Entrevista a la nueva presidenta de Manos Unidas, la ONGD de la Iglesia española Cecilia Pilar Gracia: "Acabar con la desigualdad es acabar con el hambre"
"Estamos en 51 países, y hemos puesto en marcha casi 500 proyectos, aparte de los que ya están circulando. Debemos tener alrededor de 800 en marcha, en 3 continentes. Es que somos una familia muy grande. Esta ONG tiene, en cifras, unos datos estupendos. Tenemos 72 delegaciones en España, y 500 comarcales. Eso quiere decir que estamos en todas partes. 76.000 socios y donantes que son generosos, generosos; lo han demostrado durante todos estos años de pandemia aumentando sus cuotas"
"La guerra de Ucrania nos sobrecoge porque son europeos. Están más cerca. Y es una guerra que está repercutiendo en los países. Pero hay muchas guerras olvidadas en África, en el cuerno, en Oriente Medio, en otros países… y no podemos olvidar esas personas"
"Si con la pandemia el hambre había subido las cifras a 811 millones de personas, las cifras que se manejan ahora de gente que está al borde de la inanición son de 280 millones de personas. Es un horror: los precios subiendo, la crisis energética que los sigue disparando, los graneros de Europa y de África (porque Ucrania no es solo granero de Europa) bloqueados, con los barcos sin poder salir de los puertos"
"Si con la pandemia el hambre había subido las cifras a 811 millones de personas, las cifras que se manejan ahora de gente que está al borde de la inanición son de 280 millones de personas. Es un horror: los precios subiendo, la crisis energética que los sigue disparando, los graneros de Europa y de África (porque Ucrania no es solo granero de Europa) bloqueados, con los barcos sin poder salir de los puertos"
"Con un hermano que haya que se muera de hambre, ya es una barbaridad, con la cantidad de comida que se desperdicia o que se acapara para venderla más cara. Eso es una vergüenza humana. Si lo piensas en frío, es insoportable". La flamante nueva presidenta de Manos Unidas, Cecilia Pilar Gracia, nos recibe en su despacho en la calle Barquillo. Sonriente, esperanzada, Cecilia nos muestra una realidad, la de la lucha contra el hambre, que hoy es más necesaria que nunca, y que la guerra de Ucrania no ha hecho sino incrementar.
Citando a la primera presidenta de Manos Unidas, María Salas, su sucesora también asume que "El día que los hombres decidan que no haya más hambre sobre la capa de la tierra, no lo habrá. Supone una toma de conciencia semejante a la de la abolición de la esclavitud. Será un mundo nuevo". Cuando leo esto, me emociona porque esto es Manos Unidas. Hablamos con ella.
Hoy nos acompaña Cecilia Pilar Gracia, nueva presidenta de Manos Unidas. ¿Quién es Cecilia Pilar Gracia?
-Soy una madre de familia, y una abuela también, que llegó a Madrid, hace muchos años, a estudiar COU.
-¿De dónde venías?
-De Extremadura, de Badajoz. Vine a estudiar COU, estudié en la Complutense Geografía e Historia, y me quedé trabajando aquí. Me casé, también aquí, con un andaluz y aquí he criado a mis niños. Primero, trabajé como profesora en Enseñanza Media durante bastantes años. Me encantaba y me lo pasé muy bien.
-Ahora, no sé yo si lo pasarías tan bien.
-Ya, en aquel momento, se veía que esto tenía derroteros diferentes. Pero yo tenía mucho cariño a mis alumnos; eran como mis hermanos pequeños y me lo pasaba muy bien con ellos porque también yo era muy joven. Además, creo que ellos también.
En un momento determinado por cuestiones familiares, me tuve que hacer cargo de una agencia de comunicación y relaciones públicas y, bueno, pues me hice cargo. En la vida hay que ser valiente.
-Eres presidenta de Manos Unidas… Cobarde no te veo (ríe)
-Me hice cargo de la agencia y allí estuve como 10 años. Aprendí muchísimo, aunque algo sabía; mi familia se había dedicado a eso y mi también marido, pero, bueno, me enfrenté al asunto y a dirigirla, además. Creo que funcionó durante un tiempo y en un momento, también, determinado, se la dejé de herencia a mi marido, que me dio la suya. Dije, "ahora es mi tiempo de hacer voluntariado", que era lo que yo quería.
Estuve en otras ONGs un tiempo, pero no acabaron de cuajar.
-¿Y cómo entras en contacto con Manos Unidas?
Yo tenía amigas que llevaban tiempo aquí y estaban bastante enganchadas, me decían: "que te vengas". Un día me acerqué a hacer una entrevista al departamento de voluntariado y hasta hoy, que estoy aquí sentada. Como 13 años, o así. Un montón de tiempo.
Y aterricé en América Latina porque me gusta, lo siento muy cercano. Allí estuve trabajando para Paraguay y para Ecuador. Luego, también para Perú y México. Estuve como cuatro años y pico.
-¿Algún lugar en América donde perderse?
-Quizá me perdería en México, por otras circunstancias. Pero Ecuador lo tengo como más cercano. Hice un viaje antes de la pandemia y estuvimos viendo proyectos, algunos complicados. Creo que ahí me perdería y que me podría ir a vivir también.La gente es estupenda, estupenda.
-Y cómo llegas a la presidencia de Manos Unidas? ¿Cómo se hace eso?
- No sé… Todo tiene una preparación. En América me propusieron hecrme cargo de la coordinación de un festival de cine, Clipmetrajes. Yo acepté. Me informé y estuve durante tres ediciones. Es una herramienta muy buena para educar y formar en valores, muy divertida para los colegios porque participan todos.
Ahí estuve tres años. De pronto, eligen presidenta a Clara, me llama y me dice, ¿tú te quieres hacer cargo de la responsabilidad de Comunicación de Presidencia Pública? Y de nuevo dije sí.
Era un reto, porque es un departamento muy estratégico para la parte de organización y para nosotros también. Entonces, aparecí hace cinco años por aquí. Creo que he hecho un buen trabajo, que he organizado. He puesto en marcha un departamento de marketing, que no había. Sí había un pequeño germen, pero se ha hecho un departamento funcionando muy bien. Luego, en la parte de comunicación que ya funcionaba, cambios que ha habido que hacer durante la pandemia, muy grandes, en nuestro modo de funcionar.
-Nos ha pillado a todos, en el aspecto de la complicación. Pero también se han abierto oportunidades.
-Yo ahí veo, más que nada, oportunidades. Por ejemplo, nuestra campaña, que siempre la presentábamos en la Mutua en febrero con mal tiempo, a las siete de la tarde… Ahora lo estamos haciendo en TRECE TV y ojalá lo hubiéramos hecho antes, porque nos ve muchísima más gente, y que además es nuestra gente. O sea, que ha sido una bendición.
Y hace un año, empezaron a decirme "¿por qué no te presentas para presidente?" Porque ya había que hacer el cambio de Clara. Yo quería pensarlo porque es una gran responsabilidad y asusta. Es una casa muy grande y dependen de ti muchísimas personas, no solamente en España, sino fuera de España. Y luego tienes que contar también con la familia. Bueno, mis hijos ya viven fuera, pero mi marido vive conmigo, aunque todavía no está jubilado. Le pregunté y creo que me vio con tantas ganas que dice, "pues si te apetece…"
-«Te voy a ver menos, ahora», pensaría
Cuando me eligieron el día 21, primero, nuestro obispo, don Carlos Escribano, me dio la bendición ante la Asamblea. Pero al día siguiente, él se tenía que ir a Zaragoza. Era domingo, y en la eucaristía, cuando yo juraba el cargo, Óscar, nuestro viceconsiliario, dijo unas palabras y ahí me di cuenta de la responsabilidad tan grande que estaba asumiendo. No era consciente. Tenía un nudo en la garganta, pensaba, «¿seré capaz?».
Veía a todas las delegadas ahí, lloraban conmigo y vinieron a abrazarme. Estaban mi hija y mi marido… Fue entonces cuando el sacerdote le dijo a mi marido: "la vas a ver menos".
-Qué es Manos Unidas para ti?
-Es mi otra familia. Es mi casa, también. Y las personas que están son mis amigos y convivimos como amigos, aunque somos seres humanos y tenemos nuestros roces y nuestras diferencias de opiniones.
Yo vengo aquí cada mañana para trabajar en lo que haga falta. Es como la mitad de mi vida, ahora.
-¿Y qué crees que supone para una iglesia como la de hoy y para un mundo como el de hoy, con tantas dificultades y con tanto sufrimientos? Hablamos solo de la lucha contra el hambre, pero además, de intentar acabar con el hambre en el mundo, con la desigualdad. De promover el desarrollo, redes de diálogo y de unión… Sois una institución global en un mundo global. Estáis en muchos países.
-En 51 países, y hemos puesto en marcha casi 500 proyectos, aparte de los que ya están circulando. Debemos tener alrededor de 800 en marcha, en 3 continentes. Es que somos una familia muy grande. Esta ONG tiene, en cifras, unos datos estupendos. Tenemos 72 delegaciones en España, y 500 comarcales. Eso quiere decir que estamos en todas partes.
76.000 socios y donantes que son generosos, generosos; lo han demostrado durante todos estos años de pandemia aumentando sus cuotas. No pueden ser mejores. 150 personas trabajando. 6000 voluntarios y pico, que son nuestra riqueza mayor porque sin ellos, esta casa no sería nada.
Luego, lo bien que trabajamos los voluntarios y los contratados, hay una convivencia buenísima.
-Y las contrapartes en el resto del mundo.
-Casi 400 contrapartes en todos los continentes, que son nuestras manos y nuestros ojos porque nosotros no estamos allí. Vamos a visitar. Son nuestros amigos, nos preocupamos de ellos y ellos de nosotros. Cuando había pandemia aquí y no había llegado allí, nos llamaban. Tenemos una riqueza muy grande.
-Es un poco la metáfora de Manos Unidas.
-Efectivamente, unir manos. Demostrar que somos hermanos y comportarnos como hermanos, como cuando te comportas con tu hermano de sangre. Es que es lo mismo. Esa es nuestra pelea; acabar con la desigualdad es acabar con el hambre.
-Lo que pasa es que vivimos un mundo que nos lo hace muy complicado. Lo estamos viendo ahora en todas las guerras que hay. Parece que la única guerra que existe es la que tenemos cerca. Que tiene su lógica, y tú, que has trabajado en comunicación, también también lo entiendes. Pero esa lógica, que es muy cerebral, también es muy injusta.
-La guerra de Ucrania nos sobrecoge porque son europeos. Están más cerca. Y es una guerra que está repercutiendo en los países. Pero hay muchas guerras olvidadas en África, en el cuerno, en Oriente Medio, en otros países… y no podemos olvidar esas personas.
-Incluso, pensando en Ucrania, en la paralización de la exportación de trigo y de cereal, los primeros que lo van a sufrir son los países más pobres. Entiendo que la hambruna ya tiene que estar llegando.
-Fíjate; si con la pandemia el hambre había subido las cifras a 811 millones de personas, las cifras que se manejan ahora de gente que está al borde de la inanición son de 280 millones de personas. Es un horror: los precios subiendo, la crisis energética que los sigue disparando, los graneros de Europa y de África (porque Ucrania no es solo granero de Europa) bloqueados, con los barcos sin poder salir de los puertos. Las lluvias que no llegan. Lleva sin llover casi cuatro años en muchos sitios, no hay cosecha y se han muerto los animales. Ahí hay hambre ya. Mucha. Y la que se espera es aterradora.
Todas esas zonas de guerra, de conflictos olvidados, deberíamos tenerlos en la cabeza, no solamente a Ucrania, porque también están cerca, eh? África está muy cerca.
-Lo comprobamos a diario. Lo que pasa que lo comprobamos pensando que vienen a invadir, sin conocer, sin preocuparnos por saber las razones de que una persona deje su casa, su familia, su vida.
-Y los millones de desplazados que hay dentro de sus países, o fuera en campamentos de refugiados, que hay millones, y que nosotros también atendemos. Eso es horrible y deberíamos tenerlo tan cercano como la guerra de Ucrania.
-Estábamos, hasta hace poco, bajando el número de las personas hambrientas en el mundo. Pero hemos vuelto a despegar y probablemente no sea una barbaridad hablar de que pueda llegar a haber mil millones de personas en situación de hambre. Que ya 811 es una absoluta barbaridad.
-Con un hermano que haya que se muera de hambre, ya es una barbaridad, con la cantidad de comida que se desperdicia o que se acapara para venderla más cara. Eso es una vergüenza humana. Si lo piensas en frío, es insoportable.
-Yo tengo un niño pequeño y los grandes enfados con él son cuando se pone a jugar con la comida y la tira. Y es un niño de tres años y medio, pero hay niños que no pueden comer esto.
-Por eso, es necesario sensibilizar, aquí en España, de que cualquier cosa que hagamos aquí repercute abajo.
"Con un hermano que haya que se muera de hambre, ya es una barbaridad con la cantidad de comida que se desperdicia o que se acapara para venderla más cara. Eso es una vergüenza humana. Si lo piensas en frío, es insoportable"
-Tanto para bien como para mal.
-Eso es. Si tiras comida, significa que los de abajo van a tener más alto el precio de lo que coman o de lo que puedan ir a comprar y, a lo mejor, no tienen capacidad económica para poderlo comprar, que es lo que va a pasar ahora, exactamente.
Hay una rama de Manos Unidas, que es la Sensibilización y la Educación para el Desarrollo, aquí en España, donde dedicamos muchísimo tiempo esfuerzo y recursos para que eso suceda, porque estamos convencidos de que la educación rompe todo ese círculo de entendimiento. Porque somos una sola familia humana, como dice Francisco.
-Estamos en un momento de crisis como hace varias décadas no teníamos y contamos en Roma con un papa que, por primera vez en mucho tiempo, está poniendo el foco en estos aspectos con una visión global. Lo vemos en las encíclicas 'Amoris laetitia', 'Fratelli tutti', 'Laudato si''… En ese 'todos estamos conectados, nadie se salva solo'.
Tenemos una oportunidad, también como como creyentes, para hacer de este mundo globalizado un mundo en el que la globalización sea de la justicia y no del descarte, de la indiferencia.
-Todos tenemos el mismo derecho a la dignidad como persona, para un trabajo digno, para una educación digna, para agua limpia… Tenemos que ser capaces de darnos cuenta algún día de que somos un solo mundo.
Por un lado, en la pandemia nos dimos cuenta de que todo está conectado. Las personas nos movemos y las fronteras no existen para los virus. Se puede contagiar la delta o la que sea. Nos dimos cuenta y pensamos, «aquí, o arreglamos el asunto de la pandemia para todos, o nosotros no vamos a ser capaces de salvarnos».
-Pero, aún así, el nivel de vacunación, por ejemplo, en los países del Sur, comparado al nuestro…
-Es vergonzoso.
-Yo recuerdo que hablando con el obispo de Bangassou, nos decía que había 13 UCIs, o 13 camas de UCI en toda Centroáfrica. Allí el problema no era el coronavirus, seguía siendo el hambre, la guerra.
-Es que en África el coronavirus era uno más de los problemas que vienen. A nosotros nos cayó de golpe porque el resto de problemas lo tenemos solventado, pero en África no; ahí tienen tantas epidemias, si quieres, que es una más que le llega y que ya veremos como la afronta. Casi les preocupaba más la malaria, o el SIDA, o yo que sé.
-Las grandes retos, ¿cómo los afrontáis desde Manos Unidas? ¿Qué se hace y cuáles son? ¿Los tenéis detectados?
-Sí. Hacemos desarrollo sobre todo, aunque atendemos muchas emergencias, este año han sido como 55 y siete de ayuda humanitaria.
De esas líneas de desarrollo, todas importantes, hay unas cuantas que son vitales. Por ejemplo, la educación. Porque no rompes el círculo de la pobreza si la gente no está educada. También procurar que tengan agua limpia, que tengan sanidad, que tengan una cosecha para poder alimentar a sus hijos y dinero sobrante para comprar otras cosas necesarias. Las líneas que tenemos abiertas son siempre porque son prioritarias para todos estos países. Entonces, sí que lo tenemos claro.
¿Qué hacemos? Cuando recibimos la petición, la analizamos y la vemos viable, ayudarles. Mandarles los fondos necesarios para que sean capaces de ponerlo en marcha y solos, salir de ese círculo. Ayudamos a que salgan ellos; no vamos nosotros a sacarlos. Hacemos lo necesario para que cuando Manos Unidas se retire, esto siga funcionando. Por ejemplo, un pozo simple ayuda a no tener que ir no sé cuántos kilómetros las niñas, que las violan y no pueden ir al colegio.
-Yo recuerdo algunos viajes a Benin para cuestión de pozos que además servían para que a su lado hubiera colegios y que los niños que estaban trabajando picando piedras, pudieran ir saliendo, poquito a poco. No dejar de trabajar, porque no lo dejaba ninguno enseguida, pero que empezaran a estudiar y que los padres entendieran que la educación era fundamental para el futuro de toda la comunidad.
A mí me está dando la sensación, que no sé sie muy buena, de que estamos empezando a responder. Somos hijos de este mundo globalizado y de redes sociales, en el que todo es ahora y el resto no existe, pero funcionamos súper bien, o lo parece, en en momentos de crisis puntuales, de terremotos, tsunami, volcanes, como lo que le pasó a los pobres de La Palma etc., y después, pasamos de crisis en crisis y nos vamos olvidando, cuando el trabajo que hacéis vosotros y muchas otras organizaciones, pero vosotros esencialmente, es un trabajo de entrar en el terreno, de estudiar, de intentar no dar pasos en falso y que todo genere, volvemos a poco Francisco, un proceso.
-Sí ,es verdad. El pueblo español ha demostrado que es muy solidario en la pandemia. A nosotros nos ha ayudado mucho. No sabes lo bien que que se han comportado muchos socios. Han sido unas cifras estupendas que no conseguíamos desde el año 2012. Que hayamos conseguido fondos por más de cincuenta millones de euros ha sido porque el español ha respondido.
Es verdad que lo dices tú de que van como en pico, porque en cuanto se les llama, responden. Entonces, a lo mejor es que solamente llamamos con mucha insistencia cuando tenemos una emergencia. Cuando mandamos una llamada a los socios con un proyecto que no tiene por qué ser de emergencia, muchos miles responden.
-Eso tienen que ser un orgullo, saber que tienes hombres y mujeres, muchos, que respaldan un trabajo que seguramente no de resultados de hoy para mañana.
-Esto no es inmediato, como otras cosas. Una cosecha también tiene unos meses, un proceso. O una escuela. Eso tarda, pero filtra y es bueno para el futuro para ellos.
Yo creo que los socios y los donantes nuestros entienden ese proceso y por eso lo apoyan.
-A mí me preocupa el hecho de que, otros conflictos, como este de Ucrania, nos está afectando al bolsillo y viene con el fantasma de una nueva crisis, similar a la de 2008. ¿Teméis que esta situación afecte a la solidaridad y qué podemos hacer para paliarlo?
-Claro, de hecho, hay países que están diciendo 'no vendamos nuestros productos porque los vamos a necesitar'. Eso es horrible porque todos dependemos de importaciones, depende de qué cosas. Ya está ocurriendo y va a afectar porque somos humanos y tenemos el sueldo que tenemos y contamos con cierto dinero para nuestras contingencias.
Nos va a costar más trabajo hacer donaciones, pero yo tengo la esperanza de que se den cuenta de que, aunque ellos tengan menos dinero disponible, hay otros que no tienen ningún dinero disponible. Ninguno. Y si somos capaces de decírselo bien, lo van a entender y van a seguir ayudando. Vamos, yo creo que sí.
-¿Incluso hoy, podemos seguir diciendo aquello en lo que siempre insistís, de que es factible acabar con el hambre?
-Estamos convencidos, y te voy a leer un texto de la primera presidenta (yo soy la número 14) porque viene al pelo de esta pregunta. El legado que me dejan estas grandes mujeres, me da un poco susto…
María Salas dijo en su libro: "El día que los hombres decidan que no haya más hambre sobre la capa de la tierra, no lo habrá. Supone una toma de conciencia semejante a la de la abolición de la esclavitud. Será un mundo nuevo". Cuando leo esto, me emociona porque esto es Manos Unidas.
-Es un horizonte maravilloso hacia el que caminar.
-Lo es.
Cecilia, muchísimas gracias. Bienvenida a una casa que ya es la tuya. A tu segunda familia. Y muchas gracias por el trabajo que lleváis a cabo, pese a la que está cayendo, para que no abandonemos la idea de que se puede acabar con el hambre. De que ese sueño de las primeras mujeres de Manos Unidas se puede cumplir.
-Muchas gracias a ti por hacernos de altavoz, que nos oigan y se solidaricen con estas personas, los más pobres de la tierra.
Cecilia Pilar Gracia, nueva presidenta de Manos Unidas, en las entrevistas en Religión Digital. Seguimos trabajando.
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