¿Un proyecto personal de vida o los medios espirituales?
Jesús enseñó a los discípulos una serie de consejos, exigencias y medios espirituales para el seguimiento. Como hilo conductor, las exigencias del Reino de Dios y como fundamento, todo el mensaje de la Buena nueva, las diversas escuelas de espiritualidad han estructurado la doctrina del Maestro según el momento histórico, la cultura reinante y el carisma de los fundadores. Por su parte, tanto las instituciones religiosas como los movimientos de laicos, presentan a sus miembros un ideario y una normativa que intenta actualizar la espiritualidad cristiana. Desde la creatividad personal, directa o indirectamente, los autores espirituales presentan al ser y al vivir del cristiano con unos valores, exigencias y medios espirituales. Es lo que resume este artículo. Y aunque el tema de los medios esté cuestionado, presentaremos, en el contexto de un proyecto de vida, dos medios espirituales muy significativos como son la presencia de Dios en el mundo secularizado y la aceptación de la cruz como solidaridad con los que sufren.
Los medios espirituales, cuestionados hoy día Muchos critican el tema de los medios de santificación porque, dicen, no favorecen la gratuidad de la experiencia religiosa; manipulan a la persona en nombre de un pasado; amenazan la libertad con valores que hoy despiertan desconfianza; les falta sintonía con la cultura actual; facilitan la creencia de que la santidad depende de la fidelidad a tales medios que, en ocasiones, son muy rígidos, individualistas y poco comunitarios.
Sin embargo, tales medios, bien entendidos, (como expone Gamarra en su Teología espiritual), son formas de expresión de la vivencia interior y manifiestan los valores profundos que implican totalmente a la persona. Por lo tanto, son necesarios como manifestaciones y caminos para vivir la vocación cristiana. Es muy difícil que una persona no se rija por algunos criterios prácticos que expresen su mentalidad. “Quien reacciona contra unos medios espirituales lo hace en nombre de otros que él vive”.
Claro está, que hoy día son más aceptables los medios (mediaciones, recursos, apoyos, ayudas...) que sintonizan con el contexto socio-cultural, con la psicología de la persona, cuando enfatizan la proyección comunitaria y están integrados en el proyecto personal de vida.
El plan o proyecto de vida.
La oración, los medios ascéticos, las devociones, los compromisos y las prácticas piadosas integran el plan o proyecto de vida, unidos a otros criterios sobre la identidad, metas, caminos, obstáculos y motivaciones. Tener un plan y revisarlo con frecuencia, es otro de los medios que ayudan para la coherencia. He aquí un esquema de proyecto de vida.
1º ¿Quién soy yo? La aceptación es el punto de partida y pide conocer y aceptar lo que soy: mi persona, historia, relaciones, carencias, pecados, virtudes, éxitos y fracasos. También, concretar los valores y convicciones que dan sentido a mi vida como persona, cristiano y católico con los compromisos asumidos.
2º ¿Hacia dónde camino? Se impone concretar la ilusión por los objetivos, metas y esperanzas que dan sentido al vivir individual, comunitario, de creyente y católico con las relaciones correspondientes. Esta definición existencial tendrá más eficacia si evitamos vaguedades y la multiplicidad de objetivos. Por ello, es mejor concretar un par de objetivos generales y otros tantos personales.
3º ¿Son actuales e interiorizadas mis motivaciones? La respuesta positiva enriquece la capacidad de amar; potencia la fuerza del motor a la hora de superar dificultades, de relacionarse y de cumplir tareas y compromisos. Pero es preciso evitar sentimentalismos, motivos ocasionales, poco fundamentados o no actualizados.
4º ¿Polarizo mi espiritualidad en la amistad con Dios como opción fundamental? Estamos en el centro de la “mística”, de la vida, de lo que hago y debo realizar con responsabilidad. Todo lo contrario a la rutina, mediocridad, superficialidad, respuestas de “chapuzas”, propias del personaje o funcionario que no siente lo que hace. Por lo tanto, es muy conveniente comprobar la intensidad del amar con todo el corazón y con todas las fuerzas a Dios y al prójimo.
5º ¿Qué puedo-debo hacer por el prójimo? Como persona, y mucho más desde la fe, intensificaré el servicio con un trato pacífico y cordial. En un mundo agresivo y egoísta, urge cultivar los buenos modales con generosidad. Es coherente el seguidor de Cristo que se esfuerza por testimoniar el amor con radicalidad.
6º ¿Afronto con decisión los obstáculos de la coherencia cristiana? Habrá que responder con fortaleza en las tentaciones, adversidades, fracasos, carencias, enemigos, soledad, pecados capitales y otros ídolos. Que la decisión o fortaleza sea máxima, aceptable. Y que no falte como motivación el compartir la cruz más pesada que soporta el prójimo.
7º ¿Soy fiel a mi compromiso cristiano con los medios proporcionados? Este interrogante se complementa con otros afines: ¿soy fiel al Espíritu y a los apoyos que me ofrece la espiritualidad? ¿Progreso en la comunicación continua con Dios? ¿Es mi espiritualidad litúrgica, bíblica, eclesial, mariana y misionera? Las preguntas esperan una respuesta que sea expresión de los valores aceptados. Es lo que sucede con la oración, el Oficio divino, la lectura bíblica, el sacrificio, lecturas que motiven, vivencia digna de la penitencia y de la eucaristía, examen frecuente, devoción a Jesús y María, aceptación de la cruz... Conviene insistir en la coherencia y en la generosidad y no conformarme con lo mínimo.
8º ¿Soy capaz de superarme? Es decir, de no vivir de manera rutinaria. Al contrario: siempre con deseo de progresar hasta que exista armonía entre la praxis y la mística, entre la realidad y el ideal, entre el ser y el vivir. Para ello, habrá que emplear las respuestas de los criterios anteriores. Y de manera especial, urge la actuación de las motivaciones.
La presencia de Dios en el mundo posmoderno
Entre los medios espirituales, el de la presencia de Dios siempre gozó de prioridad para la santificación. Hoy día, ante la muerte, ausencia o manipulación de Dios, cuando se dice que el cristiano o es místico o no será nada; hoy día es imprescindible la experiencia del Dios presente y ausente en nuestro mundo posmoderno.
Este medio espiritual consiste en considerar con frecuencia que Dios está presente, (no distante o ausente), en todas partes y muy particularmente en el fondo de nuestro corazón. El creyente experimenta la mirada del Tú divino a quien adora y por quien actúa en todas sus tareas. Quien vive bajo la mirada de Dios cultiva la oración-comunicación con Dios que puede ser permanente, evita cualquier pecado o falta deliberada; hace las cosas con la máxima perfección para agradarle; aumenta la fortaleza en el combate cristiano; da seguridad en los peligros sabiendo que cuenta con su gracia y obtiene el consuelo en la soledad porque sabe que Él siempre le acompaña.
La aceptación de la cruz como solidaridad con los que sufren
Vivir unido a la cruz de Cristo es una manifestación fundamental del seguidor de Jesús. Como el evitar sufrimientos al prójimo. Quien desea testimoniar el misterio de la fe, ser fiel a la oración y practicar la caridad fraterna, tendrá que ser coherente para compartir la cruz ajena, consolar a los que sufren, evitar cruces al prójimo y aceptar la cruz personal del abandono, la enfermedad, pobreza, soledad, humillación, el dolor de sentirse inútil, criticado, fracasado en planes y aspiraciones.
¿Qué motivará la aceptación de la cruz? Cristo, abrazado a la cruz, en toda su vida y especialmente durante su pasión y muerte hasta llegar al “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34; Mt 27,46); “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23,46). Es el misterio de la cruz que Jesús predicó: “en verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto (Jn 12, 24). Y junto a Cristo, siempre motiva tener presente el dolor de cuantos sufren humillación, hambre, pobreza, ignorancia, violencia...
¿Cómo responder a la cruz ordinaria o extraordinaria? Diferentes son las respuestas. Se pudede repetir con San Pablo: “completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24; 2Cor 1,5); abrazar la cruz como Cristo, buen pastor, víctima que padece (Flp 2, 5-7); motivarse con la esperanza presente en las Bienaventuranzas (Mt 5, 3s), y con el Misterio Pascual llegar hasta la gratitud por la cruz de la vida.
Los medios espirituales, cuestionados hoy día Muchos critican el tema de los medios de santificación porque, dicen, no favorecen la gratuidad de la experiencia religiosa; manipulan a la persona en nombre de un pasado; amenazan la libertad con valores que hoy despiertan desconfianza; les falta sintonía con la cultura actual; facilitan la creencia de que la santidad depende de la fidelidad a tales medios que, en ocasiones, son muy rígidos, individualistas y poco comunitarios.
Sin embargo, tales medios, bien entendidos, (como expone Gamarra en su Teología espiritual), son formas de expresión de la vivencia interior y manifiestan los valores profundos que implican totalmente a la persona. Por lo tanto, son necesarios como manifestaciones y caminos para vivir la vocación cristiana. Es muy difícil que una persona no se rija por algunos criterios prácticos que expresen su mentalidad. “Quien reacciona contra unos medios espirituales lo hace en nombre de otros que él vive”.
Claro está, que hoy día son más aceptables los medios (mediaciones, recursos, apoyos, ayudas...) que sintonizan con el contexto socio-cultural, con la psicología de la persona, cuando enfatizan la proyección comunitaria y están integrados en el proyecto personal de vida.
El plan o proyecto de vida.
La oración, los medios ascéticos, las devociones, los compromisos y las prácticas piadosas integran el plan o proyecto de vida, unidos a otros criterios sobre la identidad, metas, caminos, obstáculos y motivaciones. Tener un plan y revisarlo con frecuencia, es otro de los medios que ayudan para la coherencia. He aquí un esquema de proyecto de vida.
1º ¿Quién soy yo? La aceptación es el punto de partida y pide conocer y aceptar lo que soy: mi persona, historia, relaciones, carencias, pecados, virtudes, éxitos y fracasos. También, concretar los valores y convicciones que dan sentido a mi vida como persona, cristiano y católico con los compromisos asumidos.
2º ¿Hacia dónde camino? Se impone concretar la ilusión por los objetivos, metas y esperanzas que dan sentido al vivir individual, comunitario, de creyente y católico con las relaciones correspondientes. Esta definición existencial tendrá más eficacia si evitamos vaguedades y la multiplicidad de objetivos. Por ello, es mejor concretar un par de objetivos generales y otros tantos personales.
3º ¿Son actuales e interiorizadas mis motivaciones? La respuesta positiva enriquece la capacidad de amar; potencia la fuerza del motor a la hora de superar dificultades, de relacionarse y de cumplir tareas y compromisos. Pero es preciso evitar sentimentalismos, motivos ocasionales, poco fundamentados o no actualizados.
4º ¿Polarizo mi espiritualidad en la amistad con Dios como opción fundamental? Estamos en el centro de la “mística”, de la vida, de lo que hago y debo realizar con responsabilidad. Todo lo contrario a la rutina, mediocridad, superficialidad, respuestas de “chapuzas”, propias del personaje o funcionario que no siente lo que hace. Por lo tanto, es muy conveniente comprobar la intensidad del amar con todo el corazón y con todas las fuerzas a Dios y al prójimo.
5º ¿Qué puedo-debo hacer por el prójimo? Como persona, y mucho más desde la fe, intensificaré el servicio con un trato pacífico y cordial. En un mundo agresivo y egoísta, urge cultivar los buenos modales con generosidad. Es coherente el seguidor de Cristo que se esfuerza por testimoniar el amor con radicalidad.
6º ¿Afronto con decisión los obstáculos de la coherencia cristiana? Habrá que responder con fortaleza en las tentaciones, adversidades, fracasos, carencias, enemigos, soledad, pecados capitales y otros ídolos. Que la decisión o fortaleza sea máxima, aceptable. Y que no falte como motivación el compartir la cruz más pesada que soporta el prójimo.
7º ¿Soy fiel a mi compromiso cristiano con los medios proporcionados? Este interrogante se complementa con otros afines: ¿soy fiel al Espíritu y a los apoyos que me ofrece la espiritualidad? ¿Progreso en la comunicación continua con Dios? ¿Es mi espiritualidad litúrgica, bíblica, eclesial, mariana y misionera? Las preguntas esperan una respuesta que sea expresión de los valores aceptados. Es lo que sucede con la oración, el Oficio divino, la lectura bíblica, el sacrificio, lecturas que motiven, vivencia digna de la penitencia y de la eucaristía, examen frecuente, devoción a Jesús y María, aceptación de la cruz... Conviene insistir en la coherencia y en la generosidad y no conformarme con lo mínimo.
8º ¿Soy capaz de superarme? Es decir, de no vivir de manera rutinaria. Al contrario: siempre con deseo de progresar hasta que exista armonía entre la praxis y la mística, entre la realidad y el ideal, entre el ser y el vivir. Para ello, habrá que emplear las respuestas de los criterios anteriores. Y de manera especial, urge la actuación de las motivaciones.
La presencia de Dios en el mundo posmoderno
Entre los medios espirituales, el de la presencia de Dios siempre gozó de prioridad para la santificación. Hoy día, ante la muerte, ausencia o manipulación de Dios, cuando se dice que el cristiano o es místico o no será nada; hoy día es imprescindible la experiencia del Dios presente y ausente en nuestro mundo posmoderno.
Este medio espiritual consiste en considerar con frecuencia que Dios está presente, (no distante o ausente), en todas partes y muy particularmente en el fondo de nuestro corazón. El creyente experimenta la mirada del Tú divino a quien adora y por quien actúa en todas sus tareas. Quien vive bajo la mirada de Dios cultiva la oración-comunicación con Dios que puede ser permanente, evita cualquier pecado o falta deliberada; hace las cosas con la máxima perfección para agradarle; aumenta la fortaleza en el combate cristiano; da seguridad en los peligros sabiendo que cuenta con su gracia y obtiene el consuelo en la soledad porque sabe que Él siempre le acompaña.
La aceptación de la cruz como solidaridad con los que sufren
Vivir unido a la cruz de Cristo es una manifestación fundamental del seguidor de Jesús. Como el evitar sufrimientos al prójimo. Quien desea testimoniar el misterio de la fe, ser fiel a la oración y practicar la caridad fraterna, tendrá que ser coherente para compartir la cruz ajena, consolar a los que sufren, evitar cruces al prójimo y aceptar la cruz personal del abandono, la enfermedad, pobreza, soledad, humillación, el dolor de sentirse inútil, criticado, fracasado en planes y aspiraciones.
¿Qué motivará la aceptación de la cruz? Cristo, abrazado a la cruz, en toda su vida y especialmente durante su pasión y muerte hasta llegar al “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34; Mt 27,46); “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23,46). Es el misterio de la cruz que Jesús predicó: “en verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto (Jn 12, 24). Y junto a Cristo, siempre motiva tener presente el dolor de cuantos sufren humillación, hambre, pobreza, ignorancia, violencia...
¿Cómo responder a la cruz ordinaria o extraordinaria? Diferentes son las respuestas. Se pudede repetir con San Pablo: “completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24; 2Cor 1,5); abrazar la cruz como Cristo, buen pastor, víctima que padece (Flp 2, 5-7); motivarse con la esperanza presente en las Bienaventuranzas (Mt 5, 3s), y con el Misterio Pascual llegar hasta la gratitud por la cruz de la vida.