Entrevista con el nuevo arzobispo de Madrid sobre la acogida a los inmigrantes José Cobo: "Después de la pandemia, los migrantes son los vulnerables entre los vulnerables"
Desde abril de 2018, José Cobo es miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, que ahora ha pasado a llamarase Comisión Episcopal de Pastoral Social y Promoción Humana, de la que depende la Subcomisión Episcopal de Migraciones y Movilidad Humana
"Tenemos que visibilizar la situación del migrante allí donde esté, en un mundo que tiende al descarte y a invisibilizar realidades vulnerables. Se trata de poner encima de la mesa la necesidad de generar ejes de reflexión y líneas para conocer la situación legal y de vulnerabilidad que tiene el migrante en nuestro entorno hoy"
| Ventana Europea
(Ventana Europea).- Desde abril de 2018, José Cobo es miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, que ahora ha pasado a llamarase Comisión Episcopal de Pastoral Social y Promoción Humana, de la que depende la Subcomisión Episcopal de Migraciones y Movilidad Humana. Confiar y servir, dice, son los objetivos que "han argumentado mi vida y mi vocación sacerdotal y, por lo tanto, es mi fortaleza, lo que puedo ofrecer ahora mismo a la Iglesia y a la comunidad cristiana".
De su vida como sacerdote y como obispo, ¿con qué se queda?
Desde que me ordenaron sacerdote he sido testigo de cómo Dios ha ido dibujando mi vida por medio de nombres, personas y comunidades en las que me ha ido poniendo. Lo vivo como un peregrinaje donde he sido testigo de cómo Dios es el protagonista. Hay una música de fondo que siempre he intentado escuchar y es la voz del servicio como la respuesta fundamental que Dios me pide, aunque solo pueda darla de forma pobre.
En todos estos años, como dices, me quedo con las personas, con las oportunidades de escuchar el paso de Dios por la historia y con el privilegio de ser testigo del servicio de Dios.
¿En qué consiste su servicio en la Conferencia Episcopal?
En la Conferencia aún soy un poco nuevo. Estoy intentando hacerme a su funcionamiento y aprender del papel que tiene en estos campos, de sus posibilidades y los retos que se abren sobre el trabajo común y de ayuda de unos a otros. La verdad es que intento que mi servicio sea el poder incorporarme a un equipo amplio que lleva años trabajando, que tiene un camino de mucha generosidad y de autoridad en cada uno de los terrenos de la pastoral social.
Al incorporarme a la Conferencia Episcopal pedí colaborar en la Comisión de pastoral social y promoción humana. En este tiempo he participado desde las asambleas plenarias en la reorganización de las comisiones que ya se preparaba desde hace tiempo. Así ahora estoy aterrizando en dos equipos. Por un lado, en el de pastoral penitenciaria, y por otro, en el Departamento de migraciones, que queda vinculado en la Subcomisión para las migraciones y movilidad humana, que preside monseñor Juan Carlos Elizalde.
Creo que los mecanismos de acogida y de hospitalidad han de estar abiertos y ser implementados en estos momentos. Tendremos la tentación de convertir la migración en un tema marginal o secundario
¿Qué previsiones de trabajo tiene en el Departamento de Migraciones?
El trabajo en el Departamento será el de ayudar a lo que el equipo ya tiene establecido; la tarea primordial será potenciar en todas las diócesis el dinamismo de la pastoral de y con los migrantes, al tiempo que seguir haciendo presente su voz por medio de la voz de la Iglesia. Especialmente en esta etapa donde, después de la pandemia, los migrantes son los vulnerables entre los vulnerables.
Tampoco podemos olvidar la tarea de tender la mano a todos los que han salido de nuestro país para que sientan el apoyo y acompañamiento de la Iglesia que va a donde ellos van y es capaz de conectar comunidades cristianas de origen y de llegada.
En el equipo hay vocación. Veo que está lleno de asesores y asesoras, técnicos y delegados que viven en primera línea la diversidad del mundo de las migraciones.
Impulsados por la voz del santo Padre creo que ahora se abre un tiempo nuevo de reflexión para ayudar a no volver al punto previo de la pandemia.
Ahora estamos en una situación muy especial. Los retos serán nuevos pues después de esta crisis que ha afectado a la humanidad, aunque el virus ha atacado a todos por igual, sus efectos han sido muy desiguales según los países y situación de vulnerabilidad de las personas. Es por eso que me atrevo a lanzar preocupaciones que traigo en mi mochila al equipo:
La primera es visibilizar la situación del migrante allí donde esté, en un mundo que tiende al descarte y a invisibilizar realidades vulnerables. Se trata de poner encima de la mesa la necesidad de generar ejes de reflexión y líneas para conocer la situación legal y de vulnerabilidad que tiene el migrante en nuestro entorno hoy.
Además, acoger a los que siguen llegando y a los que salen. No nos olvidamos que aún en medio de estas situaciones difíciles hay algunos que se ven obligados a huir de sus situaciones locales.
Creo que los mecanismos de acogida y de hospitalidad han de estar abiertos y ser implementados en estos momentos. Tendremos la tentación de convertir la migración en un tema marginal o secundario para la salida de la pandemia, pero no podemos llevar al margen un tema que forma parte de la solución y la de elaboración de un plan de futuro. La salida de la pandemia exige acoger el fenómeno de la migración o de lo contrario será una salida en falso.
En tercer lugar, acompañar y sostener a los más vulnerables. La actual pandemia ha desplazado al abismo a un montón de familias y migrantes que ya estaban en situaciones de precariedad. Sabemos que la actual situación acrecentará la fragmentación social. No somos “solucionalo-todo”, pero en nuestras pobrezas podremos acompañar, estar cerca y ser instrumento del consuelo de cristo.
En cuarto lugar, sensibilizar a la comunidad cristiana. La actual situación exige que sea la propia comunidad cristiana la que se implique en todo el plan de acogida, más allá del resolver problemas económicos o laborales.
Y, en quinto lugar, responsabilizar y reconocer. Es poner en valor el protagonismo del migrante en el nuevo escenario al que nos encaminamos. Se trata de centrar nuestra atención en que el propio migrante sea sujeto de su camino en nuestra sociedad y en nuestras comunidades.
¿Tiene usted experiencia sobre la situación de los migrantes de habla española, sacerdotes y seglares, fuera de España?
Sobre los migrantes de habla española que me dices, es una realidad que desde el seminario he vivido cerca a través de los testigos y sacerdotes que han estado en ese servicio. Tradicionalmente, desde Madrid hemos mantenido cercanía con ellos con los testimonios de sacerdotes que servían de “puente” entre los diversos grupos de migrantes que atendían. Aún recuerdo los testimonios y experiencias que Antonio Martínez nos contaba con intensidad. Eso hacía que viviéramos, aquí en nuestras parroquias, la situación y vida de las comunidades de los que habían tenido que salir lejos. En ellos he visto que la migración es un fenómeno común en la historia y cómo la Iglesia ha estado siempre acompañando, defendiendo y sosteniendo a las personas que han tenido que salir de su tierra, sus derechos y sus horizontes.