¿Cuál es el trato más falso e incoherente dado a Dios?
En las relaciones interpersonales es el trato más falso corresponde a quien alaba en la cara pero critica a las espaldas: incienso y cuchillo. También son falsas las actitudes de quien reconoce favores recibidos pero no corresponde o quien se pone a la disposición pero niega el servicio pedido.
El trato debido a Dios, con mayor o menor coherencia, siempre debe ser auténtico, según verdad y con amor. Pero en la antítesis, está el trato falso de quienes se profesan creyentes de palabra pero no con hechos. La falsedad radica en sus criterios deformados o erróneos, en su conducta incoherente como los que se confiesan creyentes pero no practicantes o los que mantienen una conducta inmoral y permanente. La falsedad proviene de la imagen subjetiva o manipulada de Dios. O de las motivaciones de quien se acerca a Dios exclusivamente por interés personal. Por supuesto que falso es el trato del creyente con una conducta opuesta a lo que profesa en la Iglesia.
Destacamos dos tipos de creyentes que merecen el calificativo de trato más falso: 1º el hipócrita que participa en actos de culto por puro compromiso social pero sin ninguna sintonía de fe con lo que reza o recibe; 2º el nuevo fariseo o beato que es practicante pero permanece en situación grave de injusticia.
Falsos criterios: Dios, deformado, manipulado y criticado Sin llegar al rechazo, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. Es nulo su trato con Dios. Es lo que sucede con los Nuevos movimientos religiosos que anulan al Dios personal y liberador. Deficiente más que falsa es la relación de creyentes que contemplan al Dios verdadero como el ser supremo egoísta; un tapagujeros, el abuelo bonachón, un juez malhumorado; el comerciante que admite tratos éticos, un objeto domesticado por la varita del rito religioso, un bombero ocasional, la excusa para justificar en su nombre la violencia y la muerte de inocentes, etc.
Y junto a las deformaciones, surgen las críticas contra Dios, omnipotente, padre providente que permite el mal, que sufran y mueran tantos inocentes, que no impida tantos males, permanezca en silencio en las necesidades
Falsedad en las motivaciones Dios y la religión son las motivaciones más significativas para los creyentes pero no siempre son auténticas. El miedo, el interés y la manipulación corrompen las relaciones con Dios. Por eso, es el amor a Dios la fuente que garantiza la autenticidad del impulso religioso. Y es Cristo quien testimonia con su doctrina y su vida las dimensiones de la motivación religiosa auténtica. Enumeramos como falsas motivaciones la manipulación de Dios considerado como un seguro de vida, la superstición, el espiritismo, el sincretismo, el miedo obsesivo al infierno o al castigo divino, el terrorismo con fundamentación religiosa, el pelagianismo…
Por el contrario, la motivación auténtica la encontramos en el amor y en la donación desinteresada según el «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma”…
Respuestas incoherentes del creyente pero no practicante
El trato ocasional que da a Dios el creyente-no practicante es falso porque no basta con la fe y algún que otro acto ocasional de culto. El llevarse a bien con el prójimo pide poner en práctica lo mínimo de las relaciones interpersonales. Con más razón, quien se contenta con la fe sin obras, su trato merece el calificativo de falso. Y en ocasiones, solamente existe una relación oportunista e interesada.
El cristiano no-practicante dista mucho del secularista porque acepta a Dios y a su poder soberano. También se distancia del indiferente porque Dios y las relaciones con El son importantes en su vida. ¿Dónde está su ruptura e indiferencia? Con la Iglesia y la práctica religiosa institucional.
Al creyente que no practica se le puede definir como la persona que tiene fe y se comunica individualmente con Dios pero sin prácticas religiosas institucionales. Más en concreto, esta persona creyente se tiene por católica, asiste alguna que otra vez a los actos religiosos, pero queda definida como los que "no van a Misa ni se confiesan". Y cuando lo hace, normalmente, es para aprovecharse de los beneficios de la religión o de lo que Dios pueda otorgarle. Como católico mantiene la fe recibida pero vive apartado de la Iglesia y de su culto. En ocasiones, selecciona determinados actos religiosos de índole social-cultural que le convienen, y cultiva lo que podríamos denominar una religión natural un tanto devaluada. Es el creyente de la religión "light" que reduce la fe, la moral y el culto con criterio personalista.
La identidad.
Concretamos la identidad del creyente no-practicante con estos rasgos: mentalidad subjetivista o de relativismo en la conciencia y en la libertad, escasa formación religiosa o pérdida de la que recibió, situación conflictiva con la Iglesia institución o con la doctrina cristiana; carencia de comunión eclesial por la mentalidad o por cambio de vida; y alejamiento del culto que puede ser ocasional, parcial o total
Factores y causas externas.
Además de los rasgos y de la mentalidad descrita encontramos otros factores que explican el paso de la práctica religiosa a la situación de creyente pero no practicante. Enumeramos como principales:
-el respaldo de algunas mentalidades. Por una parte el subjetivismo de la ética de situación con los criterios relativistas y la plena autonomía para la conciencia y la libertad;
-las fuertes presiones contra la moral cristiana que continuamente vienen del ambiente, las lecturas, los medios de comunicación social, los centros universitarios, amistades.... Todo confluye en una cultura permisiva sobre lo religioso: “como todo el mundo no va a misa,” “ como la doctrina de la Iglesia está atrasada”,”como no se lleva lo de ser católico....”;
-la sociedad del bienestar que propicia una mentalidad materialista y una conducta cómoda. Hoy día, con tantas preocupaciones familiares y económicas, se quiere una vida sin complicaciones. Pero las exigencias de la moral cristiana y de los mandamientos de la Iglesia “complican todavía más la vida”;
-también porque “no hay tiempo” por las muchas tareas y preocupaciones.
Factores personales que configuran al creyente ocasional:
-la conciencia, juez supremo que decide sobre lo que está bien o mal y que no necesita intermediarios ni oposición como sería el magisterio de la Iglesia;
-una libertad sin límites y sin obligaciones religiosas, una fe débil y poco profunda en las convicciones religiosas. Es como una casa construida sobre arena o como el traje que se quita y se pone. Faltan raíces sólidas y fuertes motivaciones en las creencias cristianas; el pragmatismo. La persona pragmática o utilitarista admite a Dios y a la religión en tanto en cuanto le ayudan a resolver sus problemas humanos. Para muchos, lo que cuenta a la hora de relacionarse con la Iglesia es la experiencia agradable o desagradable;
-la conducta ética. Muchos se apartan de la práctica religiosa por una vida contraria a la moral cristiana en materia de matrimonio, sexualidad, procreación, vida (aborto y eutanasia), odio, injusticia, robo, corrupción, droga, alcohol, juego ...etc. Así sucede con el que se casó solamente por lo civil, el de la unión homosexual, el divorciado vuelto a casar que se siente excomulgado por la Iglesia”. En todas estas situaciones permaneció la fe en Dios pero no en la Iglesia que “no me permite comulgar”.
El trato más falso: la hipocresía e inmoralidad de quien permanece en situación grave de injusticia
El trato falso dado a Dios está unido en muchas ocasiones al creyente que merece, como en la condena de Jesús, el calificativo de hipócrita fariseo. Así sucede con la persona que “va a misa” y reza mucho pero su conducta es inmoral, mantiene una doble vida como aparente “buen católico” pero tal persona es injusta y egoísta en sus relaciones familiares y sociales. Es el “beato” en sentido peyorativo, el que desprestigia la fe porque se comporta como persona piadosa en la Iglesia pero sin amor fraterno fuera del templo.
Trato falso y reino de Dios. Quien no puede permanecer como miembro del reino de Dios no puede otorgarle un trato digno. Escribe San Pablo “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1Cor 6,9). . Y Jesús, que predicó la verdad y la justicia del reino de Dios, denunció pecados contra el Reino de Dios como la hipocresía, la conciencia deformada y toda injusticia; la hipocresía como máscara religiosa; la injusticia de los que acusaban a la adúltera. También rechaza el libertinaje de quien niega a Dios. Intolerancia y hedonismo; el materialismo hedonista del rico satisfecho: “diré a mi alma: alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea."Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?". Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios» (Lc 12,19-21).
El trato debido a Dios, con mayor o menor coherencia, siempre debe ser auténtico, según verdad y con amor. Pero en la antítesis, está el trato falso de quienes se profesan creyentes de palabra pero no con hechos. La falsedad radica en sus criterios deformados o erróneos, en su conducta incoherente como los que se confiesan creyentes pero no practicantes o los que mantienen una conducta inmoral y permanente. La falsedad proviene de la imagen subjetiva o manipulada de Dios. O de las motivaciones de quien se acerca a Dios exclusivamente por interés personal. Por supuesto que falso es el trato del creyente con una conducta opuesta a lo que profesa en la Iglesia.
Destacamos dos tipos de creyentes que merecen el calificativo de trato más falso: 1º el hipócrita que participa en actos de culto por puro compromiso social pero sin ninguna sintonía de fe con lo que reza o recibe; 2º el nuevo fariseo o beato que es practicante pero permanece en situación grave de injusticia.
Falsos criterios: Dios, deformado, manipulado y criticado Sin llegar al rechazo, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. Es nulo su trato con Dios. Es lo que sucede con los Nuevos movimientos religiosos que anulan al Dios personal y liberador. Deficiente más que falsa es la relación de creyentes que contemplan al Dios verdadero como el ser supremo egoísta; un tapagujeros, el abuelo bonachón, un juez malhumorado; el comerciante que admite tratos éticos, un objeto domesticado por la varita del rito religioso, un bombero ocasional, la excusa para justificar en su nombre la violencia y la muerte de inocentes, etc.
Y junto a las deformaciones, surgen las críticas contra Dios, omnipotente, padre providente que permite el mal, que sufran y mueran tantos inocentes, que no impida tantos males, permanezca en silencio en las necesidades
Falsedad en las motivaciones Dios y la religión son las motivaciones más significativas para los creyentes pero no siempre son auténticas. El miedo, el interés y la manipulación corrompen las relaciones con Dios. Por eso, es el amor a Dios la fuente que garantiza la autenticidad del impulso religioso. Y es Cristo quien testimonia con su doctrina y su vida las dimensiones de la motivación religiosa auténtica. Enumeramos como falsas motivaciones la manipulación de Dios considerado como un seguro de vida, la superstición, el espiritismo, el sincretismo, el miedo obsesivo al infierno o al castigo divino, el terrorismo con fundamentación religiosa, el pelagianismo…
Por el contrario, la motivación auténtica la encontramos en el amor y en la donación desinteresada según el «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma”…
Respuestas incoherentes del creyente pero no practicante
El trato ocasional que da a Dios el creyente-no practicante es falso porque no basta con la fe y algún que otro acto ocasional de culto. El llevarse a bien con el prójimo pide poner en práctica lo mínimo de las relaciones interpersonales. Con más razón, quien se contenta con la fe sin obras, su trato merece el calificativo de falso. Y en ocasiones, solamente existe una relación oportunista e interesada.
El cristiano no-practicante dista mucho del secularista porque acepta a Dios y a su poder soberano. También se distancia del indiferente porque Dios y las relaciones con El son importantes en su vida. ¿Dónde está su ruptura e indiferencia? Con la Iglesia y la práctica religiosa institucional.
Al creyente que no practica se le puede definir como la persona que tiene fe y se comunica individualmente con Dios pero sin prácticas religiosas institucionales. Más en concreto, esta persona creyente se tiene por católica, asiste alguna que otra vez a los actos religiosos, pero queda definida como los que "no van a Misa ni se confiesan". Y cuando lo hace, normalmente, es para aprovecharse de los beneficios de la religión o de lo que Dios pueda otorgarle. Como católico mantiene la fe recibida pero vive apartado de la Iglesia y de su culto. En ocasiones, selecciona determinados actos religiosos de índole social-cultural que le convienen, y cultiva lo que podríamos denominar una religión natural un tanto devaluada. Es el creyente de la religión "light" que reduce la fe, la moral y el culto con criterio personalista.
La identidad.
Concretamos la identidad del creyente no-practicante con estos rasgos: mentalidad subjetivista o de relativismo en la conciencia y en la libertad, escasa formación religiosa o pérdida de la que recibió, situación conflictiva con la Iglesia institución o con la doctrina cristiana; carencia de comunión eclesial por la mentalidad o por cambio de vida; y alejamiento del culto que puede ser ocasional, parcial o total
Factores y causas externas.
Además de los rasgos y de la mentalidad descrita encontramos otros factores que explican el paso de la práctica religiosa a la situación de creyente pero no practicante. Enumeramos como principales:
-el respaldo de algunas mentalidades. Por una parte el subjetivismo de la ética de situación con los criterios relativistas y la plena autonomía para la conciencia y la libertad;
-las fuertes presiones contra la moral cristiana que continuamente vienen del ambiente, las lecturas, los medios de comunicación social, los centros universitarios, amistades.... Todo confluye en una cultura permisiva sobre lo religioso: “como todo el mundo no va a misa,” “ como la doctrina de la Iglesia está atrasada”,”como no se lleva lo de ser católico....”;
-la sociedad del bienestar que propicia una mentalidad materialista y una conducta cómoda. Hoy día, con tantas preocupaciones familiares y económicas, se quiere una vida sin complicaciones. Pero las exigencias de la moral cristiana y de los mandamientos de la Iglesia “complican todavía más la vida”;
-también porque “no hay tiempo” por las muchas tareas y preocupaciones.
Factores personales que configuran al creyente ocasional:
-la conciencia, juez supremo que decide sobre lo que está bien o mal y que no necesita intermediarios ni oposición como sería el magisterio de la Iglesia;
-una libertad sin límites y sin obligaciones religiosas, una fe débil y poco profunda en las convicciones religiosas. Es como una casa construida sobre arena o como el traje que se quita y se pone. Faltan raíces sólidas y fuertes motivaciones en las creencias cristianas; el pragmatismo. La persona pragmática o utilitarista admite a Dios y a la religión en tanto en cuanto le ayudan a resolver sus problemas humanos. Para muchos, lo que cuenta a la hora de relacionarse con la Iglesia es la experiencia agradable o desagradable;
-la conducta ética. Muchos se apartan de la práctica religiosa por una vida contraria a la moral cristiana en materia de matrimonio, sexualidad, procreación, vida (aborto y eutanasia), odio, injusticia, robo, corrupción, droga, alcohol, juego ...etc. Así sucede con el que se casó solamente por lo civil, el de la unión homosexual, el divorciado vuelto a casar que se siente excomulgado por la Iglesia”. En todas estas situaciones permaneció la fe en Dios pero no en la Iglesia que “no me permite comulgar”.
El trato más falso: la hipocresía e inmoralidad de quien permanece en situación grave de injusticia
El trato falso dado a Dios está unido en muchas ocasiones al creyente que merece, como en la condena de Jesús, el calificativo de hipócrita fariseo. Así sucede con la persona que “va a misa” y reza mucho pero su conducta es inmoral, mantiene una doble vida como aparente “buen católico” pero tal persona es injusta y egoísta en sus relaciones familiares y sociales. Es el “beato” en sentido peyorativo, el que desprestigia la fe porque se comporta como persona piadosa en la Iglesia pero sin amor fraterno fuera del templo.
Trato falso y reino de Dios. Quien no puede permanecer como miembro del reino de Dios no puede otorgarle un trato digno. Escribe San Pablo “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1Cor 6,9). . Y Jesús, que predicó la verdad y la justicia del reino de Dios, denunció pecados contra el Reino de Dios como la hipocresía, la conciencia deformada y toda injusticia; la hipocresía como máscara religiosa; la injusticia de los que acusaban a la adúltera. También rechaza el libertinaje de quien niega a Dios. Intolerancia y hedonismo; el materialismo hedonista del rico satisfecho: “diré a mi alma: alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea."Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?". Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios» (Lc 12,19-21).