¿Qué exige vivir como Cristo libres para amar?
Atrae el tema de Cristo libre y del cristiano con libertad para amar, pero ¿cómo insertar la libertad humana en el dinamismo cristiano? ¿Qué vinculación tiene el hombre libre con la fe, esperanza y caridad? ¿De qué manera la no-libertad, el pecado, es enfocado y superado? El tema autoridad-libertad en la Iglesia ya fue tratado. Dejo para otros artículos la liberación y el compromiso liberador del cristiano.Ahora queda en pié el interrogante sobre las exigencias del discípulo para vivir según la libertad de Cristo, libertad unidad a la entrega, al amor.
La libertad presente en la vida teologal
Como cualquier ciudadano, el seguidor de Jesús debe respetar y promover los derechos humanos en lo tocante a la libertad. Pero, en razón de su compromiso bautismal y de su inserción en la Iglesia, el cristiano enfoca y testimonia la libertad política de modo peculiar. Una vivencia cristiana de la libertad política se caracteriza por su presencia en la vida teologal.
. La fe orienta hacia la experiencia radical de libertad con el amor de Dios. El centro de esta experiencia está en la gracia que libera y conduce a la comunión con Dios: es la libertad de los hijos de Dios, que se adquiere por el bautismo y que gradualmente se va interiorizando en el quehacer cristiano (Rom 8,21.23; 2 Cor 1,22; 5,5).
La esperanza motiva la libertad, apoyada en la povidencia de Dios Padre, el testimonio de Cristo liberador del pecado, la fuerza del Espíritu que fortifica ante las dificultades, la solidaridad de la comunidad eclesial y la confianza que suscita el poder de la oración y de los sacramentos. La actitud de valor (parresía) quita el miedo y da la libertad de los hijos de Dios, que no son esclavos, sino anunciadores del Evangelio (Hch 2,29; 4,14; Ef 3,12; 1 Jn 2,28; 3,21).
. La caridad anima, refuerza y amplía las exigencias éticas de la libertad. El cristiano, liberado de la servidumbre del pecado, se pone, aun renunciando a su propio derecho, al servicio de Dios y de los hermanos (Rom 6; 8; 1 Cor 8,10; 9,19; 11,1; Gá15,13); vive a imitación de Cristo la libertad responsable, fiel al Espíritu que le guía porque «donde está el Espíritu del Señor, hay libertad» (2 Cor 3,17; 13,14; Rom 8, 14; Flm, 2,8; Mt 5,17). La libertad de los hijos de Dios consiste en vivir la caridad como don constante de uno mismo.
Lucha contra la esclavitud, lucha contra el pecado.
La vida teologal fortalece al cristiano en la lucha contra los obstáculos de la libertad, especialmente contra el pecado:
. El pecado como objetivo.
La libertad política incluye un obstáculo común interno que subyace en todo libertinaje: el pecado heredado y las transgresiones personales (Rom 5,12s; 6,17-20; 7,14; 1 Cor 15,21); «el pecado ya no os dominará más» (Rom 6,14), pues «hemos sido liberados del pecado» (Rom 6,18).
. Lo que pide la liberación del pecado
En primer lugar, conciencia de que Dios llama al hombre a la libertad, pero el hombre, bajo presiones, peca y pierde la libertad con múltiples daños.
En segudo lugar, la liberación del pecado pide examinar hasta qué punto domina la tentación de «ser dios» por el uso ilimitado de la libertad (Gn 3,5). A continuación será oportuna la valoración de los efectos del libertinaje como es la instrumentalización, la degradación personal y el alejamiento de Dios.
Por último, tener conciencia de que «no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero» (Rom 7,19). Porque son muchos los obstáculos externos e internos para una libertad madura, pero el seguidor de Jesús cuenta con la gracia de Dios para superar las tentaciones (2 Cor 3,5; Flp 2,13; 1 Jn 2,15; Mt 25,41; Rom 8,7; Ef 2,3).
.
La meta y el camino en la lucha por la libertad interna
«Fuisteis llamados a la libertad, mas procurad que la libertad no sea un motivo para la carne» (Gál 5,13). Por el contrario, «el cristiano pertenece al Señor y está destinado a la resurrección» (1 Cor 6,12; 1 Pe 2,16). La libertad se hace más comprensible en la medida en que reine «la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunicación del Espíritu Santo» (2 Cor 13,13).
El fruto: vivir como Cristo la libertad responsable En resumen: la libertad del cristiano radica en la respuesta consciente a su misión y consecuente con las exigencias y en la fidelidad a la voluntad del Padre y al Espíritu que le guía (2 Cor 13,14; Rom 8,14). ¿El camino del discípulo? Es Cristo libre y responsable a quien puede seguir tanto en la conciencia del deber como en la conducta y doctrina (Fil 2,8; Mt 5,17; Jn 10,1; 14,31; Lc 15,10).
La libertad presente en la vida teologal
Como cualquier ciudadano, el seguidor de Jesús debe respetar y promover los derechos humanos en lo tocante a la libertad. Pero, en razón de su compromiso bautismal y de su inserción en la Iglesia, el cristiano enfoca y testimonia la libertad política de modo peculiar. Una vivencia cristiana de la libertad política se caracteriza por su presencia en la vida teologal.
. La fe orienta hacia la experiencia radical de libertad con el amor de Dios. El centro de esta experiencia está en la gracia que libera y conduce a la comunión con Dios: es la libertad de los hijos de Dios, que se adquiere por el bautismo y que gradualmente se va interiorizando en el quehacer cristiano (Rom 8,21.23; 2 Cor 1,22; 5,5).
La esperanza motiva la libertad, apoyada en la povidencia de Dios Padre, el testimonio de Cristo liberador del pecado, la fuerza del Espíritu que fortifica ante las dificultades, la solidaridad de la comunidad eclesial y la confianza que suscita el poder de la oración y de los sacramentos. La actitud de valor (parresía) quita el miedo y da la libertad de los hijos de Dios, que no son esclavos, sino anunciadores del Evangelio (Hch 2,29; 4,14; Ef 3,12; 1 Jn 2,28; 3,21).
. La caridad anima, refuerza y amplía las exigencias éticas de la libertad. El cristiano, liberado de la servidumbre del pecado, se pone, aun renunciando a su propio derecho, al servicio de Dios y de los hermanos (Rom 6; 8; 1 Cor 8,10; 9,19; 11,1; Gá15,13); vive a imitación de Cristo la libertad responsable, fiel al Espíritu que le guía porque «donde está el Espíritu del Señor, hay libertad» (2 Cor 3,17; 13,14; Rom 8, 14; Flm, 2,8; Mt 5,17). La libertad de los hijos de Dios consiste en vivir la caridad como don constante de uno mismo.
Lucha contra la esclavitud, lucha contra el pecado.
La vida teologal fortalece al cristiano en la lucha contra los obstáculos de la libertad, especialmente contra el pecado:
. El pecado como objetivo.
La libertad política incluye un obstáculo común interno que subyace en todo libertinaje: el pecado heredado y las transgresiones personales (Rom 5,12s; 6,17-20; 7,14; 1 Cor 15,21); «el pecado ya no os dominará más» (Rom 6,14), pues «hemos sido liberados del pecado» (Rom 6,18).
. Lo que pide la liberación del pecado
En primer lugar, conciencia de que Dios llama al hombre a la libertad, pero el hombre, bajo presiones, peca y pierde la libertad con múltiples daños.
En segudo lugar, la liberación del pecado pide examinar hasta qué punto domina la tentación de «ser dios» por el uso ilimitado de la libertad (Gn 3,5). A continuación será oportuna la valoración de los efectos del libertinaje como es la instrumentalización, la degradación personal y el alejamiento de Dios.
Por último, tener conciencia de que «no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero» (Rom 7,19). Porque son muchos los obstáculos externos e internos para una libertad madura, pero el seguidor de Jesús cuenta con la gracia de Dios para superar las tentaciones (2 Cor 3,5; Flp 2,13; 1 Jn 2,15; Mt 25,41; Rom 8,7; Ef 2,3).
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La meta y el camino en la lucha por la libertad interna
«Fuisteis llamados a la libertad, mas procurad que la libertad no sea un motivo para la carne» (Gál 5,13). Por el contrario, «el cristiano pertenece al Señor y está destinado a la resurrección» (1 Cor 6,12; 1 Pe 2,16). La libertad se hace más comprensible en la medida en que reine «la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunicación del Espíritu Santo» (2 Cor 13,13).
El fruto: vivir como Cristo la libertad responsable En resumen: la libertad del cristiano radica en la respuesta consciente a su misión y consecuente con las exigencias y en la fidelidad a la voluntad del Padre y al Espíritu que le guía (2 Cor 13,14; Rom 8,14). ¿El camino del discípulo? Es Cristo libre y responsable a quien puede seguir tanto en la conciencia del deber como en la conducta y doctrina (Fil 2,8; Mt 5,17; Jn 10,1; 14,31; Lc 15,10).