"No vino a condenar al mundo sino a salvarlo" “Tanto amo Dios al mundo que le envío a su Hijo”
Alfredo Quintero Campoy - Alejandro Fernández Barrajón
La liturgia de la palabra del cuarto domingo de Cuaresma nos presenta a un Dios, cuya voluntad es derramar gracia, bondad y su inmenso amor compasivo sobre la humanidad. Una humanidad que, muchas veces, manifiesta su inclinación a alejarse del proyecto salvador de Dios; pero tanto la segunda lectura de la carta de Pablo a los Efesios como el Evangelio de Juan nos presentan esa luz de esperanza para la humanidad, que es Cristo. En Él la humanidad encuentra un camino seguro para llegar a la plenitud de vida, dejando muy claro que la salvación realizada en Cristo en favor de la humanidad se debe al gran amor de Dios que se manifiesta en pura gracia mediante la fe. Dios se ha compadecido de su pueblo, como bien nos refiere la primera lectura de las Crónicas. Un Dios que, ante todo, es compasivo y paciente y no deja de exhortar y dirigir su palabra a través de sus mensajeros y profetas. La humanidad, muchas veces, dura en su corazón, no permite que esa luz y esa palabra en Cristo le penetre hasta lo más profundo de su ser y le ilumine la mente en la fe para entender el Misterio revelador de Dios que quiere salvarle. El gran drama de la humanidad es simplemente éste: Que los hombres, viendo la luz, prefirieron las tinieblas. Y el gran drama de la iglesia, pueblo de Dios, es éste: Que le ha costado mucho entender que Dios no vino a condenar al mundo sino a salvarlo por amor en la entrega de su Hijo. Y es que La libertad en la que la humanidad se debe mover será el espacio privilegiado de decisión para tomar el camino de luz o de oscuridad. Si toma el camino de la oscuridad veremos a una humanidad que se acaba y se destruye porque no es capaz de hacer en libertad lo que más le conviene sino se moverá atraída por sus pasiones egoístas, cerrando oídos y ojos a la voz y revelación de Dios a través de sus mensajeros. Y estamos asistiendo, tristemente, a una sociedad que opta por la oscuridad muchas veces y prefiere las tinieblas a la luz. Y así lo percibimos cada vez que las vacunas anti Cobi no llegan al tercer mundo por el egoísmo de los más pudientes. Lo ha dicho el papa Francisco en varias ocasiones como una denuncia profética que nos sume en las tinieblas de la insolidaridad. Dios no nos mira de esa manera tan parcial y nos entrega a su Hijo para todos, sin excepción. Por eso, tanto la primera lectura de las crónicas y la segunda lectura a los Efesios nos hablan de un Dios que lo restaura todo y que hace que lo que es imposible a nivel humano sea posible, inspirando así al gobernante persa a favorecer al pueblo judío para que tenga todo el apoyo de volver a su tierra y reconstruir el templo. Y recordarnos que en Cristo somos de nuevo hechos criaturas de Dios. Es decir, en Cristo es reconstruida la imagen en el hombre que por Adán se había desconfigurado.
La Cuaresma es un tiempo para configurarnos de nuevo a imagen de Aquel que se entregó por nosotros. Un tiempo para encaminarnos a la luz de la justicia y la solidaridad. Un tiempo para romper esquemas y prejuicios. Un tiempo para mirar al hermano, inmigrante o pecador, como hermano y no como una amenaza. Un tiempo para “cristificarnos” Hoy la liturgia de la palabra nos deja muy clara la bondad, la compasión, la paciencia y el amor inmenso de Dios; en esa verdad se asienta la fe y esperanza de la comunidad de bautizados para experimentar, en el encuentro, a un Dios vivo y verdadero que nos hace sentir plenos. No es el pecado lo definitivo sino que es el gran amor de Dios el que triunfa dándonos la salvación.
Lo resume muy bien con sus versos el poeta de La Mancha, Daniel Nuño:
Dios es Amor, Verdad inconfundible.
Dios es Amor. Y es tal su inmensidad,
que ante su Amor no existe el imposible,
y al pecador le ofrece eterna Paz.
Indigno soy de que El en mí pensara.
Yo sé que no merezco su perdón.
Mas con su Amor me limpia y fiel me ampara.
Su Gracia tengo cual precioso don.
Dios es Amor, y lo es, de tal manera,
que a Su Hijo dio por mi alma redimir,
y en cruz murió para que yo tuviera
en su mansión, eterno porvenir.
Dios es Amor. Mas lo que no comprendo,
es que el mortal rechace su Bondad.
Desprecie el don de Dios, y esté escogiendo
su perdición por propia voluntad.
Dios es Amor, y mi alma lo celebra
dando alabanzas a mi Salvador.
Por su Bondad cambió mi suerte negra,
y hoy brilla en mí la lumbre de su Amor.
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