¿Cómo distinguir una relación sincera de otra insincera?
Es sincero quien dice lo que piensa. Son sinceras las relaciones cuando el trato y la comunicación de las personas o de los grupos (familiares, sociales o políticos) se ajustan a la realidad; cuando nadie engaña a nadie ni afirma verdades a medias. El mentiroso falta contra la verdad y los que disimulan con un trato falso, mantienen relaciones insinceras. En plan positivo, las relaciones sinceras sustentan el trato justo, fomentan la libertad, favorecen la paz y promueven la confianza y la amistad. De aquí la necesidad de que los miembros de un grupo cuiden la sinceridad en sus relaciones y combatan toda clase de mentira. Quienes siguen el impulso hacia la verdad y guardan las normas del diálogo, fácilmente cultivarán unas relaciones auténticas, sinceras.
En qué se fundamentan las relaciones sinceras
Las relaciones sinceras tienen como espíritu el sentido de la verdad que inclina a decir siempre lo que internamente pensamos y a manifestarnos al exterior tal y como somos. De esta manera, la relación sincera es nervio esencial para la convivencia familiar y una condición para la vida social.
La mutua sinceridad se apoya en los valores de la verdad y en el impulso humano a recibir y dar un trato sincero, auténtico, que se conforme con la realidad. Por naturaleza, los miembros de una comunidad anhelan una conducta transparente que hace fiable a las personas, tiende un puente seguro en la mutua comunicación y constituye los cimientos de una comunidad justa, libre, fraterna que vive en paz. La vida comunitaria como tal exige la mutua sinceridad de sus miembros pues una comunidad es más comunidad cuando más vive según verdad, cuando la conducta de las personas, las estructuras, instituciones y relaciones de sus miembros responden coherentemente a la realidad objetiva, a lo que razonadamente debe ser
Comunicación sincera y trato sincero La relación sincera se manifiesta en la comunicación transparente y en el trato auténtico que exige determinadas manifestaciones en los miembros del grupo familiar, social o político:
-encuentro amistoso. La otra parte no es el enemigo a vencer, sino el “tú” que también busca la verdad, persona que también posee su verdad. Por el encuentro se crea el nosotros como relación amistosa que serena los ánimos, facilita la comunicación al establecer un puente de unión ente las dos personas;
claridad y transparencia en las expresiones, sin ambigüedades, despojada de presiones “politiqueras” que ocultan la verdad;
convencimiento sereno y profundo en cada persona y en el grupo de que lo que transmiten es lo que realmente piensan y que es verdadero;
respeto ante la libertad e intereses ajenos. Lejos, toda manipulación o imposición o relativismo. “Dialogar significa colocar la propia fe al mismo nivel que las convicciones de los otros, sin reconocerle por principio más verdad que la que se atribuye a la opinión de los demás” (Benedicto XVI);
sin coacciones. Para que en todos exista la sinceridad se requiere presentar la opinión personal sin presionar y ni mucho menos sin chantajear. La verdad circular respeta la libertad de las dos partes y esclaviza a quien habla ni a quien escucha. El diálogo es incompatible con el autoritarismo y se facilita con la actitud amistosa;
comprensión y receptividad crítica. Facilidad para ver el punto de vista del otro, apertura para enriquecerse con lo que se recibe. Pero a la vez, una actitud crítica, de discernimiento, para comparar la verdad del que comunica con la del que escucha;
confianza. Se supone la buena voluntad del “otro” para comunicar la verdad con sinceridad. Es una actitud opuesta al prejuicio que juzga de antemano y cierra la receptividad. La única verdad es la personal y no la ajena.
-humildad ante la mayor verdad del interlocutor o ante la “derrota dialéctica”. Nobleza al reconocer que el otro lleva la razón y que uno es el equivocado. Y recordando que la ira y el orgullo apagan “la vela” que ilumina el diálogo: son el terremoto que destruye los cimientos de la sinceridad relacional.
-capacidad para cambiar. Que la comunicación transcurra sin prejuicios ni decisiones “irrevocables”. Ante una concepción del diálogo como combate donde uno tiene que vencer está el encuentro amistoso, que puede hacer cambiar de opinión;
-atención al bien común. Acercarse al diálogo como un instrumento que servirá a la comunidad. La mutua verdad y corresponsabilidad son los mejores servicios al bien común.
Obstáculos para la sinceridad en las relaciones
Para que reinen las relaciones sinceras entre los miembros de una familia o de un grupo socio-político, hay que superar:
-el enfrentamiento existente entre las diferentes generaciones, opiniones políticas y personas. Tal choque es inevitable pero puede superarse con el diálogo entre las dos partes;
-el error inevitable. Nadie tiene la verdad al cien por cien. En todos existe un porcentaje. Lo que habrá que evitar es la justificación de opiniones equivocadas. El obstáculo radica cuando persiste la defensa de lo indefendible
-el tabú que rodea a ciertos temas que se evitan, ocultan o deforman, los intereses creados levantan un muro de insinceridad y son fuente de mentiras,
-el legítimo secreto puede dificultar la verdad total. ¿Tiene la otra parte derecho a la verdad que se guarda como secreto?
-el personaje, el tener que obrar según un rol no sólo oscurece el trato interpersonal, sino a la misma sinceridad;
-las taras psicológicas que impulsan a una comunicación falsa como si fuese verdadera;
-el ambiente de hipocresia que incita al individuo a obrar como los demás pero contra sus propias convicciones. Las exigencias de la misma verdad que pide humildad, prudencia, fortaleza, la radicalización y los prejuicios impiden la verdad aunque parezcan ser sinceros
-los medios de comunicación social puestos al servicio de un grupo: logran que la mentira o media-verdad se imponga a la verdad objetiva del contrario
Relaciones insinceras: la mentira relacional
Cuando los miembros de una comunidad familiar juegan a engañar, cuando se da “el yo te engaño porque tú no me dices la verdad”, hablamos de la mentira relacional. Es decir, de la relación en la cual la verdad brilla por su ausencia; todos juegan al engaño, a la mentira, a las relaciones insinceras que tienen como denominador común el lenguaje (palabra, gesto, actitud) contrario a lo que realmente piensan y sienten los miembros del grupo. Todos intentan engañar al otro. Ninguno expresa lo que siente en su interior. ¿Quiénes son los protagonistas de las relaciones insinceras?
-los soberbios que niegan la verdad que contraría su orgullo personal;
-los hipócritas que fingen con su conducta lo que internamente no sienten. Por quedar bien, por rutina social, o por miedo “al otro”, para no complicarse la vida o por intereses económicos, formulan expresiones o realizan externamente acciones que están rechazando en su interior como opuestas a sus criterios;
-los falsos, personas inauténticas, poco fiables por el uso frecuente de la mentira y de otras manipulaciones;
-los cínicos que no tienen pudor ni vergüenza en mentir con el mayor descaro. La mentira es un medio político para sus fines personales o del grupo;
-los malvados que conscientemente lesionan con su mentira algún derecho del prójimo. La mentira es el medio para perjudicar al prójimo y el motor puede ser la envidia, el odio, la venganza, etc.
-los injustos mienten parta beneficiarse de algún modo. Ocultan los defectos de lo que venden, exageran la mercancía, justifican el precio...;
-los cobardes acuden a la mentira como arma defensiva contra la autoridad. A veces es el medio de quien se siente débil y desarmado ante injustas presiones. Siempre la mentira es la salida ante una verdad fuerte y conflictiva que no saben aceptar;
-los pragmáticos que no tienen escrúpulo en acudir al engaño como medio útil para las situaciones conflictivas. Además, despojan la mentira de todo carácter ético o religioso
-los ambiguos utilizan un lenguaje de medias verdades, siempre dejan la puerta abierta para poder desdecirse alegando el doble sentido de sus frases;
-los exagerados; exaltan tanto el valor o la realidad quue la desfiguran: no existe verdad en sus palabras aunque por la buena fe pueda salvarse su sinceridad;
-los falaces y sofistas que son unos mentirosos refinados que aprovechan la ignorancia o menor capacidad intelectual del interlocutor. Con sus falacias -puras mentiras- logran convencer a la persona o al grupo de lo que ellos no están convencidos.
En qué se fundamentan las relaciones sinceras
Las relaciones sinceras tienen como espíritu el sentido de la verdad que inclina a decir siempre lo que internamente pensamos y a manifestarnos al exterior tal y como somos. De esta manera, la relación sincera es nervio esencial para la convivencia familiar y una condición para la vida social.
La mutua sinceridad se apoya en los valores de la verdad y en el impulso humano a recibir y dar un trato sincero, auténtico, que se conforme con la realidad. Por naturaleza, los miembros de una comunidad anhelan una conducta transparente que hace fiable a las personas, tiende un puente seguro en la mutua comunicación y constituye los cimientos de una comunidad justa, libre, fraterna que vive en paz. La vida comunitaria como tal exige la mutua sinceridad de sus miembros pues una comunidad es más comunidad cuando más vive según verdad, cuando la conducta de las personas, las estructuras, instituciones y relaciones de sus miembros responden coherentemente a la realidad objetiva, a lo que razonadamente debe ser
Comunicación sincera y trato sincero La relación sincera se manifiesta en la comunicación transparente y en el trato auténtico que exige determinadas manifestaciones en los miembros del grupo familiar, social o político:
-encuentro amistoso. La otra parte no es el enemigo a vencer, sino el “tú” que también busca la verdad, persona que también posee su verdad. Por el encuentro se crea el nosotros como relación amistosa que serena los ánimos, facilita la comunicación al establecer un puente de unión ente las dos personas;
claridad y transparencia en las expresiones, sin ambigüedades, despojada de presiones “politiqueras” que ocultan la verdad;
convencimiento sereno y profundo en cada persona y en el grupo de que lo que transmiten es lo que realmente piensan y que es verdadero;
respeto ante la libertad e intereses ajenos. Lejos, toda manipulación o imposición o relativismo. “Dialogar significa colocar la propia fe al mismo nivel que las convicciones de los otros, sin reconocerle por principio más verdad que la que se atribuye a la opinión de los demás” (Benedicto XVI);
sin coacciones. Para que en todos exista la sinceridad se requiere presentar la opinión personal sin presionar y ni mucho menos sin chantajear. La verdad circular respeta la libertad de las dos partes y esclaviza a quien habla ni a quien escucha. El diálogo es incompatible con el autoritarismo y se facilita con la actitud amistosa;
comprensión y receptividad crítica. Facilidad para ver el punto de vista del otro, apertura para enriquecerse con lo que se recibe. Pero a la vez, una actitud crítica, de discernimiento, para comparar la verdad del que comunica con la del que escucha;
confianza. Se supone la buena voluntad del “otro” para comunicar la verdad con sinceridad. Es una actitud opuesta al prejuicio que juzga de antemano y cierra la receptividad. La única verdad es la personal y no la ajena.
-humildad ante la mayor verdad del interlocutor o ante la “derrota dialéctica”. Nobleza al reconocer que el otro lleva la razón y que uno es el equivocado. Y recordando que la ira y el orgullo apagan “la vela” que ilumina el diálogo: son el terremoto que destruye los cimientos de la sinceridad relacional.
-capacidad para cambiar. Que la comunicación transcurra sin prejuicios ni decisiones “irrevocables”. Ante una concepción del diálogo como combate donde uno tiene que vencer está el encuentro amistoso, que puede hacer cambiar de opinión;
-atención al bien común. Acercarse al diálogo como un instrumento que servirá a la comunidad. La mutua verdad y corresponsabilidad son los mejores servicios al bien común.
Obstáculos para la sinceridad en las relaciones
Para que reinen las relaciones sinceras entre los miembros de una familia o de un grupo socio-político, hay que superar:
-el enfrentamiento existente entre las diferentes generaciones, opiniones políticas y personas. Tal choque es inevitable pero puede superarse con el diálogo entre las dos partes;
-el error inevitable. Nadie tiene la verdad al cien por cien. En todos existe un porcentaje. Lo que habrá que evitar es la justificación de opiniones equivocadas. El obstáculo radica cuando persiste la defensa de lo indefendible
-el tabú que rodea a ciertos temas que se evitan, ocultan o deforman, los intereses creados levantan un muro de insinceridad y son fuente de mentiras,
-el legítimo secreto puede dificultar la verdad total. ¿Tiene la otra parte derecho a la verdad que se guarda como secreto?
-el personaje, el tener que obrar según un rol no sólo oscurece el trato interpersonal, sino a la misma sinceridad;
-las taras psicológicas que impulsan a una comunicación falsa como si fuese verdadera;
-el ambiente de hipocresia que incita al individuo a obrar como los demás pero contra sus propias convicciones. Las exigencias de la misma verdad que pide humildad, prudencia, fortaleza, la radicalización y los prejuicios impiden la verdad aunque parezcan ser sinceros
-los medios de comunicación social puestos al servicio de un grupo: logran que la mentira o media-verdad se imponga a la verdad objetiva del contrario
Relaciones insinceras: la mentira relacional
Cuando los miembros de una comunidad familiar juegan a engañar, cuando se da “el yo te engaño porque tú no me dices la verdad”, hablamos de la mentira relacional. Es decir, de la relación en la cual la verdad brilla por su ausencia; todos juegan al engaño, a la mentira, a las relaciones insinceras que tienen como denominador común el lenguaje (palabra, gesto, actitud) contrario a lo que realmente piensan y sienten los miembros del grupo. Todos intentan engañar al otro. Ninguno expresa lo que siente en su interior. ¿Quiénes son los protagonistas de las relaciones insinceras?
-los soberbios que niegan la verdad que contraría su orgullo personal;
-los hipócritas que fingen con su conducta lo que internamente no sienten. Por quedar bien, por rutina social, o por miedo “al otro”, para no complicarse la vida o por intereses económicos, formulan expresiones o realizan externamente acciones que están rechazando en su interior como opuestas a sus criterios;
-los falsos, personas inauténticas, poco fiables por el uso frecuente de la mentira y de otras manipulaciones;
-los cínicos que no tienen pudor ni vergüenza en mentir con el mayor descaro. La mentira es un medio político para sus fines personales o del grupo;
-los malvados que conscientemente lesionan con su mentira algún derecho del prójimo. La mentira es el medio para perjudicar al prójimo y el motor puede ser la envidia, el odio, la venganza, etc.
-los injustos mienten parta beneficiarse de algún modo. Ocultan los defectos de lo que venden, exageran la mercancía, justifican el precio...;
-los cobardes acuden a la mentira como arma defensiva contra la autoridad. A veces es el medio de quien se siente débil y desarmado ante injustas presiones. Siempre la mentira es la salida ante una verdad fuerte y conflictiva que no saben aceptar;
-los pragmáticos que no tienen escrúpulo en acudir al engaño como medio útil para las situaciones conflictivas. Además, despojan la mentira de todo carácter ético o religioso
-los ambiguos utilizan un lenguaje de medias verdades, siempre dejan la puerta abierta para poder desdecirse alegando el doble sentido de sus frases;
-los exagerados; exaltan tanto el valor o la realidad quue la desfiguran: no existe verdad en sus palabras aunque por la buena fe pueda salvarse su sinceridad;
-los falaces y sofistas que son unos mentirosos refinados que aprovechan la ignorancia o menor capacidad intelectual del interlocutor. Con sus falacias -puras mentiras- logran convencer a la persona o al grupo de lo que ellos no están convencidos.