¿La mejor manera de relacionarse con Dios en la oración?

La oración es una de la modalidades con las que el creyente se relaciona con Dios. Pero dentro de la oración existe innumerables realizaciones según las escuelas de espiritualidad, los tiempos, las instituciones religiosas y la experencia de los grandes orantes. De los principales modos de esta comunicación con Dios, seleccionamos los más significativos, pero valorados desde la perspectiva relacional, según sea el mayor o menor trato entre el yo humano y Dios, Tu divino. Porque la experiencia muestra cómo una relación es valorada por el contacto interpersonal, por la mutua aceptación y por la capacidad de transmitir y recibir criterios, emociones y mensajes entre el que comunica y el que recibe.

La oración vocal La oración vocal obedece a una exigencia natural del hombre, a la necesidad de la expresión corporal por parte del yo humano. Consiste en la recitación de una fórmula previa recogida de la piedad popular o personal que exprese algunos deseos y sentimientos de alabanza, petición o de entrega personal. La plegaria más completa, enseñada por Jesús, es la del Padre nuestro. También es vocal, la oración litúrgica de la Santa Misa y del Oficio divino que unen con Dios en comunión con la Iglesia católica.
Si la oración vocal está dirigida a Dios como sucede en tantos salmos, existe una comunicación intensa y, por lo tanto, una relación de calidad. Pero en muchas plegarias, existe el riesgo de comunicarse con los mediadores, santos o santas, pero no con Dios. En la práctica se da poca o ninguna relación con Dios. Predomina la rutina y hasta la superstición.

La reflexión con plegarias
La espiritualidad presenta otros modos de comunicarse con Dios. Por ejemplo, la meditación como búsqueda y reflexión sobre los misterios de la vida y del cristianismo ordenados a la relación directa con Dios. Quien medita pone en movimiento las facultades de pensar, imaginar, sentir y desear. ¿Con qué finalidad? Para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. Gracias a la meditación (llamaríamos oración reflexiva), se profundiza en el porqué y en el cómo de la vida y en la respuesta al Señor. Termina siempre con algún tipo de plegaria para pedir o dar gracias a Dios
Una meditación centrada en la información, la reflexión o el voluntarismo en los propósitos da poco margen a la comunicación directa con Dios. Resulta muy escasa la relación con Dios.

El examen de conciencia como oración.
Consiste en la revisión de la conducta a la luz de la fe y en la presencia de Dios. Es un repaso de la respuesta al “paso de Dios” a lo largo de la jornada. Incluye también la petición de perdón y el propósito con decisiones concretas para mejorar la realización de los compromisos.
Es una ocasión para la íntima comunicación con Dios pero corre el peligro de quedar en un simple “autoexamen” de la persona sin relación con el Señor.

La oración litúrgica Capítulo aparte necesita la comunicación con Dios en la celebración eucarística y en el rezo del Oficio divino o Liturgia de las horas. Son expresiones de la praxis en la vida del católico.
Tengamos presente que las distracciones son el gran peligro en esta modalidad de relacionarse con Dios. Con facilidad está ausente la sintonía con lo que se lee o se oye. Ahora bien, la oración litúrgica vivida con atención proporciona una excelente relación con Dios.

Lectio divina Consiste en la lectura, meditación y oración contemplativa sobre algún texto de la Sagrada Escritura. Comprende estos pasos e interrogantes:
1º leer: ¿qué dice el texto bíblico? Urge comprender o descubrir lo que Dios nos enseña.
2º meditar: ¿qué nos dice el Señor mediante su Palabra? Se impone actualizar la Palabra para interpelar y fortalecer nuestra misión y esperanza.
3º orar: ¿qué le decimos al Señor motivados por su Palabra? Es la ocación para dialogar con Dios y celebrar la fe en nuestra vida y en la comunidad.
4º actuar: ¿a qué cambio concreto de vida nos invita el Señor. Urge practicar la Palabra para conducir la vida según los criterios de Dios.
Para valorar la Lectio divina desde la perspectiva relacional es preciso dar mayor importancia y tiempo al tercer momento, al del orar. Que no quede todo en información bíblica con simples propósitos para la conducta.

La meditación con la Palabra de Dios Fundamentalmente es una meditación sobre un texto bíblico que es necesario leer con atención para una aplicación individual de su mensaje universal. Basta con ponerse en actitud de escucha pues es Dios quien nos habla. No tiene una normativa tan concreta como “la lectio divina”, pero es necesario leer con atención para una aplicación individual del mensaje universal.
Se puede objetar lo mismo que se expuso al exponer la reflexión con plegarias y la lectio divina.

Lectura espiritual.
El creyente interioriza la Palabra divina como alimento. Se realiza con recogimiento, sin prisas, repitiendo el texto. Como escuchando a Dios y aplicándolo a la vida personal: ¿qué me dice aquí y ahora? ¿cómo sentir plenamente lo que se lee? Acudamos a la oración, meditemos deteniéndonos en lo que más impresiona o llama la atención.
Se impone pasar con rapidez de la lectura al diálogo para que haya relación con Dios, para que exista oración-

La presencia de Dios
Consiste en “sentir” a Dios en el fondo del corazón (inhabitación) y en “ver”que está detrás de la creación, en la Biblia, la Eucaristía, las personas, trabajo, relaciones, acontecimientos, respuestas positivas, tentaciones y hasta caídas con su arrepentimiento. Esta presencia es completa cuando se convierte en comunicación a modo de comentario breve con quien sabemos que nos escucha. Esta presencia y comunicación tiene una meta: ¡convertirse en una comunicación continua con Dios!

La contemplación Los que se aman, en ocasiones, su comunicación se da sin palabras: basta con mirarse o contemplar el rostro de la persona amada. Esta clase de comunicación profunda se da con otros matices en la contemplación cristiana donde tratamos de amistad con quien nos ama (Santa Teresa).
¿Qué otros aspectos propios encierra la oración de contemplación? Del Catecismo recogemos estos rasgos: la intimidad oscura pero amorosa con Dios; la escucha de la palabra de Dios acogida con amorosa adhesión de hijo (Cat 2716); el amor silencioso sin discursos (Cat 2717); la unión con la oración de Cristo participando en sus misterios (Cat 2718); la actualización de la alianza establecida por Dios en el fondo de nuestro ser; la comunión con la Santísima Trinidad que conforma al hombre a su semejanza (Cat 2713).

Lo que requiere la mejor relación con Dios en la oración Para una relación en profundidad con Dios en la oración es imprescindible el esfuerzo por poner en práctica las exigencias de la amistad con Dios; la ilusión por llegar al diálogo continuo unido a una vida dedicada al servicio del Señor y de los hermanos; la proyección de la oración a modo de jaculatorias en las tareas, relaciones personales y acontecimientos de la vida. También la insistencia en la actitud de adoración y amor como norma suprema que hace uno a los que se aman.
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