¡400 años de descalcez mercedaria femenina¡
La vida contemplativa ha sido siempre, en la valoración de toda la iglesia, un precioso regalo del Espíritu que no siempre hemos sabido valorar y situar en el lugar que le corresponde. El último documento sobre la vida contemplativa que el papa Francisco ha promulgado ha sido “Vultum Dei quaree” (Buscar el rostro de Dios) Una Constitución Apostólica sobre la vida contemplativa femenina, en el año 2016.
Todas las familias religiosas, sobre todo las más antiguas y, no por ello menos actuales, cuentan, entre ellas, con monjas contemplativas que viven el carisma común de la orden, desde su estilo propio de vida. Así podemos hablar de dominicas, agustinas, franciscanas, mercedarias…etc
En esa Constitución apostólica el papa dice: “Desde los primeros siglos, la iglesia ha manifestado gran aprecio y amor sincero por los hombres y mujeres que, dóciles a la llamada del Padre y la moción del Espíritu, han escogido seguir a Cristo “más de cerca” para dedicarse a Él con corazón indiviso”
La familia mercedaria, con 800 años de historia que celebrará en el próximo año, no podía ser menos y ha contado siempre, vinculadas al tronco añejo de san Pedro Nolasco, el fundador, redentor de cautivos, con muchas mujeres, laicas o consagradas, asociadas y colaboradoras en la obra redentora. En el primer siglo de fundación los mercedarios eran laicos, como lo fue su fundador y laicos eran los colaboradores más estrechos en la obra redentora. Con el tiempo, la orden se fue “clericalizando” y las mujeres se fueron consagrando con la certeza de que así era más completo su servicio a la causa redentora; algo que ahora me atrevo a negar con rotundidad. Creo que la clericalización de la Merced le ha quitado un espíritu nuevo, y muy original, a la fundación. Pero lo hecho, hecho está y el Espíritu sabrá por donde llevarnos. Lo cierto es que es un grave error pretender rebajar de alguna manera –y lo hemos hecho- la condición de religiosos laicos, no sacerdotes, dentro de la orden. Algunos de mis compañeros, con toda seguridad, no compartirán conmigo esta apreciación pero como para ser libres nos liberó el Señor, digo lo que pienso y lo diré sin cortapisas. Es lo que tiene haber superado ya con creces la mitad de la vida, si Dios lo quiere, y poder ver las cosas desde otro ángulo. No se puede predicar contra la realidad del tercer mundo y defender, a la vez, diferentes estatus dentro de nosotros.
La gran división, hoy incomprensible, de los mercedarios se produce con la descalcez, sin duda influenciados por la obra reformadora que santa Teresa había impulsado en el Carmelo y que se contagió con mucha fuerza en otras congregaciones. Ahí surgieron los calzados y los descalzos en La Merced: Con el mismo fundador, la misma misión redentora pero no unidos en un solo corazón. Una división dolorosa que se prolonga hasta nuestros días y que hoy resulta evangélicamente insostenible, no sólo por nuestros escasos números sino por la falta de testimonio que supone la división en un momento en que todas las congregaciones y provincias se unen porque han descubierto que la unidad hace la fuerza y la división sólo conduce a la extinción. Conozco a una comunidad mercedaria que se ha salvado de la extinción porque ha sido valiente para entablar diálogo con otras hermanas mercedarias hasta consensuar la unión; y hoy están muy satisfechas unas y otras.
El reformador de la Merced descalza fue, en el año 1603, Fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento. Con la ayuda de la Condesa de Castellar, doña Beatriz Ramírez de Mendoza, inicia la Descalcez Mercedaria con la fundación de los conventos andaluces de El Viso del Alcor y de la Almoraima.
Unos años más tarde, también algunas monjas, apoyadas por algunos religiosos descalzos, se suman a esta corriente reformadora. Tres religiosas del convento de monjas mercedarias de Sevilla se unen a la Descalcez y fundan un convento en el año 1617 en Lora del Río. Éste fue el inicio de la vida contemplativa mercedaria femenina, del que ahora celebramos los 400 años.
A partir de ahí surgen otros monasterios: Fuentes de Andalucía, Écija, Osuna, Marchena, san José de Sevilla, Arcos de la Frontera, Miguelturra (Ciudad Real), Góngora (Madrid). Toro (Zamora); Santiago de Compostela. A lo largo del tiempo estos monasterios han sido lugares de incesante oración por la libertad de los cautivos asociados a los redentores mercedarios que, en arriesgaban sus vidas y se aventuraban por las tierras de norte de África, bajo dominio musulmán, para rescatar a los cristianos sometidos a la cautividad. Ellas desde la oración, como Moisés con sus manos elevadas, empujaban espiritualmente la obra que los religiosos ejecutaban en nombre de la iglesia.
Pues bien, hace ahora 400 años del feliz comienzo de la Descalcez Mercedaria femenina, una experiencia de Dios muy fuerte en la iglesia que hoy valoramos y agradecemos. ¡Cuántas hermanas se han santificado por este camino de oración y entrega!
En los últimos tiempos, por eso de que el Espíritu sopla cuando quiere y donde quiere, se han producido nuevas fundaciones de mercedarias descalzas en la India y en Kenia.
Una conclusión y dos sugerencias personales desde la fraternidad:
Conclusión:
Quiero dar gracias a Dios por esta inmensa riqueza que ha supuesto la Descalcez mercedaria en el conjunto de la orden y de la iglesia, ¡Mucha santidad!
¡Feliz 400 aniversario, Madres Mercedarias Descalzas! Toda la familia mercedaria lo celebra.
Dos sugerencias:
Desde la libertad que siento en estos momentos especiales de mi vida me atrevo a sugerir a mis hermanos y hermanas dos cosas:
1) Que no cesemos en abrir caninos de unidad. (No de absorción) sino de encuentro y diálogo fraterno para que podamos decir un día: “Somos uno para que el mundo crea” Negarnos a crecer en la unidad no es acertado y mucho menos justificar nuestras posturas de lejanía con argumentos espirituales. La riqueza espiritual, histórica y hasta material que tenemos, como familia, es impresionante, y lo que hoy hacemos y compartimos en el mundo de las “nuevas cautividades” de las que habla el Concilio Vaticano II, también. El papa Francisco nos está dando alas porque ésa es la actitud de cercanía que siempre hemos querido cultivar los mercedarios y mercedarias, en las distintas congregaciones –más de una decena: “Visitar y liberar”
2) Que no seamos aventureros arriesgados en el mundo de las nuevas vocaciones, porque es un mundo que hemos de afrontar con prudencia y con mucha madurez para evitar situaciones arriesgadas que ya han padecido nuestras hermanas en los últimos tiempos. No todos valen para la vida consagrada, como no todos valen para formar una familia o un matrimonio maduro. Con la iglesia, me atrevo a decir que no seamos importadores de vocaciones para llenar las plazas vacías de nuestros inmensos monasterios sino que sepamos, antes, acompañar y formar a nuestros candidatos en sus lugares de origen para que su opción sea madura y meditada con profundidad alejada de aventuras y curiosidades pasajeras que luego cuestan mucho sufrimiento y dinero. Sólo hombres y mujeres con una fuerte experiencia y búsqueda probada de Dios pueden ser candidatos adecuados a la formación en nuestros monasterios. Ahí hemos de poner nuestra mirada y nuestros mejores esfuerzos.
“El mundo y la iglesia os necesita como faros que iluminan el camino de nuestro tiempo” (Francisco)
Todas las familias religiosas, sobre todo las más antiguas y, no por ello menos actuales, cuentan, entre ellas, con monjas contemplativas que viven el carisma común de la orden, desde su estilo propio de vida. Así podemos hablar de dominicas, agustinas, franciscanas, mercedarias…etc
En esa Constitución apostólica el papa dice: “Desde los primeros siglos, la iglesia ha manifestado gran aprecio y amor sincero por los hombres y mujeres que, dóciles a la llamada del Padre y la moción del Espíritu, han escogido seguir a Cristo “más de cerca” para dedicarse a Él con corazón indiviso”
La familia mercedaria, con 800 años de historia que celebrará en el próximo año, no podía ser menos y ha contado siempre, vinculadas al tronco añejo de san Pedro Nolasco, el fundador, redentor de cautivos, con muchas mujeres, laicas o consagradas, asociadas y colaboradoras en la obra redentora. En el primer siglo de fundación los mercedarios eran laicos, como lo fue su fundador y laicos eran los colaboradores más estrechos en la obra redentora. Con el tiempo, la orden se fue “clericalizando” y las mujeres se fueron consagrando con la certeza de que así era más completo su servicio a la causa redentora; algo que ahora me atrevo a negar con rotundidad. Creo que la clericalización de la Merced le ha quitado un espíritu nuevo, y muy original, a la fundación. Pero lo hecho, hecho está y el Espíritu sabrá por donde llevarnos. Lo cierto es que es un grave error pretender rebajar de alguna manera –y lo hemos hecho- la condición de religiosos laicos, no sacerdotes, dentro de la orden. Algunos de mis compañeros, con toda seguridad, no compartirán conmigo esta apreciación pero como para ser libres nos liberó el Señor, digo lo que pienso y lo diré sin cortapisas. Es lo que tiene haber superado ya con creces la mitad de la vida, si Dios lo quiere, y poder ver las cosas desde otro ángulo. No se puede predicar contra la realidad del tercer mundo y defender, a la vez, diferentes estatus dentro de nosotros.
La gran división, hoy incomprensible, de los mercedarios se produce con la descalcez, sin duda influenciados por la obra reformadora que santa Teresa había impulsado en el Carmelo y que se contagió con mucha fuerza en otras congregaciones. Ahí surgieron los calzados y los descalzos en La Merced: Con el mismo fundador, la misma misión redentora pero no unidos en un solo corazón. Una división dolorosa que se prolonga hasta nuestros días y que hoy resulta evangélicamente insostenible, no sólo por nuestros escasos números sino por la falta de testimonio que supone la división en un momento en que todas las congregaciones y provincias se unen porque han descubierto que la unidad hace la fuerza y la división sólo conduce a la extinción. Conozco a una comunidad mercedaria que se ha salvado de la extinción porque ha sido valiente para entablar diálogo con otras hermanas mercedarias hasta consensuar la unión; y hoy están muy satisfechas unas y otras.
El reformador de la Merced descalza fue, en el año 1603, Fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento. Con la ayuda de la Condesa de Castellar, doña Beatriz Ramírez de Mendoza, inicia la Descalcez Mercedaria con la fundación de los conventos andaluces de El Viso del Alcor y de la Almoraima.
Unos años más tarde, también algunas monjas, apoyadas por algunos religiosos descalzos, se suman a esta corriente reformadora. Tres religiosas del convento de monjas mercedarias de Sevilla se unen a la Descalcez y fundan un convento en el año 1617 en Lora del Río. Éste fue el inicio de la vida contemplativa mercedaria femenina, del que ahora celebramos los 400 años.
A partir de ahí surgen otros monasterios: Fuentes de Andalucía, Écija, Osuna, Marchena, san José de Sevilla, Arcos de la Frontera, Miguelturra (Ciudad Real), Góngora (Madrid). Toro (Zamora); Santiago de Compostela. A lo largo del tiempo estos monasterios han sido lugares de incesante oración por la libertad de los cautivos asociados a los redentores mercedarios que, en arriesgaban sus vidas y se aventuraban por las tierras de norte de África, bajo dominio musulmán, para rescatar a los cristianos sometidos a la cautividad. Ellas desde la oración, como Moisés con sus manos elevadas, empujaban espiritualmente la obra que los religiosos ejecutaban en nombre de la iglesia.
Pues bien, hace ahora 400 años del feliz comienzo de la Descalcez Mercedaria femenina, una experiencia de Dios muy fuerte en la iglesia que hoy valoramos y agradecemos. ¡Cuántas hermanas se han santificado por este camino de oración y entrega!
En los últimos tiempos, por eso de que el Espíritu sopla cuando quiere y donde quiere, se han producido nuevas fundaciones de mercedarias descalzas en la India y en Kenia.
Una conclusión y dos sugerencias personales desde la fraternidad:
Conclusión:
Quiero dar gracias a Dios por esta inmensa riqueza que ha supuesto la Descalcez mercedaria en el conjunto de la orden y de la iglesia, ¡Mucha santidad!
¡Feliz 400 aniversario, Madres Mercedarias Descalzas! Toda la familia mercedaria lo celebra.
Dos sugerencias:
Desde la libertad que siento en estos momentos especiales de mi vida me atrevo a sugerir a mis hermanos y hermanas dos cosas:
1) Que no cesemos en abrir caninos de unidad. (No de absorción) sino de encuentro y diálogo fraterno para que podamos decir un día: “Somos uno para que el mundo crea” Negarnos a crecer en la unidad no es acertado y mucho menos justificar nuestras posturas de lejanía con argumentos espirituales. La riqueza espiritual, histórica y hasta material que tenemos, como familia, es impresionante, y lo que hoy hacemos y compartimos en el mundo de las “nuevas cautividades” de las que habla el Concilio Vaticano II, también. El papa Francisco nos está dando alas porque ésa es la actitud de cercanía que siempre hemos querido cultivar los mercedarios y mercedarias, en las distintas congregaciones –más de una decena: “Visitar y liberar”
2) Que no seamos aventureros arriesgados en el mundo de las nuevas vocaciones, porque es un mundo que hemos de afrontar con prudencia y con mucha madurez para evitar situaciones arriesgadas que ya han padecido nuestras hermanas en los últimos tiempos. No todos valen para la vida consagrada, como no todos valen para formar una familia o un matrimonio maduro. Con la iglesia, me atrevo a decir que no seamos importadores de vocaciones para llenar las plazas vacías de nuestros inmensos monasterios sino que sepamos, antes, acompañar y formar a nuestros candidatos en sus lugares de origen para que su opción sea madura y meditada con profundidad alejada de aventuras y curiosidades pasajeras que luego cuestan mucho sufrimiento y dinero. Sólo hombres y mujeres con una fuerte experiencia y búsqueda probada de Dios pueden ser candidatos adecuados a la formación en nuestros monasterios. Ahí hemos de poner nuestra mirada y nuestros mejores esfuerzos.
“El mundo y la iglesia os necesita como faros que iluminan el camino de nuestro tiempo” (Francisco)