"¡Feliz Semana Santa y feliz Pascua!" "El resucitado, antes es crucificado… Pero la cruz no es el final"

"Así lo hemos expresado en la carta pastoral de Cuaresma y Pascua 'El contraste paciente', que hemos escrito los obispos de Vitoria, Bilbao, San Sebastián, Pamplona y Tudela"
"Sin crucifixión no hay resurrección, pero la cruz no es el final, sino el camino hacia la resurrección, camino hacia la Pascua"
El Papa Francisco destaca que la cruz no es un símbolo de derrota, sino de victoria sobre el pecado y la muerte. Y yo lo he visto"
"Que descubramos nuestras propias cruces, aunque a veces pesadas, vienen cargadas de esperanza, vienen con rostro de resurrección"
El Papa Francisco destaca que la cruz no es un símbolo de derrota, sino de victoria sobre el pecado y la muerte. Y yo lo he visto"
"Que descubramos nuestras propias cruces, aunque a veces pesadas, vienen cargadas de esperanza, vienen con rostro de resurrección"
Florencio Roselló, arzobispo de Pamplona
Así lo hemos expresado en la carta pastoral de Cuaresma y Pascua “El contraste paciente”, que hemos escrito los obispos de Vitoria, Bilbao, San Sebastián, Pamplona y Tudela. Sin crucifixión no hay resurrección, pero la cruz no es el final, sino el camino hacia la resurrección, camino hacia la Pascua.
El paso por la cruz es necesario para vivir la resurrección. Esta reflexión cobra especial importancia en este año del Jubileo de la Esperanza. El Papa Francisco destaca que la cruz no es un símbolo de derrota, sino de victoria sobre el pecado y la muerte. La cruz, para el Papa, es el lugar donde la esperanza se hace tangible y donde los cristianos encuentran el camino hacia la resurrección.
No es un contrasentido, y eso que muchos no creyentes relacionan la cruz con fracaso, con final, con derrota. Nada más lejos de la realidad. La cruz siempre ha sido signo de victoria para los cristianos. La cruz ha sido un signo de vida, de esperanza, ¿por qué? Porque a través de la cruz han encontrado la resurrección, han tenido experiencia de nueva vida. Pero para eso antes han pasado por la cruz.

En el dolor de la cárcel he visto cómo un preso al recibir una cruz, pequeñita, de madera, la apretaba con su mano, la besaba, se la acercaba al pecho, en ese momento se sentía libre"
En el dolor de la cárcel he visto cómo un preso al recibir una cruz, pequeñita, de madera, el día de Viernes Santo, la apretaba con su mano, la besaba, se la acercaba al pecho y miraba al cielo, contenía las lágrimas, y en ese momento el preso resucitaba, se sentía libre. Esa cruz le traía fuerzas, la regalaba una esperanza perdida, y un nuevo horizonte se abría en su vida. En la cárcel, esa cruz, es “la esperanza que no defrauda” (Rm. 5, 5) y que resucita. La cruz en la cárcel, rehabilita, resucita y muestra el camino de la libertad.
En el dolor de una cama de hospital he sido testigo de entregar una cruz, pequeña también, a un enfermo, cuyo pronóstico de futuro se presentaba incierto. La cogió con una mano, la besó y la apretó contra la otra mano, con deseos de abrazar, de exprimir el amor que una cruz puede transmitir en el lecho de dolor. Me miró, sonrío y me dijo “muchas gracias padre”. Ese enfermo en ese momento resucitó, pasó de la cruz de la enfermedad a la resurrección de la esperanza. En ese momento ese enfermo renacía a una nueva vida.
En el rostro de una mujer, víctima de trata, había desconfianza, hasta distancia física. Era en una casa de acogida para mujeres víctimas de trata en un país de Latinoamérica y que tuve el privilegio de bendecir. Era una mujer engañada, maltratada, vejada y humillada. No se fiaba de nadie, y menos de los hombres. Le entregué una cruz sencilla, que traía de España, alargó la mano, la cogió, la miró, la apretó contra su pecho y luego se la dio a besar a su hijo, tan asustado como la madre. Después del beso de su hijo esa mujer me miró y me sonrío, me presentó a su hijo y su actitud cambió. Esa mujer había resucitado al recibir la cruz.

Había regresado de un viaje de Roma, e iba a visitar a mi madre, mayor y convaleciente. Le traje un rosario bendecido por el Papa, ¡la de rosarios que rezó mi madre en vida!, lo tomó, lo miró, buscó la cruz que cuelga del rosario y la besó. No dijo nada, me miró y sonrío, al final de su vida sonreía más que hablaba, no tenía muchas fuerzas. Recuerdo la sonrisa después de besar la cruz del rosario, era de resurrección, a pesar de la edad, era una sonrisa de nueva vida, y sí, al poco tiempo falleció. Sus hijos, somos tres hermanos, nos quedamos tranquilos porque nuestra madre había resucitado a una nueva vida. La cruz del rosario, le llevó a la resurrección.
"La cruz transforma, la cruz cambia, la cruz resucita"
Decimos los obispos en la carta que he aludido al principio de esta reflexión “La cruz no es un mero símbolo abstracto, sino una fuerza transformadora que modela virtudes específicas en la comunidad cristiana” (nº 94). La cruz transforma, la cruz cambia, la cruz resucita. Estamos a las puertas de la Semana Santa, os invito a descubrir el poder transformador de la cruz, pero como camino hacia la resurrección. Que descubramos nuestras propias cruces, aunque a veces pesadas, vienen cargadas de esperanza, vienen con rostro de resurrección.
¡Feliz Semana Santa! ¡Feliz Pascua!

Etiquetas