Dimensión pública de la ideología, política y religión
Con frecuencia separamos conceptos como ideología y religión, como diametralmente opuestos e incluso contradictorios, cuando la ideología, en su primera acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se presenta como el “conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.”.
También el concepto de política es presentado como distinto y contradictorio con la religión, cuando en algunas de sus múltiples acepciones puede definirse como el “arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados”, o la “actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”, o también como la “actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo”.
Por su parte, la religión viene definido, conceptualmente, como el “conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”.
Es evidente que una definición de la RAE no puede exprimir y aclarar toda la realidad que conlleva un concepto, pero no por eso conviene rechazar su contenido.
Los citados conceptos, esto es, ideología, política y religión, pese a sus sustanciales diferencias, tienen en común una vocación de proyección colectiva y pública, que podemos individualizar muy brevemente:
1.- La ideología, conceptualmente, conlleva un conjunto de ideas fundamentales que, si las mismas sólo tuvieran virtualidad en la privacidad de la persona, sería negar su propia condición más aún si son expresión de algún tipo de colectividad.
2.- La política, en esencia, como gobierno o actividad que rige los asuntos públicos en sentido amplio, es inconcebible sin esa dimensión pública que requiere su propia naturaleza.
3.- La religión, por el contrario, fenomenológicamente se proyecta en dos dimensiones, una que no es privada sino íntima en su relación con la divinidad en el habitáculo de la conciencia, y otra en una dimensión puramente pública. Esta dimensión pública, a su vez conlleva dos aspectos, es decir, el aspecto público que se caracteriza por el tipo de creencias y por lo cultual (ritos, festividades, arte, etc.), y el que se manifiesta por la conducta moral que guía al creyente en coherencia con su religión, y que proyectada sobre la sociedad es fundamento de un comportamiento ético.
Mahatma Gandhi, sostenía que los que dicen que la religión no tiene nada que ver con la política no saben lo que es la religión, siendo de esta forma y en este sentido que la religión es ideología y política, pues no le son extrañas a la religión las ideas fundamentales que conforman un individuo y colectividad, o la forma de gestión que rige los asuntos públicos, siendo ello así porque a la religión no les son ajenos ni los valores, los deseos y las formas para alcanzar la paz, la justicia o la conservación de nuestra casa común, dentro de una ecología integral que incorpore las dimensiones humanas y sociales, pues de otro modo, como dice Francisco, todos los avances científicos, técnicos y el crecimiento económico se volverán contra el hombre si no van acompañados de un progreso social y moral.
En definitiva, la proyección pública de la religión es una realidad que surge de los propios principios, valores y anhelos de la propia religión, y negarla o reconducirla a la privacidad, es contrario a su naturaleza y al derecho humano y fundamental a la libertad religiosa.
Feliz Domingo de Ramos y Pascua de Resurrección 2016