La gran alternativa: autonomía o heteronomía
¿Autonomía o heteronomía? Es la alternativa de siempre pero hoy acentuada por el subjetivismo de la ética de situación. Los defensores de esta doctrina sobrevaloran la autonomía sobre la heteronomía; la libertad sobre la autoridad; la decisión personal sobre la imposición externa; la permisividad sobre el deber; la conciencia sobre la ley, la situación sobre el principio, el tono indicativo sobre el imperativo, la subjetividad ética sobre la objetividad, el placer libre sobre la virtud impuesta. Sí, la tensión entre la autonomía y la heteronomía está presente en muchos de los conflictos. Es el denominador común, la clave para analizar problemas y respuestas.
Autonomía: el yo independiente ante cualquier tú La palabra autonomía significa: ley para sí mismo. La autonomía moral exige que las normas morales procedan de uno mismo. Autonomía (del griego auto, "uno mismo", y nomos, "norma") es, en términos generales, la capacidad de tomar decisiones sin intervención ajena, de ser independiente, de-poder-valerse-por-sí-mismo.
La autonomía sintoniza con los deseos del hombre que desea actuar libremente, sin presiones externas que le puedan condicionar. Por lo tanto, adopta como norma definitiva la conciencia que da más importancia a la situación personal, subjetiva, concreta, y a veces, conflictiva, y no a los principios universales. Así mismo ordena que la ética esté planteada en un tono indicativo –puedes- y rechaza las órdenes y prohibiciones de una moral imperativa.
Heteronomia: el yo depende de un tú externoPor el contrario, la heteronomía proviene del griego "heterónomos" (dependiente de otro). Un término que tiene un uso preferentemente en el ámbito de la Ética para designar la procedencia empírica o externa de las normas o reglas morales por la que se regula la acción del sujeto. Así se explica que la conducta del individuo no esté regulada por la propia conciencia, sino por un elemento ajeno a la persona que no puede actuar por sí misma. ¿Qué sucede con la heteronomía? Que la persona se regirá por una ley externa a su voluntad. O sea que la persona está sometida a un poder ajeno que le impide el libre desarrollo de su libertad. De este modo otra persona tomará las decisiones que corresponden a un individuo, es decir, que no es el individuo propiamente quien toma sus decisiones. Es lo contrario a la autonomía ya que bajo este punto de vista no se pueden hacer las cosas con libertad sino que hay que basarse en normas impuestas por otras personas, a las cuales el “yo” debe obedecer
Libertad-autoridad
La alternativa autonomía-heteronomía queda reflejada en el conflicto del amor y de la conciencia libre frente a cualquier autoridad o factor heteronómico. En el mundo actual, abundan quienes exaltan a la persona libre –autónoma- por encima del bien y del mal, liberada de la servidumbre tradicional y enfrentada a cualquier clase de autoridad que limite su libertad. Son los que reivindican el derecho a obrar según la conciencia adulta y libre. Y los más exaltados defienden el subjetivismo que postula a la conciencia como la máxima autoridad para juzgar sobre el bien y el mal; el árbitro supremo, factor decisivo para la creatividad. Más aún, la decisión libre de la conciencia, se erige en prerrogativa inviolable que justifica cualquier rebeldía y violencia ante la intromisión ajena.
El amor responsable, criterio supremo.
Para superar el conflicto entre la autonomía y la heteronomía se impone el amor responsable. Es decir, que el hombre, animal social, asuma sus compromisos personales, sociales y religiosos. Y uno de ellos es la obediencia a las leyes y normas de la comunidad que aceptará con amor responsable. Porque sin este puente, el del amor y el de la responsabilidad, no habrá acuerdo entre las dos partes y el conflicto permanecerá.
¿Y cuál será el criterio que armonice otro de los grandes conflictos que surge entre lo antiguo y lo nuevo? Tema para el próximo artículo.
Autonomía: el yo independiente ante cualquier tú La palabra autonomía significa: ley para sí mismo. La autonomía moral exige que las normas morales procedan de uno mismo. Autonomía (del griego auto, "uno mismo", y nomos, "norma") es, en términos generales, la capacidad de tomar decisiones sin intervención ajena, de ser independiente, de-poder-valerse-por-sí-mismo.
La autonomía sintoniza con los deseos del hombre que desea actuar libremente, sin presiones externas que le puedan condicionar. Por lo tanto, adopta como norma definitiva la conciencia que da más importancia a la situación personal, subjetiva, concreta, y a veces, conflictiva, y no a los principios universales. Así mismo ordena que la ética esté planteada en un tono indicativo –puedes- y rechaza las órdenes y prohibiciones de una moral imperativa.
Heteronomia: el yo depende de un tú externoPor el contrario, la heteronomía proviene del griego "heterónomos" (dependiente de otro). Un término que tiene un uso preferentemente en el ámbito de la Ética para designar la procedencia empírica o externa de las normas o reglas morales por la que se regula la acción del sujeto. Así se explica que la conducta del individuo no esté regulada por la propia conciencia, sino por un elemento ajeno a la persona que no puede actuar por sí misma. ¿Qué sucede con la heteronomía? Que la persona se regirá por una ley externa a su voluntad. O sea que la persona está sometida a un poder ajeno que le impide el libre desarrollo de su libertad. De este modo otra persona tomará las decisiones que corresponden a un individuo, es decir, que no es el individuo propiamente quien toma sus decisiones. Es lo contrario a la autonomía ya que bajo este punto de vista no se pueden hacer las cosas con libertad sino que hay que basarse en normas impuestas por otras personas, a las cuales el “yo” debe obedecer
Libertad-autoridad
La alternativa autonomía-heteronomía queda reflejada en el conflicto del amor y de la conciencia libre frente a cualquier autoridad o factor heteronómico. En el mundo actual, abundan quienes exaltan a la persona libre –autónoma- por encima del bien y del mal, liberada de la servidumbre tradicional y enfrentada a cualquier clase de autoridad que limite su libertad. Son los que reivindican el derecho a obrar según la conciencia adulta y libre. Y los más exaltados defienden el subjetivismo que postula a la conciencia como la máxima autoridad para juzgar sobre el bien y el mal; el árbitro supremo, factor decisivo para la creatividad. Más aún, la decisión libre de la conciencia, se erige en prerrogativa inviolable que justifica cualquier rebeldía y violencia ante la intromisión ajena.
El amor responsable, criterio supremo.
Para superar el conflicto entre la autonomía y la heteronomía se impone el amor responsable. Es decir, que el hombre, animal social, asuma sus compromisos personales, sociales y religiosos. Y uno de ellos es la obediencia a las leyes y normas de la comunidad que aceptará con amor responsable. Porque sin este puente, el del amor y el de la responsabilidad, no habrá acuerdo entre las dos partes y el conflicto permanecerá.
¿Y cuál será el criterio que armonice otro de los grandes conflictos que surge entre lo antiguo y lo nuevo? Tema para el próximo artículo.