¿Para qué ser libres?
La madurez psicológica y ética del dinamismo humano radica en la libertad. Pero son muchas las interpretaciones y más las injusticias que se cometen en el nombre de la facultad humana que dice sí o no. Surgen las preguntas ¿dónde está lo esencia de la libertad? ¿Cuál es su finalidad? Libres, sí, pero ¿para qué? Adelantamos las respuestas: libertad al servicio de la autorealización personal y para servir al prójimo; libertad responsable para amar. Al concepto de libertad se añade la responsabilidad como condición, y el amor como finalidad. La libertad responsable para amar no sólo es una aspiración máxima de la vida, un derecho inviolable del hombre y la prerrogativa que más dignifica a la persona (cf. GS 9 y 17), también resume el dinamismo humano como la mejor plataforma para comprender la praxis del cristiano.
Perspectivas de la libertad
Es difícil una definición de la libertad por un solo aspecto porque es un modo de ser de la persona, un estilo de vivir. Es un don, una tarea y una meta a conseguir por el hombre. Cierto: existe la libertad como factor de liberación y como medio para personalizar. ¿Qué perspectivas encierra?
Desde la psicología
La libertad es la facultad de elegir una cosa con referencia a otra, de obrar o no, de decir «sí» o «no»; la posibilidad de autodeterminación sin coacción, debido al pleno dominio de la voluntad sobre el objeto de la opción. En la estructura psicológica del hombre, la libertad es la ausencia de un vínculo que obstaculiza el acto que el hombre quiere; el dinamismo de toda la persona porque incluye 1a valoración, la interiorización, la voluntariedad y la decisión.
¿Libres del todo? No. El hombre libre está condicionado por la herencia, el temperamento, la educación, las.presiones sociales, el pasado personal, el inconsciente individual y colectivo. Y en su ejercicio, el ser humano actúa «movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa» (GS 17).
Desde la ética
Cuando la libertad adquiere una connotación ética se la conoce como la opción responsable de la persona que puede autodeterminarse ante el bien y el mal; la decisión por la que el yo se construye a sí mismo, interioriza y testimonia los valores éticos y se proyecta según la opción fundamental aceptada. Es así mismo, la fuerza íntima de liberación moral, medio para humanizar las relaciones interpersonales y el motor que abre la persona a la plenitud de la personalidad.
Desde la persona toda
Dentro del yo humano, la libertad integra el punto culminante como síntesis de las facultades humanas porque tiene como fundamento la inteligencia (el hombre es libre porque es inteligente), está presente en la voluntad como una propiedad esencial y exige para ser auténtica la responsabilidad, la justicia, el servicio y el amor.
Desde las relaciones interpersonales
La libertad es la que sitúa al yo humano ante los otros, bien como individuos o bien en colectividad. Gracias a la libertad, la persona respeta los derechos ajenos, promueve el bien común y expresa el amor cristiano.
Deformaciones de la libertad No lo puede todo la libertad, ni mucho menos. Es una facultad limitada que, como aseguró el Vaticano II, «está herida por el pecado», la acosa el ciego impulso y «las inclinaciones depravadas» (GS 17 y 14).
Y externamente, está sometida a toda clase de presiones; el hombre, aunque libre, no puede realizar cuanto desea (DH 8). Lamentablemente, es la facultad que da el sí de la persona al mal cometiendo incoherencias, ofensas contra el prójimo o contra Dios.
La moral cristiana enseña la necesidad del consentimiento del hombre para que exista pecado, cualquier clase de pecado, como puede ser la rebeldía, la pereza, la irresponsabilidad y el egoismo (cf. GS 13; DH 8; GS 31) .
Exaltación, ambiguedades y reducciones
No faltan ideologías y sistemas éticos que deforman la verdad y, por lo tanto, la facultad de elegir o rechazar.
Así, por ejemplo, quienes afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia (GS 20).
Desde otra perspectiva, muchos simpatizan y ponen en práctica los criterios subjetivistas y relativistas de la ética de situación que exalta la libertad de la conciencia en detrimento de la moralidad, pues en su nombre justifican el aborto, el divorcio, suicidio etc. Para esta doctrina ética, todo lo que se hace libremente y por amor es bueno aunque se oponga a preceptos morales o a la autoridad.
Rasgos del hombre libre La libertad como facultad honra a toda persona pero como praxis su dignidad depende del servicio que preste a su autorealización y al prójimo.
La libertad como meta es una exigencia y una manifestación de quien domina las pasiones y otros obstáculos que impide la realización (GS 17);
opta por lo que le conviene y tiende a su fin (GS 17);
acepta compromisos para servir al prójimo sin interés mezquino y cumple con las obligaciones sociales (GS 31);
muestra fortaleza para vivir en coherencia con la opción fundamental;
es enérgico y está pronto para decir sí o no;
tiene aguante, es paciente ante las dificultades sin abatirse ante los padecimientos o presiones externas;
ayuda a liberar: colabora para que otros gocen de este derecho;
madura en su personalización: convierte la libertad en un medio y no en un fin, se sirve de ella pero no esclaviza su persona a la libertad; amor y responsabilidad condicionan el uso de la libertad.
Libertad responsable para amar
Amor y responsabilidad definen la praxis del hombre libre. La libertad exige responsabilidad y está unida al amor; la libertad auténtica es el núcleo del dinamismo responsable de la persona que ama.
Al dar el sí o el no conveniente, la libertad se convierte en la respuesta de la persona consciente de su misión y consecuente con las exigencias; respuesta a la llamada del deber y del amor.
Nos encontramos ante quien obra a impulsos de la convicción y del amor y no por temor farisaico ni con el ritualismo mecánico o con el raquitisimo de quien se contenta con el mínimo de la ley.
AL MENSAJE ANTROPOLÓGICO la fe tiene muchas cosas que decir.
Perspectivas de la libertad
Es difícil una definición de la libertad por un solo aspecto porque es un modo de ser de la persona, un estilo de vivir. Es un don, una tarea y una meta a conseguir por el hombre. Cierto: existe la libertad como factor de liberación y como medio para personalizar. ¿Qué perspectivas encierra?
Desde la psicología
La libertad es la facultad de elegir una cosa con referencia a otra, de obrar o no, de decir «sí» o «no»; la posibilidad de autodeterminación sin coacción, debido al pleno dominio de la voluntad sobre el objeto de la opción. En la estructura psicológica del hombre, la libertad es la ausencia de un vínculo que obstaculiza el acto que el hombre quiere; el dinamismo de toda la persona porque incluye 1a valoración, la interiorización, la voluntariedad y la decisión.
¿Libres del todo? No. El hombre libre está condicionado por la herencia, el temperamento, la educación, las.presiones sociales, el pasado personal, el inconsciente individual y colectivo. Y en su ejercicio, el ser humano actúa «movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa» (GS 17).
Desde la ética
Cuando la libertad adquiere una connotación ética se la conoce como la opción responsable de la persona que puede autodeterminarse ante el bien y el mal; la decisión por la que el yo se construye a sí mismo, interioriza y testimonia los valores éticos y se proyecta según la opción fundamental aceptada. Es así mismo, la fuerza íntima de liberación moral, medio para humanizar las relaciones interpersonales y el motor que abre la persona a la plenitud de la personalidad.
Desde la persona toda
Dentro del yo humano, la libertad integra el punto culminante como síntesis de las facultades humanas porque tiene como fundamento la inteligencia (el hombre es libre porque es inteligente), está presente en la voluntad como una propiedad esencial y exige para ser auténtica la responsabilidad, la justicia, el servicio y el amor.
Desde las relaciones interpersonales
La libertad es la que sitúa al yo humano ante los otros, bien como individuos o bien en colectividad. Gracias a la libertad, la persona respeta los derechos ajenos, promueve el bien común y expresa el amor cristiano.
Deformaciones de la libertad No lo puede todo la libertad, ni mucho menos. Es una facultad limitada que, como aseguró el Vaticano II, «está herida por el pecado», la acosa el ciego impulso y «las inclinaciones depravadas» (GS 17 y 14).
Y externamente, está sometida a toda clase de presiones; el hombre, aunque libre, no puede realizar cuanto desea (DH 8). Lamentablemente, es la facultad que da el sí de la persona al mal cometiendo incoherencias, ofensas contra el prójimo o contra Dios.
La moral cristiana enseña la necesidad del consentimiento del hombre para que exista pecado, cualquier clase de pecado, como puede ser la rebeldía, la pereza, la irresponsabilidad y el egoismo (cf. GS 13; DH 8; GS 31) .
Exaltación, ambiguedades y reducciones
No faltan ideologías y sistemas éticos que deforman la verdad y, por lo tanto, la facultad de elegir o rechazar.
Así, por ejemplo, quienes afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia (GS 20).
Desde otra perspectiva, muchos simpatizan y ponen en práctica los criterios subjetivistas y relativistas de la ética de situación que exalta la libertad de la conciencia en detrimento de la moralidad, pues en su nombre justifican el aborto, el divorcio, suicidio etc. Para esta doctrina ética, todo lo que se hace libremente y por amor es bueno aunque se oponga a preceptos morales o a la autoridad.
Rasgos del hombre libre La libertad como facultad honra a toda persona pero como praxis su dignidad depende del servicio que preste a su autorealización y al prójimo.
La libertad como meta es una exigencia y una manifestación de quien domina las pasiones y otros obstáculos que impide la realización (GS 17);
opta por lo que le conviene y tiende a su fin (GS 17);
acepta compromisos para servir al prójimo sin interés mezquino y cumple con las obligaciones sociales (GS 31);
muestra fortaleza para vivir en coherencia con la opción fundamental;
es enérgico y está pronto para decir sí o no;
tiene aguante, es paciente ante las dificultades sin abatirse ante los padecimientos o presiones externas;
ayuda a liberar: colabora para que otros gocen de este derecho;
madura en su personalización: convierte la libertad en un medio y no en un fin, se sirve de ella pero no esclaviza su persona a la libertad; amor y responsabilidad condicionan el uso de la libertad.
Libertad responsable para amar
Amor y responsabilidad definen la praxis del hombre libre. La libertad exige responsabilidad y está unida al amor; la libertad auténtica es el núcleo del dinamismo responsable de la persona que ama.
Al dar el sí o el no conveniente, la libertad se convierte en la respuesta de la persona consciente de su misión y consecuente con las exigencias; respuesta a la llamada del deber y del amor.
Nos encontramos ante quien obra a impulsos de la convicción y del amor y no por temor farisaico ni con el ritualismo mecánico o con el raquitisimo de quien se contenta con el mínimo de la ley.
AL MENSAJE ANTROPOLÓGICO la fe tiene muchas cosas que decir.