La leyenda de Prósculo
La leyenda de Prósculo se me presenta como una bruma tras las aguas en marejada, en el que el posadero de Eleusis obligaba a sus huéspedes a acostarse en una cama de hierro, y quien no se ajustaba a ella, porque su estatura era mayor, le serraba los pies que sobresalían de la cama; y si el infeliz era de estatura más corta, entonces le estiraba las piernas, descoyuntando las mismas, hasta que ajustaran exactamente al célebre lecho.
Nos encontramos ante el infeliz infortunio de unas coincidencias desoladoras para un futuro difícil que conquistar con el ímpetu, la inteligencia y las agallas que siempre nos han caracterizado. No nos flaquean las fuerzas pero sí el ánimo trenzado de amargura e hiel, de quienes han dado, incluso, lo que no tenían y han recibido lo que no esperaban ni querían.
Las amargas coincidencias vienen a presentarse a destiempo, como un aborto, decía Pablo de Tarso, y a la falta de una suficiente representatividad del profesorado de religión, que hará supurar las entrañas de un colectivo que ha padecido ultraje y el desprecio, se ha regado el panorama con siglas de vino ácido de uva repisada.
Tampoco alivian al colectivo las palabras de una jerarquía que, en muchos casos, está a años luz de Francisco, que respiran y suspiran acostados y mullidos en la intolerancia y la soberbia que dan las seguridades y las normas; a los que sólo les importa sus pulcros faldones y su esmerada posición, promoviendo el vacío de la palabra y del corazón, porque su generosidad es bastante egoísta, colmándose de inquietudes si alguien sobresale de la medida de su propia mediocridad.
Por otra parte, la situación política mayoritariamente indeseada podría alcanzar niveles positivos, si se encuadran en la sensatez y en un diálogo alejado de la perorata y del mantenimiento de estúpidas ideas preconcebidas que se pretenden modernas, pero que son resultado de un inmovilismo decimonónico.
Esta es la medida del lecho de Prósculo, esto es, el de un formato sindical, religioso e ideológico deforme, por exceso o por defecto, determinado y pretendidamente inamovible que rechaza toda innovación, creación o mejora para nuestro colectivo, y ello en base a posturas arraigadas en la mentira y en la indiferencia.
Es a la postre el resultado actual en el que han confluido todos estos aspectos que afrentan la dignidad de unos trabajadores que no se tienen por tales, que persisten en el miedo y rechazan la responsabilidad que da la libertad que desconocen. Adoran al becerro de oro y abandonan a quienes les han liberado de la esclavitud de Egipto para llevarles a una tierra rica en leche y miel.
Si la política, el sindicalismo y la religión, no salen de sus obligadas medidas estándar, obligando a los ciudadanos, a los trabajadores o a los fieles a acomodarse seccionando o desmembrando sus miembros, es decir, mutilando su propio ser, seguiremos desnortados como velero en un mar embravecido en una noche oscura.