¿Qué mística motiva al Judaísmo para tratar a Yahvé, su Dios?

Los caminos del animismo y del hinduismo, no tienen como interlocutor o cima-cumbre, al Dios único y personal. No sucede lo mismo con el judaísmo o hebreismo, la religión monoteísta de Israel, pueblo fiel al pacto realizado con Yahvé a quien obedece, sirve y ama de manera individual y comunitaria: “oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón” (Dt 6,4-6). ¿Qué mística animó a los israelitas para tratar a Dios con un amor profundo, íntimo y confiado, tal y como aparece de manera especial en los salmos? La respuesta: para los judíos, la creencia en un solo Dios, creador trascendente del mundo, y el amor total, radica en la historia. Efectivamente: Yahvé liberó a los israelitas de la esclavitud de Egipto, les reveló su ley -Torá- y los eligió como luz para toda la humanidad.
Analizamos el judaísmo, religión de una minoría, (no llega a 30 millones en todo el mundo), en comparación con las grandes religiones anteriormente analizadas. Sin embargo el judaísmo eleva las relaciones del hombre con Dios a un grado máximo, pues el trato es con el Dios personal y la comunidad es el pueblo elegido. La originalidad de las relaciones se comprende mejor al tener presente la experiencia salvífica del yo humano como un pueblo que se siente salvado por Dios, gran Tú, Señor y Liberador.

La comunidad como protagonista A diferencia de otras religiones, el judaísmo se explica, sobre todo, desde la comunidad. El israelita se relaciona con Dios como miembro de un pueblo antes que como persona concreta. Sin embargo cada fiel israelita, en las relaciones con Dios, se siente orgulloso, responsable y fiel.

Orgulloso de pertenecer a un pueblo.
El judaísmo es el árbol religioso plantado por Abrahán y por Moisés. Las relaciones con Dios están en el fondo de sus peregrinaciones, destierros, servidumbres, liberaciones y conquistas. Israel como pueblo ha sabido integrar cultura, historia y religión. Y judío es todo aquel que se siente y se dice judío viva donde viva; el que está ligado al pueblo que habita Judea y al que Yahvé Dios se reveló con sus mandamientos y promesas, con sus privilegios y esperanzas. Más aún, el judío se siente orgulloso de pertenecer al pueblo elegido de Yahvé. Esta experiencia de Dios que interviene en favor de su pueblo, (lo sacó de Egipto y lo introdujo en Palestina), contribuye a que se diferencie la religión de Israel de las religiones de su tiempo y geografía. Más aún, Israel no solamente reconoce la liberación en el pasado por parte de Dios, sino su cercanía presente, su compañía continua con nuevas señales de predilección. He ahí el núcleo de la mística para vivir unido plenamente con Yahvé su Dios a quien desea amar con radicalidad.

Responsable ante la Alianza, fuente para todo trato con Dios.
La religión hebrea se asienta en una Alianza que consolida el monoteísmo y configura la vida del pueblo entero. Gracias al pacto (berit) entre Dios y su pueblo, ambos se comprometen a ser fieles: Dios con la protección y el pueblo con la obediencia a los preceptos. El judaísmo es la religión de la Alianza vivida en una tierra (santa), un “dios” único y un pueblo elegido. Es la religión de los que se sienten herederos de esa tierra, escogidos por Dios y descendientes de ese pueblo. El judaísmo comprende la alianza primera y las sucesivas de Dios con su pueblo sellada con la ley que le dio (Éx 19,5-6). El Decálogo es el código de la Alianza que contienen las diez palabras que obedecerá todo israelita. Es la ley -Torá-, del hombre que repudia los ídolos para reconocer a un solo Dios, señor único de la sociedad de Israel.

Fiel a Dios de quien se siente dependiente.
Yahvé espera del hombre atención, confianza, fidelidad, y, sobre todo, conversión: apartarse de los ídolos y volverse al dios de sus padres para encontrar el camino de la paz con su Creador. La historia de las relaciones de Dios con su pueblo es de confianza recíproca. Dios es fiel para siempre con lo que les ha prometido y pide a su esposa: rectitud y justicia (Os 2,21-22). Y todo apunta a un objetivo supremo: establecer el Reino de Dios sobre la tierra. Al final de los tiempos, la humanidad habrá conseguido hacer reinar la justicia y el conocimiento de Dios teniendo Israel un papel de guía y de árbitro entre las naciones.
El elemento de dependencia del hombre respecto a Dios se convirtió en el elemento clave de la conciencia religiosa judía y en el fundamento esencial sobre el que era posible iniciar el proceso de espiritualización de la existencia cotidiana del judío.

Dios, el único Señor y Liberador
Con la experiencia de Dios en Abrahán y Moisés, las predicaciones de los profetas y los hechos salvíficos, el pueblo de Israel tomó conciencia del tú de Dios como único, Señor y Liberador. En el paganismo, la divinidad está unida a lo natural, pero en los judíos, Yahvé está implicado en los acontecimientos históricos, momentos en los que Dios y el hombre establecieron su alianza. La fe del israelita contempla a Dios como el totalmente Otro, el que salva a su pueblo como el gran «Tú», el Señor y liberador con quien el israelita puede mantener relaciones «místicas» gracias a la Alianza que presenta a Yahvé como el esposo y a Israel como la esposa amada.

En concreto, el Dios del Antiguo Testamento, aparece como el Creador y el totalmente otro pero cercano en diálogo con el hombre.

Dios es único, Creador y Ser supremo.
La existencia de Dios no se discutía entre los semitas. El ateísmo, a diferencia de lo que opina el budismo, era un absurdo. La idea de un Dios único era nueva, pues los babilonios reconocían también a un dios supremo, la Luna, y el panteón de los pueblos semíticos se organizaba en torno a una divinidad superior, el dios ÉL. Pero el monoteísmo hebreo desborda estas concepciones que rara vez llegan a evolucionar. El Dios de Israel no se asemeja a ninguna divinidad pagana. Es totalmente distinto del universo que ha creado con un fin preciso. Su soberanía es absoluta, eterna y universal. Dios es uno y el creador de todo, el único, el que creó al hombre y todas las cosas. Es, por lo tanto, el soberano supremo y absoluto que interviene en la historia de sus criaturas. Él es quien da la vida y suscita los hijos.

Yahvé es el que es, el totalmente otro.
El israelita deseaba saber cómo era ese ser misterioso, su esencia o nombre. Este Dios reveló su nombre a Moisés: Yhwh, el que fue, el que es, el que será y que hace el ser, porque él es. Dios es el totalmente otro, distinto de los hombres. No se parece a nada de cuanto existe. Por eso está prohibido hacer imágenes suyas. No es como los ídolos tallados según la idea humana. Su nombre es impronunciable y se confunde con su identidad.
Lo que si aparece con claridad es que Yahvé es el Dios que libera de las desgracias a su pueblo en Egipto. Siempre conduce a los cautivos a la prosperidad como roca firme. Es un Dios de justicia, que ama y hace la justicia y el derecho; el que acoge al hombre justo, el que está comprometido con los pobres y derriba a los malvados. Es el que recompensa a los que le temen y buscan. Por lo tanto, está contra los que obran el mal; castiga la falta de los padres en los hijos y odia a los que obran la iniquidad.

Un Dios cercano que se comunica con el hombre.
En las Sagradas Escrituras aparece cómo Dios habla con sus amigos y se revela progresivamente. Desde Adán hasta Moisés, Isaías y Amós se van descubriendo sus proyectos, la renovación de sus promesas, su ayuda y consuelo en las calamidades. Es un Dios que está en continua comunicación con el hombre como aparece en los Salmos. Si hubiera que destacar otro libro sería el Cantar de los Cantares que describe la imagen del amor entre Yahvé-esposo e Israel-esposa amada, la nación elegida y que se entrega a él.

La unión del hombre con Dios
Para tratar a Dios el judío contaba con una estructura litúrgica o puente comunitario que facilitaba su devoción personal. La profunda religiosidad del pueblo de Israel se expresaba en lugares (templo y sinagoga), ritos (sacrificio y circuncisión), fiestas (el sábado y otras especiales) mediante la intervención de las personas cualificadas (sacerdotes y rabinos). La oración consistía en una recitación de pasajes de la Torá, una adhesión a la ley de Yahvé. Se hacía en plural pues era de la comunidad y presidida por el rabino. ¿Algo más? Sí, el amor profundo, íntimo y confiado entre el fiel y Yahvé, tal como aparece en los salmos.
Los salmos expresan el amor profundo entre el hombre y Dios. La mística del israelita era el núcleo de las respuestas que daba a Dios. Los salmos enumeran las manifestaciones de santidad, justicia, respeto, fidelidad, confianza, amor y amistad. Tema para el próximo artículo.
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