Relato de su capellán, Rufino García Antón La Navidad, desde el CIE de Aluche, "un lugar como la gruta de Belén"
"Todo cobra allí un significado especial: la oración del padrenuestro y la bendición con la que solemos concluir cada entrevista personal, la mirada profunda y penetrante, la palabra de los profetas invitando a la esperanza, el relato del Evangelio, el gesto de la paz, la comunión, los villancicos... Una verdadera bendición en un lugar que bien podría ser considerado la gruta de Belén"
"¿Es posible infundir una esperanza real a quienes viven en una situación tan desesperanzadora, incierta, cruel e inhumana?, ¿es posible decir “¡Feliz Navidad!” sin que suene a burla?, ¿cómo hacerlo?"
| Infomadrid / Rufino García Antón
El delegado episcopal de Movilidad Humana de la archidiócesis de Madrid, Rufino García Antón, es capellán del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche. Ha compartido el Adviento y la Navidad con los internos y, por su interés, reproducimos sus reflexiones:
«Más de una vez se me venía a la mente y al corazón esta exclamación de los israelitas, deportados en tierra extranjera, cuando me dirigía todos estos jueves y domingos de Adviento y el domingo de Navidad a visitar a mis amigos internos en el CIE de Aluche. Y unía a esa exclamación algunos interrogantes que me inquietaban: ¿es posible infundir una esperanza real a quienes viven en una situación tan desesperanzadora, incierta, cruel e inhumana?, ¿es posible decir “¡Feliz Navidad!” sin que suene a burla?, ¿cómo hacerlo?
Meditando reposadamente sobre mi experiencia de estos días en el CIE, me surge desde lo más hondo unirme también al salmista en esta oración de acción de gracias: “Dad gracias al Dios del cielo, porque es eterna su misericordia” (Sal. 136, 26). Es eterna su misericordia para conmigo, por si en algún momento he tenido la pretensión de ser yo el que infundiera esperanza y por si en algún momento he dudado de que es Dios el que nos la infunde a todas las personas, por más adversas que sean las circunstancias en las que vivimos o precisamente por eso.
Estoy muy agradecido a Dios, porque durante estos días me ha ayudado a descubrir que su acción salvadora se realiza en el silencio y en la escucha de José y de María y en el silencio y en la escucha de estas personas que, viviendo en unas circunstancias muy duras y difíciles, me han dado testimonio de fuerza y de confianza, de fe y de esperanza, de acogida y de agradecimiento. Ellos, como José y María, “no han encontrado sitio en la posada” y, sin embargo, sí se la han ofrecido a Jesús y me la han ofrecido a mí. Jesús ha nacido en mí gracias a Dios y a ellos.
Las conversaciones en las visitas de los jueves y las celebraciones de los domingos de Adviento y del domingo de Navidad han transcurrido en un clima hondo y denso, sobrio e intenso. Todo cobra allí un significado especial: la oración del padrenuestro y la bendición con la que solemos concluir cada entrevista personal, la mirada profunda y penetrante, la palabra de los profetas invitando a la esperanza, el relato del Evangelio, el gesto de la paz, la comunión, los villancicos... Una verdadera bendición en un lugar que bien podría ser considerado la gruta de Belén. Concluimos la celebración del domingo de Navidad entregándoles una estampa de la Sagrada Familia de Nazaret y unas sencillas reflexiones del Papa Francisco (Adviento y Navidad. Diez pasos para la esperanza) que terminan con su felicitación navideña: “¡Os deseo una Feliz Navidad, una Navidad rica en las sorpresas de Jesús! Pueden parecer sorpresas incómodas, pero son los gustos de Dios”».