San José)
Responsabilidad del profesor y del cristiano. Por tanto, os animo
encarecidamente a no perder nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad; a no
olvidar que la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una
formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis
suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación. Sed para
ellos estímulo y fortaleza (Profesores).
2º Para que toda persona sea respetada y amada
No podía faltar en el pensamiento humanista del Papa Ratzinger hablar de la
dignidad de toda persona, de cómo los discapacitados son una fuente de amor. Y cómo
todos deben buscar con ilusión la verdad con amor. Urge educar al hombre nuevo, que,
entre otros rasgos debe sentirse poseído por la verdad. La doctrina de Jesús nos motiva
para a todos, especialmente a los enfermos. Gran secreto: descubrir la riqueza del
sufrimiento por la serenidad y el amor.
Dignidad de toda persona. Estos testigos nos hablan, ante todo, de la dignidad
de cada vida humana, creada a imagen de Dios. Ninguna aflicción es capaz de borrar esta
impronta divina grabada en lo más profundo del hombre...Esta especial predilección del
Señor por el que sufre nos lleva a mirar al otro con ojos limpios, para darle, además de
las cosas externas que precisa, la mirada de amor que necesita. (Fundación San José).
Los discapacitados, fuente de amor. Ciertamente, la vida de estos jóvenes
cambia el corazón de los hombres y, por ello, estamos agradecidos al Señor por haberlos
conocido (Fundación San José). De manera misteriosa pero muy real, su presencia
suscita en nuestros corazones, frecuentemente endurecidos, una ternura que nos abre a la
salvación (Fundación San José).
Búsqueda e ilusión por la verdad. En efecto, la Universidad ha sido, y está
llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Por
ello, no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria,
pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (cf. Jn
1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios (Profesores).
Tarea de la Universidad y de sus profesores. La Universidad encarna, pues, un
ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por
servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero
consumidor (Profesores).
El camino: verdad y amor. Para esto, es preciso tener en cuenta, en primer lugar,
que el camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero:
es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe (Profesores)..
Humildad: sentirse poseído por la verdad. En segundo lugar, hay que considerar
que la verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y
acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee
a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es
asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la
verdad (Profesores).
Educación del hombre nuevo. Por tanto, os animo encarecidamente a no perder
nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad; a no olvidar que la enseñanza no es una
escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de
comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo
profundo y ese afán de superación. Sed para ellos estímulo y fortaleza (Profesores).
Nosotros, en cambio, sabemos bien que hemos sido creados libres, a imagen de
Dios, precisamente para que seamos protagonistas de la búsqueda de la verdad y del
bien, responsables de nuestras acciones, y no meros ejecutores ciegos, colaboradores
creativos en la tarea de cultivar y embellecer la obra de la creación. Dios quiere un
interlocutor responsable, alguien que pueda dialogar con Él y amarle (Primer homilía).
La doctrina de Jesús. A esto os ayudará el Señor, que os propone ser sencillos y
eficaces como la sal, o como la lámpara, que da luz sin hacer ruido (cf. Mt 5,13-15)
(Profesores).
Acercarse al enfermo y al menos favorecido. Queridos jóvenes, que el amor de
Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos
favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los
demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que
entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer
(Viacrucis).
Sufrir por amor. «Sufrir con el otro, por los otros, sufrir por amor de la verdad y
de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama
realmente, son elementos fundamentales de la humanidad, cuya pérdida destruiría al
hombre mismo» (ibid.) (Viacrucis).
“La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación
con el sufrimiento y con el que sufre ... Una sociedad que no logra aceptar a los que
sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea
compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana”
(Spe salvi, 38). (Fundación San José).
3º La experiencia del amor de Dios
Ante el eclipse Dios, toda persona sea consciente de su necesidad y el creyente
que se sienta amado por Dios Padre. Es Jesús nuestro Maestro y camino hacia Dios
quien nos revela la fe como una relación coherente y el amor con Dios como una
amistad.
Ante el eclipse de Dios. El encuentro personal con Cristo que nutre vuestra
consagración debe testimoniarse con toda su fuerza transformadora en vuestras vidas; y
cobra una especial relevancia hoy, cuando «se constata una especie de “eclipse de Dios”,
una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del
tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos
caracteriza» (Mensaje para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011, 1). Frente al
relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la
consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado (A las religiosas)..
Sin Dios y con Dios. Y saben que sin Dios sería arduo afrontar esos retos y ser
verdaderamente felices, volcando para ello su entusiasmo en la consecución de una vida
auténtica. Pero con Él a su lado, tendrán luz para caminar y razones para esperar, no
deteniéndose ya ante sus más altos ideales, que motivarán su generoso compromiso por
construir una sociedad donde se respete la dignidad humana y la fraternidad real
(Llegada).
Jesús, camino hacia Dios. El Maestro es, el único que conoce de verdad el
camino del hombre hacia Dios, porque es Él quien lo ha abierto para nosotros, lo ha
creado para que podamos alcanzar la vida auténtica (Primera homilía). Él no ha tenido
reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a
Dios, y así nos ha salvado (Llegada).
La experiencia de sentirse amados por Dios. Sí, queridos amigos, Dios nos ama.
Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto
de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un
proyecto de amor de Dios (Vigilia)
Tal y como Jesús nos lo ha revelado. ¿Cómo puede un joven ser fiel a la fe
cristiana y seguir aspirando a grandes ideales en la sociedad actual? En el evangelio que
hemos escuchado, Jesús nos da una respuesta a esta importante cuestión: «Como el
Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor» (Jn 15, 9) (Vigilia)
La fe abre la puerta al amor. Permanecer en su amor significa entonces vivir
arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas,
sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio
de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios (Vigilia).
Y la vida como una amistad con Dios. Queridos jóvenes, para descubrir y seguir
fielmente la forma de vida a la que el Señor os llame a cada uno, es indispensable
permanecer en su amor como amigos. Y, ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el
trato frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares? Santa
Teresa de Jesús decía que la oración es «tratar de amistad, estando muchas veces
tratando a solas con quien sabemos nos ama» (cf. Libro de la vida, 8) (Vigilia)
4º Fundamentar la vida en Cristo. Cristo, camino, verdad y vida nos llama a ser amigos suyos. Ahí radica el secreto
del cristiano, en vivir la fe como una amistad con Cristo. Pero la amistad de quien
interioriza el mensaje de Jesús y orienta su vida colaborando en la obra del Señor.
La verdad es la persona toda de Cristo. Buscar sobre todo la Verdad que no es
una idea, una ideología o un eslogan, sino una Persona, Cristo, Dios mismo que ha
venido entre los hombres. Tenéis razón de querer enraizar vuestra fe en Él, y fundar
vuestra vida en Cristo (Mensaje). Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Para
impulsar el compromiso de construir el Reino de Dios en el mundo, entre nosotros
(Llegada).
Cristo nos llama amigos suyos. Sí, el Señor os quiere y os llama amigos suyos
(cf. Jn 15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en vuestro camino,
para abriros las puertas de una vida plena, y haceros partícipes de su relación íntima con
el Padre (Homilía final).
El secreto, Cristo como amigo. Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y
descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda
vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor, el
Hijo de Dios hecho hombre, que da consistencia a todo el universo (Primera homilía).
Pero escuchando su mensaje. Queridos jóvenes, escuchad de verdad las palabras
del Señor para que sean en vosotros «espíritu y vida» (Jn 6,63), raíces que alimentan
vuestro ser, pautas de conducta que nos asemejen a la persona de Cristo, siendo pobres
de espíritu, hambrientos de justicia, misericordiosos, limpios de corazón, amantes de la
paz (Primera homilía).
Caminando en la vida con Cristo. Hacedlo cada día con frecuencia, como se
hace con el único Amigo que no defrauda y con el que queremos compartir el camino de
la vida. Bien sabéis que, cuando no se camina al lado de Cristo, que nos guía, nos
dispersamos por otras sendas, como la de nuestros propios impulsos ciegos y egoístas, la
de propuestas halagadoras pero interesadas, engañosas y volubles, que dejan el vacío y la
frustración tras de sí (Primera homilía).
Todo esto nos invita a volver siempre la mirada a Cristo, en cuyo rostro
resplandece la Verdad que nos ilumina, pero que también es el Camino que lleva a la
plenitud perdurable, siendo Caminante junto a nosotros y sosteniéndonos con su amor.
Arraigados en Él, seréis buenos guías de nuestros jóvenes (Profesores).
Colaborando con Cristo. Con esa esperanza, os pongo bajo el amparo de la
Virgen María, Trono de la Sabiduría, para que Ella os haga colaboradores de su Hijo con
una vida colmada de sentido para vosotros mismos y fecunda en frutos, tanto de
conocimiento como de fe, para vuestros alumnos (Profesores).
5º El cristiano, seguidor de Cristo.
En un mundo confuso urge definir bien la identidad del cristiano, seguidor de
Jesús con un gran ideal, el de la Buena Nueva que manifesta en las actitudes y
respuestas que el Maestro enseñó y testimonió. Hoy más que nunca hay que presentar la
fe completa con la exigencia de radicalidad, con la santidad de vida a imitación del
Señor que espera una respuesta valiente de parte de los discípulos seguidores suyos
Gran ideal. En este contexto, es urgente ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús
a permanecer firmes en la fe y a asumir la bella aventura de anunciarla y testimoniarla
abiertamente con su propia vida. Un testimonio valiente y lleno de amor al hombre
hermano, decidido y prudente a la vez, sin ocultar su propia identidad cristiana, en un
clima de respetuosa convivencia con otras legítimas opciones y exigiendo al mismo
tiempo el debido respeto a las propias (1º Llegada).
Tarea: exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y
así, radicados en su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos
(Llegada).
Actitudes y respuestas del seguidor. Queridos amigos: sed prudentes y sabios,
edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme que es Cristo. Esta sabiduría y prudencia
guiará vuestros pasos, nada os hará temblar y en vuestro corazón reinará la paz.
Entonces seréis bienaventurados, dichosos, y vuestra alegría contagiará a los demás
(Primer homilía)..
Poned en Cristo el fundamento de vuestras vidas. Arraigados y edificados en él,
firmes en la fe y abiertos al poder del Espíritu, encontraréis vuestro puesto en el plan de
Dios y enriqueceréis a la Iglesia con vuestros dones (Mensaje)..
La fe completa, vivida con radicalidad como los santos. Pero la fe no es fruto
del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios (Homilía final).
La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino
que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su
inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo
(Homilía final). La radicalidad evangélica es estar “arraigados y edificados en Cristo, y
firmes en la fe” (cf. Col, 2,7), que en la Vida Consagrada significa ir a la raíz del amor a
Jesucristo con un corazón indiviso, sin anteponer nada a ese amor (cf. San Benito, Regla,
IV, 21), con una pertenencia esponsal como la han vivido los santos, al estilo de Rosa de
Lima y Rafael Arnáiz, jóvenes patronos de esta Jornada Mundial de la Juventud (A las
religiosas).
Vida santa a imitación de Cristo. La santidad de la Iglesia es ante todo la
santidad objetiva de la misma persona de Cristo, de su evangelio y de sus sacramentos, la
santidad de aquella fuerza de lo alto que la anima e impulsa. Nosotros debemos ser
santos para no crear una contradicción entre el signo que somos y la realidad que
queremos significar (Seminaristas). Con esa confianza, aprended de Aquel que se definió
a sí mismo como manso y humilde de corazón, despojándoos para ello de todo deseo
mundano, de manera que no os busquéis a vosotros mismos, sino que con vuestro
comportamiento edifiquéis a vuestros hermanos, como hizo el santo patrono del clero
secular español, san Juan de Ávila. (Seminaristas).
Como seminaristas, estáis en camino hacia una meta santa: ser prolongadores de
la misión que Cristo recibió del Padre. Llamados por Él, habéis seguido su voz y atraídos
por su mirada amorosa avanzáis hacia el ministerio sagrado. Poned vuestros ojos en Él,
que por su encarnación es el revelador supremo de Dios al mundo y por su resurrección
es el cumplidor fiel de su promesa (Seminaristas).
Repuesta valiente a Cristo Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta
que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con
generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle:
Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte
con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti
y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la
alegría que nunca me abandone (Homilía final).
Y el gran distintivo: amor sin límites ni fronteras
Pedidle, pues, a Él, que os conceda imitarlo en su caridad hasta el extremo para
con todos, sin rehuir a los alejados y pecadores, de forma que, con vuestra ayuda, se
conviertan y vuelvan al buen camino. Pedidle que os enseñe a estar muy cerca de los
enfermos y de los pobres, con sencillez y generosidad. Afrontad este reto sin complejos
ni mediocridad, antes bien como una bella forma de realizar la vida humana en gratuidad
y en servicio, siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad
de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales (Seminaristas
7º Vivir en comunión eclesial Con claridad Benedicto XVI puntualizó criterios básicos sobre la Iglesia y el
modo de vivir en comunión. Dos principios: no separar a Cristo de su Iglesia y no
pretender vivir el cristianismo aislado, son comunión eclesial. Urge descubrir la
vocación en la Iglesia y colaborar en las tareas eclesiales, cada uno según su vocación
específica. Todos con amor hacia quien nos engendró en la fe. Al cristiano en comunión
le corresponde pasar del testimonio genérico a la evangelización y al fermento en medio
de la masa. Todos, como misioneros aceptando el sacrificio que impone el servicio.
No aislados, sino en comunión con la Iglesia. Pero permitidme también que os
recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se
puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de
vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el
riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él
(Homilía final).
No separar a Cristo de su Iglesia. Sí, la Iglesia no es una simple institución
humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo
Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia,
como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí
misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y
fortaleza (Homilía final).
Descubrir la vocación en la Iglesia. En esta vigilia de oración, os invito a pedir a
Dios que os ayude a descubrir vuestra vocación en la sociedad y en la Iglesia y a
perseverar en ella con alegría y fidelidad. (Vigilia).
Cómo vivir el misterio eclesial. Meditad bien este misterio de la Iglesia, viviendo
los años de vuestra formación con profunda alegría, en actitud de docilidad, de lucidez y
de radical fidelidad evangélica, así como en amorosa relación con el tiempo y las
personas en medio de las que vivís (Seminaristas).
Colaborar en tareas eclesiales. Solo el amor a la Iglesia y el afán por evangelizar
a los jóvenes explican este compromiso tan generoso en tiempo y energías, que dará un
abundante fruto apostólico. Durante meses habéis entregado lo mejor de vosotros
mismos al servicio de la misión de la Iglesia. Dios os lo premiará con el ciento por uno
(Organizadores)
Cada uno en su vocación específica. A muchos, el Señor los llama al
matrimonio, en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gn 2, 24), se
realizan en una profunda vida de comunión (Vigilia). A otros, en cambio, Cristo los
llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es
saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti:
«¡Sígueme!» (cf. Mc 2,14) (Vigilia)
Responder con amor a quien nos engendró en la fe. Tener fe es apoyarse en la fe
de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido,
queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha
ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor
(Homilía final).
Comunión manifestada en tareas eclesiales y en la vida espiritual. Para el
crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de
vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la
participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del
perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios (Homilía final).
De la comunión al testimonio. De esta amistad con Jesús nacerá también el
impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí
donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a
los demás (Homilía final). Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos.
Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de
vuestra fe, necesita ciertamente a Dios (Homilía final).
Testimonio y evangelización. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos
de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de
Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación»
(Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y
misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran
a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más
auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios
(Homilía final).
Testimonio y fermento. Vuestros amigos querrán saber qué es lo que ha
cambiado en vosotros después de haber estado en esta noble Villa con el Papa y cientos
de miles de jóvenes de todo el orbe:¿Qué vais a decirles? Os invito a que deis un audaz
testimonio de vida cristiana ante los demás. Así seréis fermento de nuevos cristianos y
haréis que la Iglesia despunte con pujanza en el corazón de muchos (Ángelus).
Con sacrificio y servicio. Muchos de vosotros habéis debido renunciar a
participar de un modo directo en los actos, al tener que ocuparos de otras tareas de la
organización. Sin embargo, esa renuncia ha sido un modo hermoso y evangélico de
participar en la Jornada: el de la entrega a los demás de la que habla Jesús. En cierto
sentido, habéis hecho realidad las palabras del Señor: «Si uno quiere ser el primero, sea
el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). Tengo la certeza de que esta
experiencia como voluntarios os ha enriquecido a todos en vuestra vida cristiana, que es
fundamentalmente un servicio de amor. (Voluntarios).
Como misioneros. Los jóvenes responden con diligencia cuando se les propone
con sinceridad y verdad el encuentro con Jesucristo, único redentor de la humanidad.
Ellos regresan ahora a sus casas como misioneros del Evangelio, «arraigados y
cimentados en Cristo, firmes en la fe», y necesitarán ayuda en su camino (Despedida).
8º Las alas: la esperanza, motivación para la plenitud humana y cristiana
Con Cristo caminamos hacia los bienes futuros. El cuerpo desgarrado y la
sangre vertida de Cristo, es decir su libertad entregada, se han convertido por los signos
eucarísticos en la nueva fuente de la libertad redimida de los hombres. En Él tenemos la
promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros. Por
Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o
de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y
también nuestro principio (Seminaristas).
Ante el mundo escéptico, proponer a Cristo salvador universal. Precisamente
ahora, en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la
verdad, que es la aspiración más alta del espíritu humano, debemos proponer con coraje
y humildad el valor universal de Cristo, como salvador de todos los hombres y fuente de
esperanza para nuestra vida. Él, que tomó sobre sí nuestras aflicciones, conoce bien el
misterio del dolor humano y muestra su presencia amorosa en todos los que sufren.
Estos, a su vez, unidos a la pasión de Cristo, participan muy de cerca en su obra de
redención. Además, nuestra atención desinteresada a los enfermos y postergados,
siempre será un testimonio humilde y callado del rostro compasivo de Dios (Vigilia)