¿Es fácil o difícil comunicarse con Dios?
Muchos creyentes se comunican con Dios “a su manera” con facilidad y frecuencia; pero otros rehuyen los “rezos” o se contentan con el mínimo porque les parece muy complicado “eso” de hablar con Dios. Cierto, hay que reconocerlo: tanto la comunicación interpersonal como la oración dirigida a Dios, exigen condiciones y una disciplina que encuentran múltiples obstáculos. Merece la pena detallar los obstáculos y dificultades que pueden anular o debilitar la comunicación con Dios. ¿Cuáles son? ¿Cómo aprender a orar?
Obstáculos La falta de respeto y de mutua estima
La actitud primera e indispensable de quienes dialogan es el respeto con la estima mutua. Se corta la comunicación con las ofensas y disminuye o se a nula por la carencia del amor. En muchas peticiones, se exige a Dios que haga nuestra voluntad. Se falta al respeto. En otras peticiones, el creyente ama poco o nada a Dios. Solamente se acuerda “de Santa Bárbara cuando llueve” y acude a la oración sin amor.
La insinceridad Un diálogo en plenitud se caracteriza porque los dos dialogan de centro a centro, sin bloqueos ni complejos, con la expresión externa de todo cuanto sienten y piensan. Falta sinceridad a la oración del creyente que ora por rutina lo que no siente. Sus palabras no expresan su interior.
El orgullo y la agresividad
Son los grandes obstáculos de la comunicación interpersonal. ¿Cómo el orgulloso que se dirige a Dios agresivamente puede ser escuchado? Dios no escucha la plegaria del orgulloso y es ofendido por la petición realizada con agresividad.
El comercio y el chantaje El diálogo es un encuentro amistoso, opuesto al trato comercial o de chantaje. Por lo tanto los interlocutores deben dialogar con libertad, sin coacciones. Algunos creyentes creen que con lo que rezan o con la limosna que dan tienen derecho a que Dios les escuche y les conceda cuanto solicitan. Otros proponen la oración en plan chantage: si Dios no me concede lo que le pido, no iré a Misa.
La debilidad de la fe
La oración es un misterio que necesita la luz de la fe. Quien carezca de ella, no puede comunicarse con Dios. Algunas personas tienen una fe mágica en las palabras que pronuncian pero sin la fe auténtica unida a la confianza y al amor a Dios. Otros, permanecen en la duda: no creen que Dios les escuche o alimentan una duda seria sobre el amor y la providencia de Dios.
La escasa espiritualidad.
Es la situación del que no tiene tiempo, no se prepara, le cuesta la disciplina de la mente, le vence la rutina, se desanima porque no siente nada, no le salen las palabras...encuentra la oración como una obligación.
Dificultades en la vida de oración
Además de los obstáculos, se dan en la oración otras tantas dificultades que de hecho imposibilitan o debilitan la comunicación con Dios. Es lo que sucede con:
-los conceptos erróneos sobre la oración cuando es vista considerada una operación psicológica o una concentración para llenar un vacío mental;
-la mentalidad desviada, la racionalista, el pensar del secularista porque no admitirá la oración de petición. También el pragmático que falsea la oración porque la enfoca solamente desde la eficacia. Y falla en otro aspecto la persona activista que divorcia la fe de la vida;
-las distracciones que dispersan la atención sin control de la conciencia. Domina “la loca de la casa” que atiende al “móvil” y desconecta del diálogo con Dios;
-la sequedad y la aridez. Es la situación de quien nada siente durante la oración, le cuesta la reflexión y se ve incapaz de dialogar con Dios, En ocasiones, las causas de la sequedad es el activismo, el método de orar inadecuado, la oscuridad de la fe; cierto desánimo psicológico o pruebas purificadoras como sucede con el “silencio de Dios”.
Para aprender a orar.
La oración es un arte que tiene unas normas y una disciplina que tomamos de escritores clásicos y modernos, tales como San Juan de la Cruz, Foucauld, Larrañaga, Van Thuan, Bohigues, Caballero, Ancilli, etc: Presentamos algunas reflexiones y sugerencias para progresar en la oración:
-ver la oración como parte de un todo. No aislar la comunición con Dios del seguimiento de Jesús, de la práctica de los compromisos cristianos y de las responsabilidades personales;
-el esfuerzo por poner en práctica las exigencias de la amistad y del diálogo;
-la interpretación de la oración como un encuentro amistoso de quien está dispuesto a vivir según esta actitud;
-la libertad del orante sin complejos, temores o chantajes;
-Cristo como fuente común: Cristo como maestro, la Biblia como el libro de texto, la liturgia como el canal más cercano, los acontecimientos como “pasos” del Señor en la vida del creyente;
-el diálogo: enfoque de la oración siendo consciente de que Dios está conmigo y que yo estoy con Dios;
-el seguimiento de Jesús sea la temática central: pensar, sentir y obrar como lo haría Jesús;
-adoración y silencio sea el clima: postrado a solas: Dios y yo. Y con un buen lema: “estoy con Dios para servir y hacer feliz al prójimo”;
-la oración con los salmos para interiorizar la voluntad del Señor, el pecado, el amor de Dios, su presencia universal, la sed de Dios, la gratitud y alabanza, el gozo por el amor de Dios, la súplica en situaciones dramáticas, la confianza inquebrantable en el Señor...
-y aspirar a la comunicación continua con Dios. Gran objetivo para la vida, un diálogo ininterrumpido con Dios. La oración es continua cuando es continuo el amor.
Revisar la calidad de la oración.
Dada la importancia de la oración es conveniente revisar su realización y los frutos correspondientes;
-examinar su necesidad y no la obligación, purificar las motivaciones y la coherencia en la vida;
-practicar el método adecuado según las posibilidades del que ora;
-aspirar a la profunda intimidad con Dios, practicar la oración de abandono (Foucauld).
-cuidar la c-c-cD. Es decir: que la oración del momento se convierta en continua comunicación con Dios.
Obstáculos La falta de respeto y de mutua estima
La actitud primera e indispensable de quienes dialogan es el respeto con la estima mutua. Se corta la comunicación con las ofensas y disminuye o se a nula por la carencia del amor. En muchas peticiones, se exige a Dios que haga nuestra voluntad. Se falta al respeto. En otras peticiones, el creyente ama poco o nada a Dios. Solamente se acuerda “de Santa Bárbara cuando llueve” y acude a la oración sin amor.
La insinceridad Un diálogo en plenitud se caracteriza porque los dos dialogan de centro a centro, sin bloqueos ni complejos, con la expresión externa de todo cuanto sienten y piensan. Falta sinceridad a la oración del creyente que ora por rutina lo que no siente. Sus palabras no expresan su interior.
El orgullo y la agresividad
Son los grandes obstáculos de la comunicación interpersonal. ¿Cómo el orgulloso que se dirige a Dios agresivamente puede ser escuchado? Dios no escucha la plegaria del orgulloso y es ofendido por la petición realizada con agresividad.
El comercio y el chantaje El diálogo es un encuentro amistoso, opuesto al trato comercial o de chantaje. Por lo tanto los interlocutores deben dialogar con libertad, sin coacciones. Algunos creyentes creen que con lo que rezan o con la limosna que dan tienen derecho a que Dios les escuche y les conceda cuanto solicitan. Otros proponen la oración en plan chantage: si Dios no me concede lo que le pido, no iré a Misa.
La debilidad de la fe
La oración es un misterio que necesita la luz de la fe. Quien carezca de ella, no puede comunicarse con Dios. Algunas personas tienen una fe mágica en las palabras que pronuncian pero sin la fe auténtica unida a la confianza y al amor a Dios. Otros, permanecen en la duda: no creen que Dios les escuche o alimentan una duda seria sobre el amor y la providencia de Dios.
La escasa espiritualidad.
Es la situación del que no tiene tiempo, no se prepara, le cuesta la disciplina de la mente, le vence la rutina, se desanima porque no siente nada, no le salen las palabras...encuentra la oración como una obligación.
Dificultades en la vida de oración
Además de los obstáculos, se dan en la oración otras tantas dificultades que de hecho imposibilitan o debilitan la comunicación con Dios. Es lo que sucede con:
-los conceptos erróneos sobre la oración cuando es vista considerada una operación psicológica o una concentración para llenar un vacío mental;
-la mentalidad desviada, la racionalista, el pensar del secularista porque no admitirá la oración de petición. También el pragmático que falsea la oración porque la enfoca solamente desde la eficacia. Y falla en otro aspecto la persona activista que divorcia la fe de la vida;
-las distracciones que dispersan la atención sin control de la conciencia. Domina “la loca de la casa” que atiende al “móvil” y desconecta del diálogo con Dios;
-la sequedad y la aridez. Es la situación de quien nada siente durante la oración, le cuesta la reflexión y se ve incapaz de dialogar con Dios, En ocasiones, las causas de la sequedad es el activismo, el método de orar inadecuado, la oscuridad de la fe; cierto desánimo psicológico o pruebas purificadoras como sucede con el “silencio de Dios”.
Para aprender a orar.
La oración es un arte que tiene unas normas y una disciplina que tomamos de escritores clásicos y modernos, tales como San Juan de la Cruz, Foucauld, Larrañaga, Van Thuan, Bohigues, Caballero, Ancilli, etc: Presentamos algunas reflexiones y sugerencias para progresar en la oración:
-ver la oración como parte de un todo. No aislar la comunición con Dios del seguimiento de Jesús, de la práctica de los compromisos cristianos y de las responsabilidades personales;
-el esfuerzo por poner en práctica las exigencias de la amistad y del diálogo;
-la interpretación de la oración como un encuentro amistoso de quien está dispuesto a vivir según esta actitud;
-la libertad del orante sin complejos, temores o chantajes;
-Cristo como fuente común: Cristo como maestro, la Biblia como el libro de texto, la liturgia como el canal más cercano, los acontecimientos como “pasos” del Señor en la vida del creyente;
-el diálogo: enfoque de la oración siendo consciente de que Dios está conmigo y que yo estoy con Dios;
-el seguimiento de Jesús sea la temática central: pensar, sentir y obrar como lo haría Jesús;
-adoración y silencio sea el clima: postrado a solas: Dios y yo. Y con un buen lema: “estoy con Dios para servir y hacer feliz al prójimo”;
-la oración con los salmos para interiorizar la voluntad del Señor, el pecado, el amor de Dios, su presencia universal, la sed de Dios, la gratitud y alabanza, el gozo por el amor de Dios, la súplica en situaciones dramáticas, la confianza inquebrantable en el Señor...
-y aspirar a la comunicación continua con Dios. Gran objetivo para la vida, un diálogo ininterrumpido con Dios. La oración es continua cuando es continuo el amor.
Revisar la calidad de la oración.
Dada la importancia de la oración es conveniente revisar su realización y los frutos correspondientes;
-examinar su necesidad y no la obligación, purificar las motivaciones y la coherencia en la vida;
-practicar el método adecuado según las posibilidades del que ora;
-aspirar a la profunda intimidad con Dios, practicar la oración de abandono (Foucauld).
-cuidar la c-c-cD. Es decir: que la oración del momento se convierta en continua comunicación con Dios.