Bendiciones nupciales ilícitas (II)
José de Jesús Parada Tovar. El Semanario / Arquidiócesis de Guadalajara. 15 de mayo.- Catedrático de Teología Moral del Seminario Diocesano de Señor San José, el Padre José Carmen Toriz Rentería comenzó por puntualizar: “Una bendición equivale al ‘bien decir’ de Dios hacia las personas. Desde el Antiguo Testamento encontramos siempre el gran deseo de recibir la bendición de Dios por parte de los Patriarcas a los hijos, y se buscaba ese buen deseo para todos”.
Reconoció que ahora es frecuente esa solicitud de ser bendecidos, por parte de parejas de divorciados vueltos a casar o que no están divorciados pero que en algún momento no concretan su relación en el matrimonio, bien sea por influencias del tiempo o porque, en la práctica, se ha vuelto una “moda” prescindir del matrimonio.
Para el Padre Toriz, también Director Espiritual en la Facultad de Filosofía del Seminario Mayor, “es lógico que una persona que vive en una situación no aceptada por Dios ni por la Iglesia, sienta en su corazón la necesidad de ser bendecida por Dios, a manera de que apruebe la forma en que está viviendo y también para sentirse tranquila; pero eso es caer adrede en la confusión, porque Dios, que no puede ir contra la bondad, tampoco contradice las cosas ordenadas. Y es que la clave está en la conciencia, como afirma el Concilio Vaticano II. La conciencia es la voz de Dios, el sagrario donde se encuentra uno a solas con Él”.
Pretender salvar una situación anómala “consiguiendo” una bendición, “es como tomar una aspirina para curarlo todo. El sentirse bien con Dios no es cuestión de ‘acomodos’ personales, si de antemano se es consciente de que no se actúa correctamente, por más que la bendición provenga de la autoridad de una comunidad, como lo es un sacerdote. Nuestro Señor conoce el corazón de sus criaturas y la historia personal de cada uno. De hecho, cuando la persona siente que no obra bien, eso equivale a la llamada de Dios para que enderece el camino”.
formas de mejorar la disposición
Quienes no han sido casados antes y no tienen impedimento alguno, deben iniciar sus trámites confiadamente, a fin de evitar el alargamiento de una unión anormal. Si son divorciados y pretenden volver a casarse, el caso es más complicado, pues se somete a una escrupulosa revisión de antecedentes para verificar si hubo causales graves que ameriten nulidad.
Tras advertir lo anterior, nuestro entrevistado apuntó: “Aun así, si no pueden regresar con su cónyuge y hay hijos pequeños de por medio, existen otras formas de acercarse a Dios, como son la oración y la meditación. No quiere decir, pues, que el Señor no los escuche. Al mismo tiempo, hay que buscar maneras de ayudarlos, pues no se trata de cerrarles las puertas. Dios es infinitamente Bueno y Misericordioso, pero también reprueba el pecado y lo que no es correcto”.
un traspiés suele llevar a otro
Requerido su parecer acerca de quienes argumentan que todo ser humano merece “segundas oportunidades” cuando no funcionaron o fracasaron los primeros intentos, el Padre Toriz Rentería precisó: “Se dan muchos de estos casos porque el noviazgo fue a la carrera, porque se produjo un embarazo prematuro, por la presión de terceros o simplemente por permisivismo, que propicia un ambiente favorable a ver el matrimonio como un acontecimiento meramente social y no como un compromiso de por vida.
“Juzgan, erróneamente, que es el momento oportuno, y después de haber compartido una parte de su vida juntos, incluyendo experiencias agradables, caen en cuenta de que se adelantaron o se equivocaron. Esto genera de inmediato conflictos y relaciones insoportables, que apuntan directo a una división o separación, sin haber buscado a conciencia una adecuada solución. Y, al hallar a otra persona con la que se llevan y cohabitan bien, tienden a alargar esa experiencia y a justificarse arguyendo que Dios los quiere así, porque en esta `segunda oportunidad` no tienen desaveniencias”.
Tajante, nuestro entrevistado indicó: “Lo que debe quedar bien claro es que al matrimonio sacramental se accede libremente como una opción de vida. Por tanto, entraña un compromiso que nadie ajeno puede deshacer; ni ellos mismos, aunque experimenten dificultades”.
la gracia, ayuda y sello
Cuando existe aunque sea un poco de buena voluntad -prosiguió el Sacerdote Formador- los conflictos se dirimen con mejor resultado, máxime con ayuda de la Gracia del Sacramento, algo que olvidan muchos esposos. Y abundó con un ejemplo: “A los clérigos, religiosos o religiosas, el común de la gente nos identifica en la calle hasta por la simple apariencia. Pues así deben distinguirse también marido y mujer en virtud del Sacramento recibido, y por su espiritualidad y vida de fe y oración.
“El rito dice que ellos reciben ‘un nuevo Sacramento’, cuya Gracia los eleva y fortalece contra todas las adversidades, a partir de la base de su amor humano, sublimado por el Amor divino de Dios”.
no más confusiones
“Definitivamente -sentenció el Padre José Carmen- ‘Dios no tiene la mente cuadrada’, como bien afirman los sacerdotes que indebidamente, así, pretenden justificar sus ‘bendiciones nupciales’ a parejas de divorciados. Pero debe tenerse cuidado para evitar conflictos de conciencia. La unión matrimonial no concluye con los desacuerdos de ambos, sino con la muerte de alguno de los dos o cuando se compruebe que no fue válida, que se incumplieron las debidas cláusulas del Canon”,
Y agregó: “A quienes atraviesen por una situación de esa índole hay que invitarlos a que no dejen de orar, de ir a Misa, aunque por lo pronto no puedan ser absueltos ni comulgar. Que hagan el acto de contrición y pidan fervientemente a Dios les ayude a resolver su situación a su debido tiempo. Dios no está contra la felicidad, pero pide la fidelidad a la Palabra y al Sacramento”.
Finalmente, el especialista en Moral recomendó recurrir al Capítulo 19 del Evangelio de San Mateo, donde Jesús afirma que el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán uno solo. Luego, citando al Teólogo Aurelio Fernández, asevera que al inicio de la Sagrada Escritura se da origen al matrimonio con la creación del hombre y la mujer, mientras que el final de la propia Escritura concluye con Las Bodas del Cordero; es decir, hace ver elevada la relación hombre-mujer: querida y creada por Dios, y elevada a la glorificación.
Asimismo: “Efesios 5 dice que así como Jesucristo ama fielmente a su Esposa la Iglesia, así el hombre debe amar a su mujer. Lo peor que ocurre con las separaciones repercute en los hijos, pues el dolor, la impotencia, la frustración y el coraje que experimentan los divorciados se transmite con sufrimiento a la descendencia, que luego tiende a tomar el mismo camino. Si sigue de este modo minándose a la Familia como célula de la Sociedad, según es reconocida, sigue destruyéndose al organismo social en su conjunto”.
Reconoció que ahora es frecuente esa solicitud de ser bendecidos, por parte de parejas de divorciados vueltos a casar o que no están divorciados pero que en algún momento no concretan su relación en el matrimonio, bien sea por influencias del tiempo o porque, en la práctica, se ha vuelto una “moda” prescindir del matrimonio.
Para el Padre Toriz, también Director Espiritual en la Facultad de Filosofía del Seminario Mayor, “es lógico que una persona que vive en una situación no aceptada por Dios ni por la Iglesia, sienta en su corazón la necesidad de ser bendecida por Dios, a manera de que apruebe la forma en que está viviendo y también para sentirse tranquila; pero eso es caer adrede en la confusión, porque Dios, que no puede ir contra la bondad, tampoco contradice las cosas ordenadas. Y es que la clave está en la conciencia, como afirma el Concilio Vaticano II. La conciencia es la voz de Dios, el sagrario donde se encuentra uno a solas con Él”.
Pretender salvar una situación anómala “consiguiendo” una bendición, “es como tomar una aspirina para curarlo todo. El sentirse bien con Dios no es cuestión de ‘acomodos’ personales, si de antemano se es consciente de que no se actúa correctamente, por más que la bendición provenga de la autoridad de una comunidad, como lo es un sacerdote. Nuestro Señor conoce el corazón de sus criaturas y la historia personal de cada uno. De hecho, cuando la persona siente que no obra bien, eso equivale a la llamada de Dios para que enderece el camino”.
formas de mejorar la disposición
Quienes no han sido casados antes y no tienen impedimento alguno, deben iniciar sus trámites confiadamente, a fin de evitar el alargamiento de una unión anormal. Si son divorciados y pretenden volver a casarse, el caso es más complicado, pues se somete a una escrupulosa revisión de antecedentes para verificar si hubo causales graves que ameriten nulidad.
Tras advertir lo anterior, nuestro entrevistado apuntó: “Aun así, si no pueden regresar con su cónyuge y hay hijos pequeños de por medio, existen otras formas de acercarse a Dios, como son la oración y la meditación. No quiere decir, pues, que el Señor no los escuche. Al mismo tiempo, hay que buscar maneras de ayudarlos, pues no se trata de cerrarles las puertas. Dios es infinitamente Bueno y Misericordioso, pero también reprueba el pecado y lo que no es correcto”.
un traspiés suele llevar a otro
Requerido su parecer acerca de quienes argumentan que todo ser humano merece “segundas oportunidades” cuando no funcionaron o fracasaron los primeros intentos, el Padre Toriz Rentería precisó: “Se dan muchos de estos casos porque el noviazgo fue a la carrera, porque se produjo un embarazo prematuro, por la presión de terceros o simplemente por permisivismo, que propicia un ambiente favorable a ver el matrimonio como un acontecimiento meramente social y no como un compromiso de por vida.
“Juzgan, erróneamente, que es el momento oportuno, y después de haber compartido una parte de su vida juntos, incluyendo experiencias agradables, caen en cuenta de que se adelantaron o se equivocaron. Esto genera de inmediato conflictos y relaciones insoportables, que apuntan directo a una división o separación, sin haber buscado a conciencia una adecuada solución. Y, al hallar a otra persona con la que se llevan y cohabitan bien, tienden a alargar esa experiencia y a justificarse arguyendo que Dios los quiere así, porque en esta `segunda oportunidad` no tienen desaveniencias”.
Tajante, nuestro entrevistado indicó: “Lo que debe quedar bien claro es que al matrimonio sacramental se accede libremente como una opción de vida. Por tanto, entraña un compromiso que nadie ajeno puede deshacer; ni ellos mismos, aunque experimenten dificultades”.
la gracia, ayuda y sello
Cuando existe aunque sea un poco de buena voluntad -prosiguió el Sacerdote Formador- los conflictos se dirimen con mejor resultado, máxime con ayuda de la Gracia del Sacramento, algo que olvidan muchos esposos. Y abundó con un ejemplo: “A los clérigos, religiosos o religiosas, el común de la gente nos identifica en la calle hasta por la simple apariencia. Pues así deben distinguirse también marido y mujer en virtud del Sacramento recibido, y por su espiritualidad y vida de fe y oración.
“El rito dice que ellos reciben ‘un nuevo Sacramento’, cuya Gracia los eleva y fortalece contra todas las adversidades, a partir de la base de su amor humano, sublimado por el Amor divino de Dios”.
no más confusiones
“Definitivamente -sentenció el Padre José Carmen- ‘Dios no tiene la mente cuadrada’, como bien afirman los sacerdotes que indebidamente, así, pretenden justificar sus ‘bendiciones nupciales’ a parejas de divorciados. Pero debe tenerse cuidado para evitar conflictos de conciencia. La unión matrimonial no concluye con los desacuerdos de ambos, sino con la muerte de alguno de los dos o cuando se compruebe que no fue válida, que se incumplieron las debidas cláusulas del Canon”,
Y agregó: “A quienes atraviesen por una situación de esa índole hay que invitarlos a que no dejen de orar, de ir a Misa, aunque por lo pronto no puedan ser absueltos ni comulgar. Que hagan el acto de contrición y pidan fervientemente a Dios les ayude a resolver su situación a su debido tiempo. Dios no está contra la felicidad, pero pide la fidelidad a la Palabra y al Sacramento”.
Finalmente, el especialista en Moral recomendó recurrir al Capítulo 19 del Evangelio de San Mateo, donde Jesús afirma que el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán uno solo. Luego, citando al Teólogo Aurelio Fernández, asevera que al inicio de la Sagrada Escritura se da origen al matrimonio con la creación del hombre y la mujer, mientras que el final de la propia Escritura concluye con Las Bodas del Cordero; es decir, hace ver elevada la relación hombre-mujer: querida y creada por Dios, y elevada a la glorificación.
Asimismo: “Efesios 5 dice que así como Jesucristo ama fielmente a su Esposa la Iglesia, así el hombre debe amar a su mujer. Lo peor que ocurre con las separaciones repercute en los hijos, pues el dolor, la impotencia, la frustración y el coraje que experimentan los divorciados se transmite con sufrimiento a la descendencia, que luego tiende a tomar el mismo camino. Si sigue de este modo minándose a la Familia como célula de la Sociedad, según es reconocida, sigue destruyéndose al organismo social en su conjunto”.